Pocos saben que el asesinato del presidente John F. Kennedy contribuyó a que las fotografías de Jacques Henri-Lartigue (1894-1986) llegaran al gran público tanto o más que la exposición celebrada en el MOMA de Nueva York en 1963. La muestra organizada por John Szarkowski proporcionó a Lartigue un merecido reconocimiento en el circuito artístico, pero la muerte del presidente estadounidense introdujo sus fotografías en millones de hogares norteamericanos. El azar, eso sí, tuvo mucho que ver en ello.
Pero… ¿cómo sucedió?
Lo cierto es que el descubrimiento de Lartigue y de su obra fue fruto de varias casualidades. El fotógrafo francés llevaba ya seis décadas haciendo fotos cuando un viaje a Estados Unidos cambió su vida, a punto ya de cumplir los 70 años.
Él y su tercera mujer, Florette, hicieron un viaje a Los Ángeles para visitar a unos amigos. El viaje lo hicieron en barco, y como pasatiempo, Florette decidió llevar consigo un montón de fotos de su marido y aprovechar para ordenarlas.
La pareja tenía pensado volver a Francia en el mismo barco, pero un retraso en la salida les hizo coger un autobús a Nueva York y allí se encontraron con Charles Rado, un agente de fotógrafos. Florette enseño el portfolio de su marido a Rado y este quedó tan impresionado que contactó inmediatamente con el MOMA… Y con el editor gráfico de la revista Life.
El número de Life se publicó el 29 de noviembre de 1963, una semana después del asesinato de Kennedy, con una fotografía del presidente en la portada. Pocos imaginaban que en su interior había un pequeño tesoro que cambiaría la vida de un hombre, y la historia de la fotografía, para siempre: 12 páginas recogían fotografías del París de principios de siglo tomadas por “un chico francés llamado Jacques-Henri Lartigue”, como lo presentaban en el texto que abría el reportaje.
Los norteamericanos, conmocionados por la muerte de su presidente, corrieron a los quioscos para hacerse con un ejemplar de la famosa revista. Querían ver y saber más sobre lo que había pasado una semana atrás en la ciudad de Dallas. Pero junto a la información sobre el asesinato, se llevaron a casa las maravillosas fotografías de Lartigue.
Es curioso que aquel número de Life cuyo tema principal era una tragedia, el asesinato del presidente, sirviera para mostrar las imágenes tomadas por el que a la postre sería conocido como «el fotógrafo de la felicidad».
Jacques-Henri Lartigue fue un fotógrafo muy precoz. Hijo de una familia acomodada (su padre era el octavo hombre más rico de Francia), tuvo su primera cámara a los siete años. Aquella herramienta mágica venía a saciar una necesidad que sentía desde muy pequeño: el propio Lartigue relataba cómo, con sólo cinco años, abría y cerraba los ojos al estilo del obturador de una cámara para retener en su mente aquellos momentos felices y divertidos que quería recordar. La cámara fotográfica se convirtió así en su gran aliada.
Lartigue fue también un pionero del color, lo descubrió en 1911, con 17 años, de la mano de un amigo de la familia. El autocromo estereoscópico le daba por fin la posibilidad de añadir color a los momentos felices y fugaces que llevaba años capturando. El joven Lartigue, emocionado, escribió lo siguiente en su diario:
Antes, cuando veía un día maravilloso, sentía una especie de fiebre: una mezcla de ansiedad y desesperación. Pero esta mañana tengo placas de autocromo. ¡He instalado mi trípode y mi cámara frente a unos árboles rodeados de la azul neblina y me siento feliz! Siento la calma….
La alegría, sin embargo, le duraría muy poco. La frágil y recién descubierta técnica del color no tardó en decepcionarlo profundamente. Más adelante, en este mismo post, será el propio Lartigue el que explique por qué.
Pero nada, ni siquiera las decepciones, acababan con el entusiasmo y la alegría de vivir de la que siempre bebió Lartigue y su obra. Muchos le acusaron de ser un rico sin conciencia social que solo mostraba lo bueno de la vida dejando de lado lo tragedia y las injusticias del mundo. Él no lo discutía, se definía abiertamente como un «egoísta», un mero observador del mundo que solo se fijaba en aquello que le gustaba y quería recordar: «No soy protagonista de la historia del mundo, no participo en ella, soy un egoísta porque solo me paro ante lo que me interesa o me divierte».
Lartigue, que siguió fotografiando, pintando y escribiendo hasta su muerte a los 92 años, no ha pasado a la historia solo por el valor documental de sus fotografías, sino por sus modernas composiciones, su fascinación por el movimiento y cómo capturarlo, por la serenidad de sus retratos, por su maestría en captar la instantaneidad y, sobre todo, por su mirada fresca, su curiosidad y su pasión.
Cuentan que, cuando preguntaban a Lartigue qué consejo daría a los jóvenes fotógrafos, este solía decir: «Que se enamoren».
Así hablaba sobre su vida y obra Jacques-Henri Lartigue en 1983:
SOBRE EL ACTO FOTOGRÁFICO
Fotografiar es un acto de amor, sin duda; es pasión. Todo es pasión: la escritura, la pintura, la fotografía… todos ellos son actos pasionales. La fotografía es una invitación a soñar, a ver la realidad en toda su belleza, una invitación a la alegría, al regocijo, al amor…
Todo me resulta fascinante, veo pasión en todo; en la naturaleza, en el talento de los demás… Y en la música, sobre todo, en la música.
SOBRE POR QUÉ HACE FOTOS
No hago fotos porque sea consciente de mi mortalidad. Las hago para recopilar momentos maravillosos, emocionantes, para captar gente interesante. Pero no me gusta mirar mis fotos, no suelo hacerlo. Hay cocineros que recolectan cerezas para guardarlas y hacer mermelada. Yo soy un cocinero que hace mermelada pero que prefiere comer fruta fresca.
Antes de tener una cámara, recuerdo que pestañeaba y simulaba haber sacado una foto, guardaba la imagen en mi cabeza. Pero no era suficiente con guardarlas en mi memoria. Siguiendo con la analogía del cocinero, soy un cocinero que odia que las cerezas se pudran, que se malgasten y se pierdan.
Adoro a Proust y su poesía, es por eso por lo que hago fotos, para vivir a través de mis fotografías, o al menos intentarlo.
No sé si hay que ser humilde, pero yo sé que lo soy porque odio a la gente que no lo es.
SOBRE SUS SUJETOS
Yo no voy a la caza del sujeto, son ellos los que me encuentran a mí. Yo soy solo un espectador. No corro tras ellos para hacerles la foto, al contrario, son ellos los que acaban viniendo.
Hay sujetos que los ves y están pidiendo a gritos que los fotografíes. Sucede muy a menudo y muy rápido. Yo solía jugar al tenis y eso me ayudó a tener un ojo veloz, por eso he podido reaccionar siempre con rapidez.
No sé si todo es fotografiable. Yo fotografío aquello que me gusta, que me llena de entusiasmo, que me encanta y me maravilla. Al resto no le hago ni caso, lo dejo pasar.
SOBRE LAS MUJERES DE SUS FOTOGRAFÍAS
En el parque Bois de Boulogne, en París, las mujeres paseaban todos los días, desde la mañana, con sus vestidos nuevos. Y todos los días, a mediodía, después de estudiar, yo corría para verlas. Me fascinaba la moda, y aquellos sombreros… Me gustaba ver aquellas mujeres hermosas.
No sé por qué esta foto se ha hecho tan famosa, habría que preguntárselo a los coleccionistas. Hay otras que son parecidas e igual de buenas. La composición de la foto hace que resulte. El coche está en el sitio adecuado, y no detrás de la mujer.
SOBRE EL PARIS DE PRINCIPIOS DE SIGLO
En aquella época, cuando te encontrabas con alguien la costumbre era levantarse el sombrero y saludar. Y en el parque, la gente se saludaba todo el tiempo, a izquierda y derecha. Esto sucedía todos los días de la semana. La gente salía a pasear para ver a sus conocidos y enseñar sus trajes, sus vestidos y sus sombreros.
Con aquellos sombreros, necesitaban coches altos, no cabían en los normales. Me fascinaban aquellos coches.
SOBRE LA RELACIÓN CON SUS SUJETOS
Jamás les pedía permiso para hacerles fotos. Me sentaba en una silla y las veía venir. Pensaba “esta es bonita”, y entonces me levantaba y ‘click’, apretaba el botón. Mi cámara de entonces hacía mucho ruido y recuerdo que cuando las mujeres iban solas y me oían solían sonreírme. En cambio, sus acompañantes masculinos se enfadaban. Pero no me importaba, yo era muy joven. Lo importante para mí era que ya tenía la foto que quería.
Una mujer me pidió una vez que le llevara la foto que le había hecho, pero yo era muy tímido y me asusté. Ella era una bailarina famosa, se llamaba Regina Abaded. Yo tenía solo 17 años, así que le dije a mi hermano que le llevara la foto.
SOBRE LA ELEGANCIA Y EL ESTILO
A veces me preguntan si se ha perdido la elegancia y el estilo de aquella época. Lo que sucede es que los tiempos han cambiado, hemos pasado por varias guerras. La gente tiene celos… Quieren que todos seamos iguales.
También han cambiado las prioridades, no vivimos igual que antes. No digo que aquella fuera una época mejor, para mí lo que pase está bien, incluso ahora que dicen que vivimos malos tiempos encuentro cosas que son fascinantes. Puedo viajar a Nueva York en seis horas, eso es estupendo.
Yo he nacido en esta época y tengo que aprovecharla al máximo. Todas las épocas pueden ser felices y todos los países pueden ser bellos.
Mira, esta es la época en que las mujeres se vestían como los hombres. Había hombres a los que no les parecía bien, decían que las mujeres no debían parecer hombres. Hasta entonces, las mujeres nunca se habían puesto pantalones. En París, arrestaron a Marlene Dietrich en la Plaza de la Concordia por llevar pantalones.
Aparecieron las primeras falda-pantalón. La primera mujer que se atrevió a ponerse una en Monte Carlo causó un auténtico escándalo.
La gente se vestía para conducir, los coches no tenían capota ni parabrisas. Yo siempre tuve coches deportivos, me intrigaban.
SOBRE SI LAS FOTOGRAFÍAS REPRESENTAN LA REALIDAD O LA INTERPRETAN
Creo que las fotos representan la realidad de los detalles, pero a su vez interpretan la realidad porque la realidad es demasiado hermosa, demasiado escurridiza, para ser capturada.
Mi ojo no está ni en mi cabeza ni en mi alma, está en mis tripas y en mi corazón.
SOBRE EL ‘MOMENTO DECISIVO’
Existe, pero es solo una fracción de segundo. Para reconocerlo hay que… es como un partido de tenis. Tienes que anticiparte al momento, tener un presentimiento de que algo va a suceder en ese preciso instante. Adelantarte. Lo haces antes de tener tiempo para pensar.
SU CÁMARA
Yo usaba una Block Note Gaumont, que en aquella época era una cámara muy moderna. Empecé a usarla en 1904. Luego tuve una Kodak que usaba para paisajes y para viajar. Era muy bonita.
Cuando yo era pequeño, mi madre hizo un álbum, pero las reveló sin fijador así que el papel se degradó. Son mis primeras fotos, las hice con seis años. Ella llamó a este álbum “Los intentos fotográficos de Jacques”. Puso las fechas en las que se hicieron: 1899, 1900… En ese mismo álbum están mis primeros dibujos.
SOBRE SUS ÁLBUMES DE FOTOS
Desde pequeño comencé a hacer fotos porque quería conservar los momentos efímeros de la vida diaria. Por eso empecé a guardarlas esas fotos en álbumes. Captaba los momentos efímeros de la vida y los guardaba.
Empecé haciendo álbumes muy pequeños, pero pronto me di cuenta de que no ese tamaño no me interesaba y probé con un tamaño bastante más grande. En aquella época, yo era un chaval de apenas 10 años. Y desde entonces, he seguido utilizando ese mismo tamaño y formato.
En mis álbumes está todo lo que me interesa, todo lo que amo.
Necesito atrapar el tiempo, no como recuerdo, es más que eso. Tengo la obsesión de capturar el tiempo mientras pasa.
SUS PRIMERAS FOTOS
Estas son las dos primeras fotos que hice en mi vida. En la primera está mi familia, y en la segunda aparecen mi padre y mi madre. Esto es algo precioso, para mí tiene un valor incalculable.
SOBRE SU PASIÓN POR EL MOVIMIENTO
La siguiente foto es de 1911. La gente intentaba volar. Como todos, yo también soñaba con volar. El aire, el viento, el ruido del propulsor… Todo eso te causaba un sentimiento extraordinario.
Sigo teniendo esa pasión por el movimiento, por los coches, los aviones… Y ahora también por esas cosas que van a la luna. Hacen que el resto parezcan vulgares, hay demasiados coches, demasiados aviones, ya no me divierten.
Me gustan los pequeños accidentes de la vida. Suceden deprisa, pero las fotografías están ahí para capturarlos. Soy como ese niño que se ríe cuando alguien resbala con una piel de plátano y se cae. Soy un niño incorregible.
SOBRE SU AMOR POR LAS ARTES EN GENERAL
Soy fotógrafo, pintor y escritor. No creo que las tres cosas puedan expresar lo mismo, creo que se complementan. La pintura viene de dentro de uno mismo, la fotografía, en cambio, viene del exterior y sucede muy deprisa. La fotografía es un juego más ligero, la pintura es algo profundo. El deleite de la pintura dura más, pero también el sufrimiento.
Si no pudiese pintar, fotografiar o escribir, me dedicaría a la música.
SOBRE SUS DIARIOS
Siempre he escrito diarios, desde el principio. Escribía todos los días, tomaba nota de todo, del tiempo que hacía, a qué hora me levantaba, me vestía… Cuándo iba al parque, cuándo hacía fotos… Hacía pequeños bocetos de las fotos que quería hacer. Cuando no salían como quería, los tachaba. Puedes reconocer mis fotografías en mis dibujos.
Tal y como hago con las fotos, tampoco reviso ni releo lo que escribo.
SOBRE SU RELACIÓN CON PICASSO
Éramos amigos, pero no grandes amigos. No se podía ser gran amigo de Picasso. Soy gran amigo de la gente que me quiere. Era muy fácil fotografiarle, le encantaba. Era un buen actor. En esta foto estaba deprimido. No se dio cuenta de que le hice la foto, la gente no suele darse cuenta de que estoy ahí, soy muy rápido.
Picasso no reconocía a otros artistas, no veía el talento en otros. Sólo pensaba en sí mismo y no en lo que yo hacía.
La foto más rara que le hice es una en la que se ven sus pantorrillas con agujas de acupuntura. Otra que me gusta es esa en la que aparece dándole una cucharada de algo a Cocteau. Es una foto sencilla pero resulta divertida. Me gustan las fotos divertidas.
Si estás acostumbrado a hacer fotos, sabes de antemano cómo va a salir una persona en la foto. Tus ojos aprenden a hacerlo. Es fruto de la costumbre.
SOBRE LA FOTOGRAFÍA EN COLOR
Me gustaba y disgustaba al mismo tiempo. El color no perdura, cambia con el tiempo. Saqué algunas fotos que me llevaron bastante tiempo, algunas muy bonitas en la niebla, pero sólo 15 días después habían perdido ya su encanto, su sutileza, y eso era descorazonador.
SOBRE LA LUZ
Mi forma de fotografiar no ha cambiado con los años. Sigo haciendo fotos en cualquier lugar, no preparo nada con antelación, ni siquiera la luz. Salvo cuando fotografío en interiores. No me gusta la luz artificial, trabajo con luz natural. Es más hermosa. Con la artificial corres el peligro de iluminarlo todo demasiado.
Nunca hago muchas fotos de una misma escena. Conservo mi viejo hábito de hacer solo 3 o 4 fotos como mucho.
SOBRE SU ENTUSIASMO POR LA VIDA
Adoro la primavera, es siempre una fiesta. La primavera está omnipresente en mis fotos, también en mis pinturas. Me gustan todas las estaciones pero la primavera me da ganas de florecer.
A veces me han dicho que en mis fotografías no hay momentos trágicos. Pero no los evito, lo que pasa es que no quiero conservarlos, ni siquiera en mi memoria, porque duelen. Durante la guerra y la liberación de París sí que tomé alguna foto un poco trágica, pero fueron muy pocas.
De pequeño, tenía un hada en mi cuna. Ella me hacía regalos y yo los cuidaba bien, como un jardinero que planta una flor y la cuida para que crezca.
El entusiasmo también crece a través del sufrimiento. Todo lo que necesitas es pasión.
*Apenas hay entrevistas a Jacques-Henri Lartigue. Estas palabras están sacadas de la entrevista que concedió al programa de la BBC ‘Master Photographers’ en 1983, tres años antes de su muerte.
Fantástico descubrimiento! He llegado a este artículo tras leer el de Amy Airbus, menudas dos lecturas más interesantes acabo de hacer. Ahora toca buscar la obra de Lartigue.
Hola, Juan!
Me alegro un montón de que ye hayan gustado los post del blog. Gracias por hacérmelo saber.
Un abrazo! 🙂