No es extraño que cada cierto tiempo el nombre de un fotógrafo o artista de primera fila se vea salpicado por una acusación de plagio. El último ha sido el del fotógrafo de Magnum Alec Soth. Hace apenas unos días, otra fotógrafa, Tonika Lewis Johnson, acusaba al autor de ‘Sleeping by the Mississippi’ de copiar una serie suya de fotografías sobre la ciudad de Chicago en un trabajo que Soth realizó por encargo del New York Times.

En ese trabajo, Soth realizó una serie de fotografías que reflejaban la desigualdad existente entre dos barrios de la ciudad, Streeterville e Englewood, separados por 12 kilómetros de distancia y una diferencia de 30 años en la esperanza de vida entre los nacidos en uno y otro barrio.

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El artículo con las fotos de Soth se publicó el pasado 5 de septiembre y los mensajes acusándolo de plagio no tardaron en llegar; el principal, el de la propia Johnson, fotógrafa documental de 40 años, residente además,en Englewood, uno de los dos barrios fotografiados por Soth.

En declaraciones a The Art Newspaper, medio que recoge lo sucedido con declaraciones de ambos implicados, Johnson describe así su primera reacción al ver el artículo del New York Times ilustrado con las fotos del miembro de Magnum:

Estaba en shock, porque sabía aquel era mi tema. Más allá de eso, la edición digital también se parecía mucho a mi web sobre ‘Folded Map’.

Folded Map Project’ es el nombre con el que Tanika Johnson bautizó al proyecto en el que lleva trabajando toda su vida. En él trata de conectar visualmente a los residentes que viven en el norte y sur de Chicago, una idea que era, precisamente, el punto de partida del encargo que Soth. Así, lo que hizo Soth fue establecer una comparativa visual de los distritos más ricos y los más empobrecidos de Chicago a través de retratos callejeros tomados en la calle. Johnson señala que Soth utilizó para sus retratos muchos de los escenarios utilizados por ella en ‘Folded Map Project’.

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El 7 de septiembre, dos días después de que el New York Times publicara el artículo con sus fotos, Soth envió un email a Johnson para disculparse y publicó un mensaje en su cuenta de Instragram: «Me gustaría expresar mi reconocimiento hacia el trabajo de Tonika Lewis Johnson y su ‘The Folded Map Project’», comienza diciendo Soth en un escrito en el que detalla cómo y en qué circunstancias se produjo el encargo para el New York Times:

Traducción:

El suyo es un ejemplo de un trabajo comprometido de larga duración que es, precisamente, lo que el mundo necesita actualmente. Lo que no necesita son fotógrafos que se introducen como paracaidistas en situaciones complejas para captar un rápido vistazo de lo que sucede.

El 4 de mayo, los editores de la sección de opinión del New York Times se pusieron en contacto conmigo. Querían que entre el 7 y el 10 de mayo hiciera un fotoensayo en Chicago que sería parte de su trilogía sobre la injusticia en Estados Unidos y que esperaban publicar el día 17 de ese mismo mes. También me dijeron que el fotoensayo se publicaría en su web poco después de que se saliese la edición impresa. Esto fue al comienzo de la pandemia, cuando me vi obligado a cancelar mi proyecto personal, así que acepté el encargo.

Cuatro meses después, y de forma totalmente inesperada, me enteré por un amigo de que habían publicado mi fotoensayo. A continuación, empecé a recibir mensajes que me alertaban del parecido de mi trabajo con ‘The Folded Map Project’. Pese a no conocer el trabajo de Johnson, me siento fatal por la ofensa que he cometido. Pido disculpas a Tonika Lewis Johnson y me arrepiento enormemente de haber aceptado el encargo.

Dicho esto, me alegro de haber conocido su trabajo, hecho con tanto compromiso, y donaré todos los beneficios de mi trabajo para el New York Times a ‘The Folded Map Project’. Os animo a que conozcáis el proyecto en foldedmaproject.com

Según afirma The Art Newspaper, Soth cobró 1.500 dólares por sus fotos.

El mensaje de Soth dio lugar a una breve conversación entre Tonika Johnson y él en la misma publicación de Instagram:

Tonika Johnson: Acepto y agradezco tus disculpas. También quiero decir que, así como tú no me conocías a mí, yo tampoco te conocía hasta ahora, pero todo esto deja en evidencia la despreocupación tanto tuya como del New York Times a la hora de cubrir temas tan serios y con tantos matices como el de la segregación existente en Chicago. Personalmente, y a pesar de mi experiencia al hacer ‘The Folded Map Project’, jamás aceptaría realizar un proyecto sobre la segregación en ningún otro lugar SIN investigar sobre trabajos relacionados sobre el mismo tema o realizados por fotógrafos locales. Es evidente que ni tú ni el New York Times lo hicisteis, porque, de lo contrario, hubiese sido fácil que dierais con mi trabajo con solo realizar una búsqueda en Google, y eso apoyaría tu reticencia a realizar el trabajo. Afortunadamente, esto puede convertirse en una lección para todos, en un ejemplo de lo que es necesario para corregir la injusticia y la desigualdad en nuestro país: valentía para denunciar la injusticia, humildad y empatía suficientes para escuchar, conocer y pedir responsabilidades por la injusticia, pedir disculpas y perdón, y restituir el daño causado si se trata de un problema económico. Espero que volvamos a hablar pronto. Y gracias también por tu email.

Alec Soth: Estoy de acuerdo. No estaba tratando echar la culpa al New York Times. He aprendido mucho en los últimos cuatro meses, desde que hice este trabajo, y tengo mucho más que aprender siguiendo adelante.

Tras su publicación el 5 de septiembre, el artículo del New York Times ha sido reeditado para incluir una nota en la que el editor anima a los lectores que conozcan el proyecto de Tonika, tal y como la fotógrafa ha mostrado en su cuenta de Instagram:

Después de la publicación del ensayo fotográfico, los editores gráficos de la sección de Opinión del Times fueron alertados sobre el trabajo de Tonika Lewis Johnson, que también aborda la segregación y la desigualdad en Chicago. Alentamos a los lectores a que conozcan el proyecto ‘Folded Map’ de la señora Johnson.

The Art Newspaper fue uno de los primeros medios que se hizo eco de la denuncia de Johnson y que relató lo ocurrido, pero sin recoger la opinión del fotógrafo de Magnum, algo que este no tardó en reprocharles con un escrito publicado en Instagram y dirigido a Tom Seymour, el redactor que cubrió la historia. En él Soth subraya las diferencias de su trabajo y el de Tonika Johnson.

Tom,

Me parece increíble que la excusa que me das para no haberte puesto en contacto conmigo sea la de que se te echaba encima el plazo de entrega del artículo. Es más, cuando alguien te preguntó en Twitter por qué mis fotos no aparecían en tu artículo, tu respuesta fue: “No pude conseguir el permiso. No quiero que me denuncien”. ¿Tengo que entender que no te pusiste en contacto con Magnum, la agencia a la que citas en tu titular? Precisamente, la mala praxis de la que se me acusa, la de no profundizar en el tema, es lo que veo en la cobertura que los medios están haciendo de este tema.

Esta es mi versión. La sección de opinión del New York Times se puso en contacto conmigo el 4 de mayo. El único link informativo que me enviaron fue la historia del Chicago Tribune que inspiró este proyecto. Si buscas en Google “Streeterville and Englewood”, encontrarás informaciones de otros medios como el Chicago Sun Times, The Guardian o Chicago Public Network. El nombre de Tonika Johnson no aparece. En los últimos días, se me ha acusado de ser descuidado a la hora de investigar. Es significativo que ninguno de los que me han criticado por ello hayan realizado esa búsqueda en Google. (A continuación, Soth incluye un pantallazo de los resultados de esa búsqueda).

Mi encargo de tres días estaba principalmente orientado a acompañar un extenso reportaje de tres partes sobre ciudades estadounidenses titulado “La América que necesitamos”. Ningún periodista ha hecho el esfuerzo de echar un vistazo a la edición en papel (incluye los links). Como verás, incluye los trabajos de otros cuatro fotógrafos realizado en diferentes ciudades. También verás que la mayoría de ellos, si no todos, son blancos. Eso es lamentable e inexcusable. Todo lo que puedo decir es que esto sucedió el 17 de mayo, semanas antes del caso George Floyd y de las necesarias reacciones que suscitó en todos nosotros. También cabe resaltar que tú mismo, que cubres esta historia, eres un periodista blanco.

Pero volviendo al tema que nos ocupa, mis fotos, es importante subrayar que, como la historia del Chicago Tribune que inspiró este trabajo, se me pidió que cubriera dos barrios: Streeterville e Englewood. Sorprendentemente, tu artículo no lo menciona. El trabajo de Tonika compara dos direcciones, una en el norte de Chicago y otra en el sur. Streeterville está en el centro. Es más, yo no estaba comparando directamente un barrio y otro. Mis fotos fueron publicadas de forma enfrentada por decisión de los editores gráficos, pero no están conectadas entre sí.

Otro elemento a tener en cuenta en esta historia es la COVID. No fue solo fundamental como premisa o punto de partida de la historia, sino que también tuvo una incidencia directa en mi labor fotográfica. No olvides que estábamos a principios de mayo. Había muy poca gente en las calles. Conduje hasta Chicago y me dijeron que no fotografiara en espacios cerrados y que mantuviera la distancia con todo aquel con el que me relacionara. Este no era un trabajo en el que llamar a la puerta de la gente ni realizar entrevistas en profundidad. Me contrataron para hacer fotografías visualmente significativas de dos barrios con expectativas de vida enormemente diferentes en tiempos de la COVID. Ese no es el tema del proyecto de Tonika Johnson.

Tal y como subrayo en mi post de Instagram, el trabajo de Johnson implica compromiso a largo plazo, diálogo y complejidad. Eso es mucho más valioso que mi trabajo. Lamentablemente, el debate surgido en torno a esta polémica ha carecido de la necesaria complejidad y diálogo.

Estoy avergonzado de haberme visto envuelto en todo esto. Tú también deberías estarlo.

Alec

Tras recibir la queja de Soth, The Art Newspaper reescribió su artículo inicial incluyendo unas declaraciones de Alec Soth recogidas a través de una entrevista telefónica:

No estaba al tanto de su trabajo (el de Tonika), no sé cómo podría ser más claro al respecto. Debería haberlo estado. En un mundo perfecto, habría sido bueno si lo hubiera descubierto, o si el New York Times me alertara. ¿Lo sabían? No tengo ni idea. Nunca he trabajado para la sección de opinión del Times. No tengo ninguna relación con ellos. No tengo ni idea. Así que sí, en un mundo perfecto, habría estado bien saberlo, y lamento no haberlo hecho.

Sé lo mal que ella se siente. Me puse en su lugar. Aquí estoy, comprometida con este tema en el que he trabajado toda mi vida. Y, de repente, ¡boom! aparece una historia de primera línea en el New York Times sobre el lugar en el que vivo y trabajo. Y sentirme molesto por eso, sentir que alguien ha pisado mi territorio, entiendo ese sentimiento y entiendo ese enfado. Y entiendo cómo se siente, más en este momento en que vivimos y siendo yo un hombre blanco, después de todo lo que ha sucedido.

No la estoy criticando por eso en absoluto. Siento una gran empatía por ella y un gran respeto por su trabajo. Realmente desearía haberlo sabido. Si el New York Times me pidiera hacer el trabajo en este momento, no aceptaría. Y, francamente, no creo que ahora me ofrezcan nada por todo lo que acabo de mencionar. Las cosas han cambiado. Lo lamentable es que se publicó mucho después. Tengo que soportar la peor parte de esto. Y lo aceptaré.

A Johnson, sin embargo, le cuesta creer que Soth no diera con su trabajo durante su investigación.

Dijo que no sabía sobre mi trabajo, y eso es complicado. Pero al menos lo dijo, y eso nos permite identificar el problema que hay que resolver. Si el medio no sabía nada de mi trabajo, la siguiente pregunta es: ¿por qué no lo sabías tú? Hablemos de por qué no se hizo una investigación adecuada. Porque, como fotógrafo documental, sé que has investigado un poco. Aceptas un encargo sobre un tema muy serio para el New York Times, ¿cómo no investigaste? De eso es de lo que le hago responsable. ¿Por qué no le dio la suficiente importancia a la investigación? ¿Pensaste que no tenías que hacerlo? ¿Creíste que no importaba? Ya que quiere tener un diálogo abierto, lo que agradezco, me gustaría saber el motivo de todo eso.

Johnson argumenta que al teclear en Google las palabras «Chicago», «segregación» y «fotografía» la búsqueda da como resultado varios artículos escritos sobre su proyecto.

Escribiste claramente las direcciones para encontrar las ubicaciones en Englewood, investigaste lo suficiente para encontrar los lugares que querías fotografiar. Sé que mi nombre aparece si buscas en Google esas ubicaciones. Vivo unas manzanas calle abajo y mi proyecto tenía una trayectoria, así que sé que de esa búsqueda obtuvo varios resultados. Esta es la conversación que quiero tener con él.

Cuando Johnson denunció las similitudes entre ambos proyectos en las redes sociales, fotógrafos de todo el mundo le mostraron su apoyo y pidieron al New York Times y a Alec Soth que reconocieran el trabajo de la fotógrafa de Chicago, la citaran y la compensaran.

‘The Folded Map Project’ se exhibió por primera vez en 2017 y Johnson decidió crear una página web sobre su trabajo y registrarlo como marca.

Lo hice porque sé que el arte es susceptible de ser robado.

Esta situación es como una bola de nieve, un cúmulo de un montón de problemas. Demuestra cómo nuestro país se ha servido durante mucho tiempo y de forma constante del trabajo y las riquezas generadas por los negros. Pone el foco en la integridad periodística y el racismo estructural en la industria de los medios. Saca a la luz las infracciones sobre la propiedad y el sesgo racial. No puedo evitar creer que es necesario que todos hablemos de ello.

Lo sucedido entre Soth y Johnson es una muestra más de lo difícil que es determinar cuándo hay plagio fotográfico y cuándo no. Personalmente, en este caso, y tras ver ambos trabajos, tengo una opinión bastante clara. Si es cierto de Soth no conocía el trabajo de Johnson… ¿es posible hablar de plagio? Obviamente, no. No se puede plagiar algo que se desconoce. Pero hay otras preguntas aún más importantes que conviene hacerse: ¿Fotografiar los mismos lugares o en los mismos escenarios, es prueba de plagio? ¿Y fotografiar el mismo tema? La respuesta es, necesariamente, no. E insisto en lo de necesariamente porque una respuesta afirmativa implicaría que los temas y los lugares tuvieran dueño, un copyright… ¿No suena ridículo, kafkiano y, sobre todo, peligroso?

Este caso me ha hecho recordar otro que levantó bastante polvareda hace unos meses. En la última edición de los prestigiosos premios World Press Photo, uno de los finalistas en la categoría de Medio Ambiente, el fotógrafo alemán Maximilian Mann, fue acusado de presentar una selección de fotos que eran un plagio del trabajo realizado por la iraní Solmaz Daryani en 2014.

Mann argumentó que las fotografías presentadas a concurso eran solo una pequeña muestra de un proyecto de más de 11.000 imágenes tomadas durante tres viajes realizados en un período de ocho meses, y que su trabajo era mucho más amplio y variado que aquellas fotos que podían resultar similares a las de Daryani.

Mann no negó las similitudes, más que evidentes, entre algunas de sus fotos y las de la fotógrafa iraní, pero argumentó que estas estaban tomadas en lugares muy populares en la zona y que se trataba de un tema habitualmente abordado por muchos fotógrafos. Apoyó su argumentación incluyendo imágenes de otros fotógrafos que eran muy parecidas a las suyas.

En este sentido, el alemán puso sobre la mesa el trabajo de los fixers, personas que ejercen de guías y traductores y cuyos servicios contratan los fotógrafos que se adentran en zonas y culturas desconocidas. La labor de estos profesionales consiste en facilitar el acceso a lugares, situaciones y personas que resulten significativos para una historia, y eso, argumentó Mann, favorece que diferentes fotógrafos acaben tomando imágenes muy similares.

A raíz de la polémica y tras un tiempo de deliberación y consulta con expertos, la dirección del World Press Photo decidió en este caso mantener a Mann entre los finalistas y rechazar la acusación de plagio.

La conclusión es que el reportaje de Mann no contraviene el código ético de World Press Photo (…) Según la ley, ni la idea para una historia ni el estilo visual pueden ser registrados ni considerados propiedad individual.

Volviendo al caso de Soth y Johnson, echemos un vistazo a los trabajos de ambos:

Ver “The Great Divide”, de Alec Soth (para verlo es necesario registrarse, pero es gratuíto)

Ver “The Fold Map Project”, de Tonika Lewis Johnson

Ninguna de las fotos del fotógrafo de Magnum puede considerarse una copia de las de Johnson; el tema y algunos escenarios son, obviamente, los mismos, pero la luz, el estilo, la mirada… Son claramente diferentes. Sinceramente, no veo a un Alec Soth diferente al habitual en el trabajo publicado por el New York Times y, desde luego, no veo nada de Johnson en esas imágenes. La mirada de Soth es perfectamente reconocible y resulta totalmente coherente con el resto de sus trabajos. Nadie que conozca su obra confundirá, por ejemplo, los retratos de Soth con los de Johnson. En los del de Minneapolis la gente no suele aparecer sonriendo. Parece una tontería, pero es un detalle que puede ser, y en este caso es, una huella autoral.

Basar una acusación de plagio, como hace Johnson, en que los escenarios utilizados y el tema tratado son los mismos es decir que los fotógrafos que cubren una misma historia en un mismo lugar (la situación que se vive en el campo de refugiados de Moria, la guerra de Argelia o las hambrunas de África, por citar unos pocos casos) se plagian unos a otros. Es ridículo. O que un tema concreto en un escenario concreto solo puede ser tratado por un fotógrafo (o un periodista, o un escritor…).

No conozco personalmente a Alec Soth e ignoro su metodología de trabajo, no sé cómo investiga y cómo se documenta a la hora de llevar a cabo un encargo ni qué importancia a esa labor previa. Tampoco sé si el New York Times sabía de la existencia del trabajo de Johnson (sus responsables no se han pronunciado al respecto), pero conociendo como conozco el funcionamiento editorial de los grandes medios, y el Times lo es, me parece más que probable que, pese a que estuvieran al tanto de la existencia de ‘The Fold Map Project’, los responsables del Times hayan preferido acompañar su artículo con fotos firmadas por un fotógrafo del prestigio y la trayectoria de Alec Soth. Podemos criticar, y estamos en nuestro derecho, que el Times no haya tenido la valentía de apostar por una fotógrafa local que lleva años trabajando el tema que le interesa y que, además, vive en la zona y la conoce mucho mejor que Soth. Pero, nos guste o no, la inmensa mayoría de las veces los medios como el Times prefieren reforzar y reafirmar su imagen uniéndola a profesionales “con nombre”, gente de primera línea, y Alec Soth, sin duda, lo es.

También es cierto, y hay que tenerlo en cuenta, que, en las acusaciones de plagio, a no ser que este sea clamoroso, se suele fallar a favor del acusado y no del acusador. Un caso muy evidente es el que enfrentó al artista plástico Jef Koons con el fotógrafo francés Jean-François Bauret, cuya foto de 1975 Koons copió descaradamente para crear su escultura ‘Naked’. En 2019, el Tribunal de Apelación de París condenó al artista y al Centro Pompidou, lugar en el que se exhibió la obra, a pagar 24.000 euros por el plagio. Koons, además, es reincidente, ya que tiene al menos otras dos condenas por su empeño en “inspirarse” en fotografías ajenas.

‘Naked’, de Jeff Koons (izda) y la fotografía de Jean-François Bauret (dcha)

El plagio de Koons está fuera de toda duda: la composición, el encuadre y la perspectiva de la obra de Koons y los de la fotografía de Jean François Bauret son prácticamente idénticos. La una reproduce a la otra añadiéndole unos pequeños arreglos florales. Pero no se percibe una mirada diferente, una intencionalidad diferenciada, una construcción significada y significante que sea personal y propia. Koons se limita a reproducir la imagen fotográfica de Bauret. Y a hacerlo sin permiso.

En cambio, las fotos hechas por Soth en Chicago para su fotoensayo sobre la injusticia social no reproducen el trabajo de Johnson. Bien es cierto que no todos los plagios son tan evidentes como el de Koons, la voluntad de plagiar, algo a tener en cuenta pero muy difícil de medir, tampoco suele ser tan manifiesta. Pero fijémonos en varios aspectos determinantes como la peculiaridad compositiva, intencionalidad narrativa, el estilo, la forma de presentar y retratar a los sujetos, de dibujar las situaciones con su cámara, de caracterizar esa brecha económica y social que se da en diferentes zonas de Chicago… todo eso es diferente en ambos. En Soth podemos reconocer esa particular manera tan suya de resultar incisivo. Soth no copia a Johnson, no calca su mirada ni su forma de contarnos lo que pasa, lo único que “copia” es el tema a tratar y algunos escenarios. ¿Es eso plagio? Definitivamente, no.  

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