No me resulta fácil expresarme con palabras, por eso hago fotos. A Helen Lewitt (1913-2009) no le gustaba hablar, y aún le gustaban menos las entrevistas. Incómoda cuando le preguntaban por ella o por su obra, sus respuestas solían ser breves y cortantes, porque su medio de expresión era la cámara, y hacer fotos su forma de responder ante la vida y de relacionarse con la realidad.

Foto: Helen Lewitt
Reservada y celosa de su intimidad, la fama nunca estuvo entre sus objetivos y, de hecho, fue una gran desconocida para el gran público. Sin embargo, era apreciada y muy admirada por sus colegas fotógrafos.
Nací en Brooklyn, en Bensonhurst, y viví allí con mi familia. Mi padre vino de Lituania cuando tenía 16 años y mi abuelo materno vino de Poltava, que está cerca de Kiev. Mi madre nació aquí. Mi abuela vivía al otro lado de la calle, y mi tío vivía con ella. Teníamos una gran casa, patio trasero y flores, era como vivir en un pueblo pequeño.
Hewitt abandonó los estudios. Quería dedicarse a algo que tuviera que ver con el arte. El dibujo no se le daba bien, así que probó con la fotografía.
Su madre conocía a la familia de J. Florian Mitchell, un fotógrafo comercial de retratos que tenía un estudio en el Bronx y Levitt empezó a trabajar para él.
Le ayudaba en el cuarto oscuro, revelando y haciendo impresiones. Cobraba seis dólares a la semana.

Foto: Helen Lewitt
Con una vieja Voigtländer, Lewitt comienza fotografiando a los amigos de su madre. Siente una viva curiosidad por todo lo relacionado con la fotografía; visita exposiciones y sigue varias publicaciones, es así como entra en contacto con el trabajo documental de Henri Cartier-Bresson, Walker Evans, Ben Shahn y los miembros de la Film and Photo League.
También se da cuenta de lo difícil que es vivir de la fotografía.
Cuando estás empezando en esto, tienes que tener claro que el arte no te dará de comer. Esa es la realidad, tienes que trabajar de camarera o algo.
No puedes hacer las dos cosas, dedicarte al arte y ganarte la vida con ellos. Tienes que tener un ángel. Yo tuve un ángel, alguien que me ayudaba con el dinero, y cuando no lo tenía, trabajaba en Gimbels (unos grandes almacenes). No puedes ganarte la vida siendo artista a no ser que tengas muchísima suerte, un golpe de suerte, y que un ángel te mantenga. De lo contrario, tienes que dedicarte al arte los fines de semana, y el resto de días a trabajar.

Foto: Helen Lewitt
Comencé a hacer fotos en barrios de negros y de clase trabajadora. Me resultaban extremadamente exóticos. Me sentía implicada e intenté fotografiar a esa gente, mostrar las condiciones en las que vivían.
Pero entonces conocí el trabajo de Cartier-Bresson y eso fue una revelación; vi que estaba siguiendo el camino equivocado. Me di cuenta de que usar una cámara con un propósito social era algo limitado. De él aprendí que la fotografía no tenía por qué tener un significado social, que una sola imagen podía sostenerse por sí misma. Renuncié a la idea de hacer fotos que tuvieran esa trascendencia social y decidí hacer cosas más personales. Me di cuenta de que la fotografía podía ser arte y, en ese sentido, me volví ambiciosa. Así que…, sí, Cartier-Bresson y sus fotos tuvieron una gran influencia en mí.

Foto: Helen Lewitt
Lewitt conoce personalmente a Cartier-Bresson en Nueva York, en 1935. Pasa un año en la ciudad de los rascacielos, donde, aconsejada por el francés, gran aficionado a la pintura, aprovecha para visitar varias exposiciones.
Miraba los cuadros para fijarme en la composición.
En 1936 se compra una Leica, la cámara favorita de Cartier-Bresson y poco después comienza a recorrer las calles de Nueva York. Pero, a diferencia del resto de fotógrafos, Lewitt evita los lugares e imágenes más típicos, como la Quinta Avenida, la Estatua de la Libertad o el skyline neoyorkino, y evita también el lado más oscuro de la urbe, aquel en el que abundan los marginados y los adictos a las drogas. Lo que busca Helen Lewitt es mostrar el espíritu de la vida callejera.
Sus lugares favoritos son el Spanish Harlem y el Lower East Side.

Foto: Helen Lewitt
El tipo de fotos que hace Levitt exige ser rápido como un fotoperiodista a la hora de disparar. Pero a Helen el fotoperiodismo no le interesa y, según confiesa, carece de las habilidades técnicas necesarias.
Soy terrible con la técnica, mala de solemnidad, y además esa parte me resulta aburrida.
Nunca tenía un proyecto en mente. Salía a la calle y disparaba lo que veía, lo que me llamaba la atención; capturaba con la cámara aquello que quería que los demás vieran.
En 1938, se pone en contacto con Walker Evans, quiere mostrarle las fotografías que ha tomado de niños jugando en las calles. Ellos son los protagonistas de muchas de sus fotos, pero no porque le gustaran especialmente.

Foto: Helen Lewitt
La gente piensa que sí pero los niños no me gustaban especialmente, no más que el resto de las personas. Lo que pasa es que los niños eran los que estaban siempre en la calle.
Fui a verlo y me acerqué a él como si fuera una niña. Nos hicimos amigos y le ayudé a hacer las copias para una exposición y para el libro «American Photographs«.
Walker Evans admiraba a Hewitt. Cuentan que citaba a Cartier-Bresson, Lewitt y a sí mismo cuando le preguntaban por los fotógrafos cuyo trabajo valía realmente la pena.
A Lewitt siempre le enamoró la vida que se respiraba en las calles. Era el lugar en el que la gente pasaba el tiempo y se relacionaba, nada que ver con el mundo de hoy en día, con unas calles convertidas en meros lugares de paso.

Foto: Helen Lewitt
El Spanish Harlem era un lugar muy bueno para hacer fotos, en aquellas calles pasaban muchas cosas. Era la época anterior a la televisión y al aire acondicionado, y mucha gente pasaba el tiempo sentada en las escaleras de entrada a su propia casa. Era a finales de las década de los 30. La gente se reunía en la calle y se olvidaban de que tú estabas ahí.
Para mi trabajo, esas calles llenas de gente eran esenciales. No soy fotógrafa de paisajes.

Foto: Helen Lewitt
La gente suele preguntarme qué significan mis fotografías y yo no tengo respuesta para eso. Lo que ves es lo que hay.
En los años 40, Lewit se gana la vida como editora de cine y trabaja, entre otros, junto a Luis Buñuel.

Foto: Helen Lewitt
En el 1959 retoma la fotografía y comienza a hacer fotos en color, destacando entre el resto de fotógrafos. Pero gran parte de sus primeras fotos en color se perdió cuando entraron y robaron en su apartamento a finales de los 60.
Además, la fotógrafa se encuentra con que el ambiente de las calles ha cambiado, ya no hay tanta vida en los lugares que ella recorría.
Las calles están vacías. La gente está dentro de casa viendo la televisión o haciendo otras cosas.

Foto: Helen Lewitt
En los 90 deja de revelar sus propias fotos. Dice que sufre de ciática y que no puede estar de pie mucho tiempo. También cambia su pesada Leica por una Contax automática.
En 2001, la periodista Melissa Block visita a Helen Lewitt en su humilde apartamento neoyorquino. Un detalle llama su atención, solo hay una foto en toda la casa, una en la que se ve a una madre gorila con su bebé. Y no es de Hewitt. Block le pregunta por qué no hay fotos suyas a la vista. La respuesta de la fotógrafa es, fiel a su estilo, breve y cortante:
Ya sé cómo son y qué muestran, no quiero estar viéndolas todo el tiempo.
Helen Lewitt murió en su casa, mientras dormía, el 29 de marzo de 2009. Tenía 95 años.
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