El retrato de una mujer maltratada, su mirada, dice mucho más que páginas y páginas de informes médicos y policiales.
Donna Ferrato (Estados Unidos, 1949) sabe muy bien de lo que habla. Esta fotógrafa estadounidense ha dedicado más de tres décadas de su vida a documentar la violencia doméstica contra mujeres y menores de edad y fue, además, la primera en captar con su cámara y sacar a la luz el momento del ataque, sus consecuencias inmediatas y todo lo que rodea a una situación tan terrible. Un tema que, hasta entonces, y hablamos de principios de los 80 en Estados Unidos, no existía ni para los medios ni para la clase política. Era un drama que se vivía de puertas hacia dentro, y del que jamás se hablaba.
Como fotógrafa, quería conocer a la gente como si fuera un miembro de su propia familia. Quería saber la verdad sobre las personas, pero jamás pensé que vería lo que finalmente vi.
La edición japonesa de Playboy me hizo mi primer encargo de tipo documental: una historia sobre parejas acomodadas y de éxito que practicaban el intercambio de parejas.
En 1980, Nueva York era el escenario de un fenómeno curioso, y su epicentro estaba en un club llamado Plato’s Retreat (el retiro de Platón). Allí se juntaban matrimonios que practicaban el intercambio de parejas.
Entre ellos había una pareja que me llamó la atención. Acababan de llegar de Suecia y parecían muy ricos, personas de éxito y muy felices. Estaban muy unidos el uno al otro. También organizaban fiestas de intercambio de parejas en su propia casa. Era una casa preciosa. Me di cuenta de que quería contar su historia.
Lisa: Era muy fácil convivir con Donna. Era una mujer tan libre y abierta… Hablaba con todo el mundo y la gente la quería. Así que pasó mucho tiempo con nosotros y nos hicimos amigas.
Iba a visitarlos muy a menudo, cada vez organizaban fiestas, y me quedaba tres o cuatro días en su casa cada vez.
Los comienzos de los 80 fue una época muy diferente a la que vivimos ahora. La gente no tenía miedo de la cocaína. Incluso la policía iba a la casa y se quedaban a tomar un cóctel. Veían lo que pasaba y a nadie le importaba.
Pero empecé a ver señales que me preocuparon. Pasaron unos meses y Elizabeth (Lisa) me llamó. Estaba desesperada, y me dijo: ‘Donna, tengo miedo de Garth, tiene una Magnum 357, hace muchas cosas y siento que me estoy volviendo loca. ¿Puedes venir?’’Cuando me abrieron la puerta vi que las cosas estaban realmente mal. Ambos habían adelgazado mucho. En cuanto tuve la oportunidad, hablé a solas con Elizabeth y le dije que tenían que dejar de consumir cocaína, que eso estaba acabando con su matrimonio.
Esto es una nota de advertencia para todos los fotógrafos que se involucran en las vidas de las personas: no sabes lo que la gente va a hacer, lo que va a suceder. Ella escondió la cocaína y pensó que podría controlar esa situación, pero él se volvió loco.
Yo dormía en el piso de abajo, y en mitad de la noche escuché gritando como si la estuvieran matando. Cogí mi cámara y fui corriendo a ver lo que estaba pasando. Cuando entré en el bañó, lo vi a él levantando la mano para golpearla, y pensé: ‘si saco una foto, haré que pare’.
Podía ver mi cara en el espejo, sacando la foto.
Lisa: Recuerdo aquel momento. Aunque él vio a Donna, no le importó.
Cuando iba a golpearla de nuevo lo agarré del brazo y le dije: ‘Qué coño estás haciendo, vas a hacerle daño’. Y él se limitó a apartarme y decirme: ‘Mira, es mi mujer y tengo que enseñarle que no puede mentirme’.
Todo estaba pasando tan rápido… Y él seguía amenazándola, sacando cosas de los armarios y tratándola como si fuera un pequeño juguete.
Lisa: Lo había visto así muchas veces y sabía que nada de lo que hiciera iba a detenerle. Tenía que mantenerme muy quieta.
Yo estaba muy asustada. Era algo para lo que no estaba preparada. Pero tenía mi cámara y sabía que tenía que contar esta historia que era algo real, algo que estaba pasando.
Le dije: ‘Lisa, mírame y dime qué es lo que está pasando’. Y ella me dijo: ‘Siempre pensé que mi marido me amaba, pero esta noche me ha pegado como jamás lo ha hecho con nuestro perro. Y no creo que pueda volver a creer en su amor nunca más’.
Se tumbó en la cama y empezó a hablar con él. Y yo me dije: ‘Se acabó’. A la mañana siguiente me fui de aquella casa lo más rápido que pude.
Escondí el rollo durante cuatro meses. Me negaba a creer lo que había pasado.
Lisa: Después de aquel incidente todo fue a peor. Él bajaba al sótano a consumir cocaína, así que volví a esconderle la pipa. Y esta vez se puso furioso. Mi hijo llamó a la policía y les dijo que su padre estaba dando una paliza a su madre.
Unos meses después empecé a preocuparme y a preguntarme qué estaría pasando. Les llamé por teléfono y él me dijo que Lisa no estaba muy bien, que iba a ingresarla en desintoxicación para que dejara las drogas y el alcohol. Yo le pregunté si él iba a hacer lo mismo porque sabía que consumía muchas drogas, y me dijo que no, que él lo tenía todo controlado, que ella era la que tenía problemas.
Fui al centro de rehabilitación y me encontré a Lisa con un ojo morado. Vi cómo él le pasaba la mano por el hombro con mucho cariño, haciendo como que quería a su mujer, y ahí se me encendió la bombilla y me dije: ‘Oh, Dios mío, todo sigue igual’.
Lisa: Después de volver a casa, él siguió pegándome. Yo estaba aterrorizada. Llamé a la policía y les dije que, por favor, vinieran una vez más para que yo pudiera recoger mis cosas y marcharme. Esa ha sido la cosa más dura que he hecho en mi vida porque me quedé en la calle, sin nada, con mi hijo de cuatro años.
Ella lo abandonó e inició el largo proceso de recuperación.
Por aquel entonces no se cubrían historias sobre violencia doméstica y me resultó muy difícil traspasar esa barrera que existía en los medios de comunicación para poder publicar mis fotos.
John Loengard, editor de la revista Life, las vio y me dijo: ‘Has hecho lo imposible. Jamás pensé que se pudiera fotografiar la violencia doméstica, pero, así y todo, nadie te publicará estas fotos.’
En ese momento decidí que haría un libro con ellas. No sabía cuánto tiempo iba a llevarme, pero tenía claro que iba a enseñar a todo el mundo lo grave que era el problema.
Quería mostrar la realidad de la violencia contra las mujeres y los niños. La gente tenía ganas de saber. En la época del famoso juicio contra O.J. Simpson, la revista Time publicó la foto de una mujer, Rita, con los dos ojos morados, y después publicaron todo el reportaje, incluyendo las fotos del cuarto de baño. Fue algo muy grande. El tema estaba siendo tratado por los grandes medios de comunicación y eso fue un gran logro.
Las fotografías de «Garth» golpeando a «Lisa» (nombres ficticios) en el baño de su casa de Nueva Jersey en 1982 inspiraron un proyecto que se prolongó durante años y mediante el que Ferrato convirtió su cámara en un arma de denuncia contra la violencia doméstica, que afectaba tanto a mujeres como a niños.
Ferrato, una mujer convencida de que la fotografía puede servir para cambiar las cosas, vio confirmada esta opinión en la primera mitad de los años 90. En 1991, salía a la luz el primer fruto de su trabajo, libro ‘Living with the enemy’ (Viviendo con el enemigo).
En poco tiempo se vendieron más de 40.000 ejemplares, y la revista Time incluyó la famosa foto de la agresión en el baño entre las 100 más influyentes del momento.
Semejante eco tuvo su consecuencia a nivel político y social. En 1994, el Congreso de Estados Unidos aprobó la Ley de Violencia contra la Mujer, una ley que aumentó las penas contra los agresores y ayudó a capacitar a la policía para tratar este tipo de violencia como un delito grave. Gracias a Ferrato, lo que era una tragedia privada se convirtió en una causa pública.
Ese mismo año, además, la revista Time publicó la portada de la mujer con los ojos morados a golpes a la que Ferrato hace referencia unos párrafos más arriba y que fue también la foto de portada de su fotolibro.
Fue otra vez Time, pero ya en 2016, la que publicó un breve documental sobre la famosa foto en el que intervienen la propia Ferrato y ‘Lisa’, la víctima de la agresión en el cuarto de baño. En el video, la mujer habla por primera vez de lo ocurrido y revela su verdadero nombre y el de su exmarido, ya fallecido: Elizabeth y Bengt.
Sin embargo, preguntada por cuál es su foto favorita, Ferrato no señala ninguna de las que hizo en el cuarto de baño aquella terrible noche de 1982. Para ella, su foto más contundente y significativa la hizo cuatro años después, en 1986, en un hogar de Minneapolis.
En la imagen, un niño de seis años chilla y apunta con el dedo a su padre mientras dos policías se lo llevan detenido de casa por maltratar a su mujer.
Muestra exactamente cómo se siente un niño cuando su padre pega a su madre. Le está diciendo: ‘Te odio por pegar a mi madre, espero que nunca vuelvas a esta casa’.
Otro de los grandes frutos del trabajo de Donna Ferrato es el proyecto ‘I am unbeatable‘ (Soy invencible) y la web del mismo nombre, creados ambos en 2016, como plataforma donde difundir las historias de las mujeres que han conseguido sobreponerse a la violencia machista y rehacer sus vidas.
Con esta iniciativa, la fotógrafa quería visibilizar también que hay un futuro para las víctimas, y que así como la violencia es real, también lo es la posibilidad de dejarla atrás y salir adelante.
Jamás entenderemos la violencia contra las mujeres si no conectamos a gente real con historias reales. Por eso no me dedico a la fotografía artística, porque para mí no hay nada más poderoso que una historia real.
*Donna Ferrato acaba de ganar el premio Photoespaña 2019 por su serie ‘Holy’ (Sagrado) sobre la violencia doméstica.
*Las palabras de Donna Ferrato y de Elizabeth son extractos traducidos del vídeo publicado en 2016 por la revista Time.