La fotografía me atrapó porque se trata de imaginar y construir el mundo a través de la lente, y eso me interesa mucho. Pero más que fotógrafa me considero una artista visual; hago fotos, pero también vídeos.
Una de las desventajas que tengo es que cuando la gente observa mi trabajo lo hace desde la perspectiva de que soy una mujer negra, a pesar de que soy una mujer muy compleja que trabaja a muchos niveles.
Normalmente, ven mi trabajo y se preguntan… ¿es esto algo relacionado con la raza? Y sí, en parte tiene que ver con la raza, pero hay mucho más. Y ese «mucho más» es lo que realmente me interesa.
Lo que da profundidad a mis trabajos es su multiplicidad. En ‘The Kitchen Table Series’ el género es el punto de partida, pero de lo que trata sobre todo es de las complicaciones de la monogamia y de las relaciones de las mujeres con sus amigas y sus hijos.
Creo que la razón por la que este trabajo habla tan abiertamente es porque interpela de forma directa a nuestra humanidad más profunda y porque uso sujetos afroamericanos para hacerlo. En otras palabras: se trata de deshacerse de los estereotipos para que lo que brille sea la humanidad de las personas. Ese es el objetivo y eso es lo que hago.
Empecé a trabajar en ‘The Kitchen Table Series’ en 1989 y terminé en 1990, me llevó su tiempo. Lo considero un trabajo fundamental, fue el fruto de muchos, muchísimos tipos de paradas y arranques, y de muchas pruebas y errores; mi lucha como joven artista para descubrir los matices de mi propia voz, mi propio estilo fotográfico, mi propia forma de expresarme. Todas esas cosas se juntaron en este proyecto. Todavía me resulta extraordinario y todavía estoy completamente sorprendida por ello, por cómo sigue siendo tan absolutamente contemporáneo. Es muy difícil discernir cuándo se hizo el trabajo; podría haberse hecho hace 30 años o podría haberse hecho hace 30 días. El sentido del tiempo ha quedado desterrado del trabajo.
Jamás pensé que la obra cobraría tanta importancia. Trabajé sin descanso todos los días, durante meses y meses. Sabía que estaba haciendo algo diferente a todo lo que había visto hasta entonces, pero no sabía lo que eso acabaría significando. Bueno, sabía lo que significaba para mí, pero no sabía lo que significaría históricamente.
Hoy en día hay más artistas femeninas que están haciendo un trabajo importante y significativo centrado en la vida dinámica y compleja de las mujeres. Hay gente como Mickalene Thomas, Cindy Sherman y Lorna Simpson, y estamos todas ahí, marcando un camino en el que lo fundamental es la profunda preocupación por cómo se construye y se representa la imagen del sujeto femenino.
Creo que las imágenes de ‘The Kitchen Table Series’ son más actuales que nunca, y sigo siendo muy consciente de la forma en que se minusvalora a las mujeres: están infravaloradas dentro del mundo en general y en el mundo del arte en particular. Hay una especie de escasez, una falta de imágenes representativas de las mujeres. Y no me refiero a la imagen de la mujer fuerte, poderosa y capaz, a ese tipo de tonterías. Me refiero más bien a imágenes de mujeres negras en el mundo, en la esfera de la cultura popular.
Creo que esa es una de las razones por las que ‘The Kitchen Table Series’ sigue siendo tan valiosa o inestimable para tantas mujeres, y no solo para las mujeres negras, sino también para las blancas y las asiáticas. Y también lo ha sido para los hombres, muchos me han hecho llegar la importancia que este trabajo ha tenido en sus vidas. Y eso, para mí, es algo que hay que subrayar.
Es cierto que se tiende a ver el trabajo hecho por artistas negros como ‘arte negro’, y eso no pasa con el trabajo realizado por artistas blancos, porque se supone que es universal en esencia.
En cierto modo, con ‘The Kitchen Table Series’ yo traté de reivindicar esa universalidad, y creo que el trabajo es, de muchas maneras, universal en su esencia, pero también podemos usarlo para hablar sobre lo que sucede con cómo se representa lo negro.
Esa no era mi intención cuando hice el trabajo, pero puede servir para hablar sobre cómo se construyen las fotografías, ya que combina el lenguaje propio del documental con imágenes escenificadas, construidas.
El proyecto puede servir de base también para hablar sobre las relaciones entre hombres y mujeres, entre mujeres y niños, entre mujeres y mujeres, y también para debatir en profundidad sobre el tema de cómo se representa a los negros y sus relaciones. Tal vez esa es una de las razones por las que el trabajo ha resistido el paso del tiempo y ha pasado a formar parte de la cultura: puedes usarlo para tener muchos, muchos tipos de discusiones sobre cosas que están sucediendo en el mundo actual.
Utilizarme a mí misma como sujeto para las fotos fue una decisión de conveniencia, no tenía otra opción, ya que yo era la única persona que siempre estaba disponible cuando las estaba haciendo. Trabajo mucho y muy a menudo, y en este caso, a veces hacía fotos a las seis de la mañana y otras a las tres de la tarde. Simplemente, yo era la que estaba ahí disponible.
Al mismo tiempo, empecé a darme cuenta de lo mucho que me interesa lo performativo y esa es una de las cosas que mi trabajo me ha enseñado. Uso mi cuerpo como un paisaje en el que explorar las realidades complejas de las vidas de las mujeres.
He perdido el contacto con la mayoría de los que aparecen en las fotos. Han pasado muchos años. Eran mis vecinos de aquella época y personas que encontré en la calle. A la niña que está en la portada (no recuerdo su nombre, aunque probablemente esté en mis archivos) la vi un día persiguiendo a un niño en bicicleta. Pensé, “ahí está mi niña, ahí está ella”. Y además se parecía a mí, podría ser mi hija. Algunos de los que salen en las fotos son amigos y otros son colegas del trabajo, todos viven en Northampton, Massachusetts, que es donde se hizo el trabajo. Suelo volver allí una vez una vez al año, más o menos. El apartamento en el que yo vivía ya no existe, pero tengo amigos en la zona.
En el proyecto hay fotografías pero también hay texto. Añadí el texto justo cuando estaba terminando y fue maravilloso. Un hombre vino a visitarme y tuvimos una charla maravillosa sobre hombres y mujeres, sobre nuestras relaciones. Se marchó y después hice un largo viaje en coche. Cuando conduzco siempre llevo conmigo mi grabadora y aproveché para grabar cosas que recordaba de aquella charla. Cuando llegué a casa, me senté ante el ordenador y lo transcribí.
Siempre he pensado que tanto las fotografías como el texto funcionan de manera bastante independiente, y que cuando están juntos forman una tercera cosa, algo que es dinámico y complejo y que te permite saber algo más sobre las fotografías. No creo que texto e imagen dependan necesariamente uno de otro. Sin embargo, coexisten uno al lado del otro, forman una especie de tándem.
Empecé a hacer fotografías cuando tenía unos dieciocho años. Mi novio de entonces me regaló una cámara por mi cumpleaños. Siempre me ha interesado el arte, pero en el momento en que empecé a hacer fotos … todo me hizo ‘clic’. Cada parte de mí decía: «Sí, esto es lo que voy a hacer. Este es el camino que debo seguir. Esta cosa, este instrumento, es el que me va a guiar en mi vida».
La primera persona que fotografié fue una mujer negra, una amiga mía. No estaba interesada en hacer nada que tuviera que ver con la moda, pero quería trabajar con mujeres negras. Sentía que eso era importante.
Además, conocía ya algunos trabajos de fotógrafos negros, como el ‘The Black Photographers’ Annual’, obra de un hombre increíble llamado Joe Crawford, ya fallecido, y que trabajó con personas como Roy DeCarava y el Taller de Kamoinge. Ming Smith fue una de las pocas mujeres que participó en el Taller de Kamoinge. En el Kamoinge hubo unos 30 hombres y ella era la única mujer.
Inmediatamente después comencé seguirla a ella muy de cerca y a la fotografía en general. El ‘The Black Photographers’ Annual’ me enseñó que las personas negras debían involucrarse y expresarse a través de este medio.
Antes de empezar con la fotografía asistí a algunas clases de baile. No era mi intención ser bailarina, era solo una parte natural de mi formación. Me había unido a la compañía de Anna Halprin. Era una bailarina muy progresista, interesante y dinámica, que siguió bailando hasta los 90 años. En 1970 ella ya estaba interesada en reunir a personas muy diversas para que experimentaran lo que era estar juntos y estar en contacto con la humanidad más profunda de los que nos rodean y parecen muy diferentes a nosotros.
Además, la danza me enseñó a usar el cuerpo y a utilizarlo como herramienta expresiva. Así fue como empecé a hacerme autorretratos. Siempre pensé en mi imagen no como en mí misma, sino como en una entidad, una forma que podía expresar algo que tenía que ser expresado. Empecé a utilizarme a mí misma muy pronto.
Y de ahí nació ‘The Kitchen Table Series’. Siempre digo que si te quitas de en medio y dejas el protagonismo a tu trabajo, será tu propio trabajo el que te diga lo que necesitas. En general, nuestro trabajo suele ser bastante más progresista que lo que somos nosotros como personas. La mitad de las cosas que hacemos las hacemos de forma intuitiva. Es después cuando entendemos lo que hemos hecho o por qué lo hemos hecho de una manera concreta.
Por ejemplo, los espacios son territorios únicos. No todos los espacios pueden proporcionar al sujeto la riqueza o el fondo que necesita, el ambiente, el sentimiento, el misterio. Los lugares son espacios de peso. En este sentido, es habitual que las mujeres usen sus hogares como lugares donde contextualizar su trabajo, mientras que los hombres rara vez lo hacen. Esta diferencia es muy interesante.
Cuando comencé ‘The Kitchen Table Series’ trabajaba como profesora en la Universidad de Hampshire. Era una época de efervescencia social en la que se produjeron y debatieron textos fundamentales en el movimiento feminista. Todo el mundo hablaba del importante ensayo escrito por Laura Mulvey, “Visual Pleasure and Narrative Cinema” (documento fundador de la teoría feminista del cine*). Yo solía pedir a mis alumnos que hicieran un retrato de otra persona y que después se retrataran a sí mismos para que vieran las diferencias entre cómo se representaban a sí mismos y cómo representaban a los demás.
Observé, por ejemplo, que los hombres se representaban de una forma muy frontal, mientras que las mujeres casi siempre lo hacían de lado y ligeramente oscurecidas. Sus caras nunca se veían en su totalidad, siempre se escondían tras un mechón de pelo o de algún objeto. Se percibía una especie de vulnerabilidad a la hora de revelarse a sí mismas.
En aquella época yo reflexionaba sobre la forma en que trabajaban mis alumnos, en el diálogo que se establecía y en cómo el cuerpo de la mujer negra quedaba siempre excluido. No se hablaba de él. Todo eso me dio el impulso para crear ‘The Kitchen Table Series’. Sabía que quería involucrarme en el tema y juntar a un grupo de personas que me permitieran estudiar la monogamia, la poligamia, la estructura familiar, la estructura de las relaciones entre hombres y mujeres, entre mujeres e hijos, y entre mujeres con otras mujeres.
Todas esas cosas simplemente se unieron en una especie de maraña de ideas. Desde el momento en que presenté el trabajo, este se convirtió en algo fundamental, en una referencia para el discurso sobre la fotografía y las formas en que las mujeres pueden imaginarse o han sido imaginadas, independientemente de que el trabajo se muestre en Francia, España o Japón. Eso realmente no importa. Conecta con la gente porque las estructuras familiares y el patriarcado existen prácticamente en todos los ámbitos. No conoce límites porque es parte de un sistema de organización muy concreto.
Y así es como surgió ‘The Kitchen Table Series’. ¡Trabajé sin descanso! Hacía fotografías todos los días, las revelaba todos los días, las imprimía y analizaba mis errores. Volvía a casa y hacía más fotos, volvía al laboratorio, las revelaba, las imprimía y volvía a analizar mis errores hasta que todo comenzaba a encajar.
Y después llegó el texto, fruto de todo ese estallido de energía, entendimiento, significado y encuentro con la gente.
En aquel momento necesitaba hablar sobre la forma en se había retratado a las mujeres en el cine, el teatro y la fotografía. Necesitaba hablar de representación y de sistemas. En el texto que acompaña a las fotos busqué descifrar los sistemas de propiedad privada y de relaciones que nos mantienen atados a ellos y que nos hacen cómplices en nuestra propia victimización, o aquellos que de alguna manera logran liberarnos. Se trataba de intentar comprender las relaciones complicadas en las que estamos involucrados. El trabajo surge de la necesidad de hablar sobre algo que está sucediendo en un mundo más amplio.
La noción de representación es un concepto clave para el trabajo. Hubo un momento, cuando cumplí 40 años y cuando cumplí 50 años, en el que pensé: ¿Cómo quiero trabajar ahora y cómo quiero representarlo? ¿Qué puede significar este cuerpo ahora? ¿Qué puede hacer este cuerpo, mi cuerpo, y qué puede hacer esta piel? ¿Qué puede hacer la piel ahora que no podía hacer cuando tenía 30 o qué no puede hacer por no ser la de una mujer de 30? Pienso en la edad. Pienso en la forma en que mi cuerpo cambia y, por lo tanto, cómo usarlo de manera diferente.
En un momento dado, me di cuenta de que no podía contar con hombres blancos para construir imágenes de mí misma que me parecieran atractivas, útiles, significativas o complejas. No puedo contar con nadie más que yo para cumplir mi promesa. Amo a Fellini, amo a Woody Allen, amo a los hermanos Coen, pero no están interesados en mi culo negro. Simplemente no les interesa.
No tiene sentido que… Ni siquiera piensan en ello, ni siquiera se les pasa por la cabeza que podamos ser un puto sujeto viable. Ni siquiera para decir ‘hola’. Así de lejos estamos de su jodida imaginación. No puedo contar con ellos para hacer mi trabajo. Simplemente no puedo contar con ellos. No puedo contar con ellos para jugar limpio. No puedo contar con que piensen en mí en serio, porque está claro que no lo hacen.
Es como un amor no correspondido. Yo los amo, pero ellos no piensan en mí. No es una queja, es solo la realidad. Construyo algo para mí que ese algo no existe en ningún otro lugar. No me veo a mí misma representada de forma seria en ningún otro lugar.
En este sentido, creo que tienes que construir aquello que quieres ver en el mundo. Esa es tu obligación si eres artista. Incluso si eres fontanero. Tienes que hacer que tu realidad sea significativa para ti y no confiar necesariamente en que otra persona lo haga por ti. Creo que la gran libertad que las artes, las letras y la música nos brindan es la de dar significado a la vida.
Sabemos que, en su mayor parte, el trabajo que realizan las mujeres simplemente no se valora del mismo modo que el que hacen los hombres. Simplemente no sucede así, y es algo contra lo que tenemos que luchar constantemente y sin descanso si queremos ver un cambio. Tengo muchas ganas de nivelar el campo de juego.
En mi caso, soy consciente de que tengo que luchar. Y desde mi punto de vista hago esto no solo por mí, sino por una causa más grande, que es la de la igualdad. Me interesan todos los aspectos de la igualdad, y cuando veo, a través de mi propia experiencia, que a las mujeres no se las toma tan en serio como a otros, entonces creo que es necesario hablar claro. Eso no me hace precisamente la chica más popular de la fiesta (risas), pero creo que es importante decirlo.
Estos son los trabajos más relevantes de Carrie Mae Weems:
‘Family Pictures and Stories’ (1981). Su primer gran trabajo. Se compone de fotografías que realizó a sus propios familiares. Se dice que es una respuesta a las declaraciones del senador Daniel Patrick Moynihan, que afirmó que los problemas de la comunidad negra eran fruto de la naturaleza matriarcal de sus familias. Weems documentó a su familia para mostrar los problemas cotidianos y el desconocido día a día de su comunidad de la manera más realista posible.
‘Is not Jokin’ (1987-88). Este trabajo está formado por fotografías en forma de imágenes directas de afroamericanos acompañadas de chistes y connotaciones racistas. Con él, Weems desafió a la cultura dominante y puso el foco en el racismo subyacente.
‘Kitchen Table Series’ (1990).
‘From Here I Saw What Happened and I Cried’ (1995). Weems denuncia y subvierte la lógica de los archivos coloniales, fotografías en las que los negros (y los indios) fueron representados con el mismo lenguaje visual que la flora y la fauna. Estos archivos eran un instrumento del poder colonial y transmitieron una imagen deformada de las poblaciones no occidentales. Muchos de esos archivos se utilizaron para apoyar las teorías de inferioridad racial. «Cuando miramos estas imágenes, estamos viendo las formas en las que la América blanca se veía a sí misma en relación con el sujeto negro. Quería intervenir en eso dando voz a un tema que históricamente no ha tenido voz».
Weems realiza un trabajo de apropiación y alteración de esas fotografías, las vuelve a fotografiar utilizando un filtro rojo y las imprime. Después les añade frases que apuntan directamente a los prejuicios raciales: “Un tipo negroide”, “Te has convertido en un sujeto científico”, “Te convertiste en la amante del patriarca”, “Algunos dijeron: lo único que un ‘negrata’ podía hacer era abrillantar mis zapatos”. También utiliza fotografías de fotógrafos consagrados como Robert Frank.
Beacon (2005), Roaming (2006) y Museums (2006). Weems se retrata a sí misma, pero alejada de la cámara y en diferentes entornos. En cada imagen, Weems aparece vestida de negro mientras mira el resto de la imagen. Explora los sentimientos del individuo en relación a los vastos paisajes y los fragmentos de arquitectura histórica en los que aparece. En estos trabajos Weems habla del poder: «La arquitectura, en su esencia., tiene mucho que ver con el poder. Si pensamos en un lugar como Roma. . . lo que se hace sentir es el poder del estado en relación con la población en general. Eres consciente, en todo momento, de que eres una especie de súbdito en relación con este enorme edificio: el edificio del poder. Pensé que podría usar mi propio cuerpo como una forma de conducir al espectador a esos espacios y desafiarlos».
Y así habla Carrie Mae Weems de su obra en general:
Desde siempre he estado interesada en la idea del poder y de sus consecuencias; las relaciones están hechas y articuladas a través del poder. Desde mis primeros trabajos he estado comprometida con la idea de la autobiografía, pero al mismo tiempo otras ideas han sido más importantes para mí, ideas que tienen que ver con la función de lo narrativo, el humor a nivel social, la deconstrucción del documental, la construcción de la historia, el uso del texto, el storytelling, la performance y la función de la memoria. Todo eso ha tenido más peso en mi desarrollo que la autobiografía.
*Nota de la autora
** Las palabras de Carre Mae Weems están sacadas de varios vídeos y entrevistas disponibles online.
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