La fotógrafa Ruth Orkin (1921-1985) captó una imagen con la que buscaba representar lo que era ser una mujer que viajaba sola en la Europa posterior a la Segunda Guerra Mundial. Muchos creen que está escenificada, y otros muchos la han tomado como el símbolo del acoso machista a las mujeres. Ni una ni otra son ciertas; al menos, eso es lo que dice su protagonista.
En la imagen, una mujer, Ninalee Craig, amiga de Orkin, pasea por Florencia mientras agarra su fular y varios hombres parecen acosarla con sus miradas y sus palabras.
Craig tenía entonces 23 años, hoy tiene 89, y es tajante a la hora de hablar de la famosa foto: “Es auténtica”, afirma. “Yo estaba entusiasmada, disfrutando del mejor momento de mi vida. Me sentía como Beatriz paseando por Florencia y sentía que Dante podía aparecer en cualquier momento y descubrirme”.
La verdad es que cuesta creerlo, ya que no es la impresión que da la foto en un primer vistazo. La cara de Craig y su gesto no parecen ser, precisamente, los de una mujer entusiasmada. Tampoco la situación se ve agradable: una mujer sola en la calle rodeada de hombres que la miran descaradamente y parecen estar haciéndole todo tipo de comentarios. Uno de ellos incluso se lleva la mano a la entrepierna.
“Esa foto no simboliza el acoso, simboliza a una mujer disfrutando de una experiencia maravillosa”, ha insistido Craig en más de una ocasión.
Durante años, la famosa fotografía ha sido el punto de partida de cientos de discusiones sobre feminismo y sobre el acoso a las mujeres, mucho antes de que ese término se usara de forma tan habitual como hoy en día.
“Los hombres que ven la foto me preguntan si sentía miedo, si necesitaba protección y si estaba agobiada, siempre muestran esa preocupación tan típica en ellos… Sin embargo, las mujeres, mis amigas, miran la foto y ríen. Me dicen, ¿no es maravilloso? ¿no son maravillosos los italianos? Te hacen sentir apreciada, y la expresión de mi cara es la de estar por encima de todo eso, incluso hoy en día intentas no establecer contacto visual cuando te cruzas con un grupo de hombres por la calle”, explica Craig.
La mujer reconoce que la actitud de los hombres de la foto parece lasciva y maliciosa, pero ella insiste en que era totalmente inofensiva: “Muy pocos de aquellos hombres tenían un trabajo. Italia estaba recuperándose de una guerra, estaba devastada… y te aseguro que ninguno de ellos tenía la intención de acosarme”.
Aquellos hombres eran conscientes de la presencia de Orkin con su cámara. La fotógrafa incluso pidió a Craig que volviera sobre sus pasos y para pasar de nuevo ante ellos y poder sacar una segunda foto.
Ninalee Craig y Ruth Orkin se conocieron en Florencia en el año 1951, en una época en la que no era muy habitual encontrar mujeres estadounidenses viajando solas por Europa.
Craig había ahorrado dinero para el viaje trabajando como maestra en Nueva York. Siguiendo el consejo de su madre, se lanzó a viajar por Europa. Estuvo en Francia, España e Inglaterra antes de llegar a Florencia, donde tenía previsto asistir a clases de arte.
Orkin, por su parte, acababa de llegar tras hacer un trabajo en Israel para la revista Life. Ambas se conocieron en la oficina American Express, lugar que en aquella época se utilizaba para enviar cartas y telegramas, hacer llamadas de teléfono y cambiar dinero.
Ambas mujeres disfrutaron de su mutua compañía desde que descubrieron que se alojaban en el mismo hotel, un lugar por el que pagaban un dólar la noche, con comidas incluidas. Compartían su pasión por los viajes y a Orkin se le ocurrió hacer algunas fotos para documentar su estancia en la ciudad.
Craig recuerda aquel momento: “Ruth me dijo, oye, sabes qué, podría ganar algo de dinero si nos paseamos por ahí y muestro con mis fotos cómo es ser mujer y viajar sola”.
La mañana siguiente, sobre las 10:00, ambas salieron a la calle. La foto de Orkin pasando entre un grupo de hombres fue una de las primeras que hizo Orkin. Hizo otra parecida desde un ángulo diferente y después siguió captando escenas típicas de la vida en las calles florentinas: cafés, estatuas, plazas, las vías adoquinadas…
La sesión de fotos duró unas dos horas. Poco después ambas abandonaron Florencia y cada una siguió su camino. Volvieron a encontrarse poco después, en París y en Venecia, y sacaron más fotos.
Las imágenes se incluyeron en un ensayo fotográfico publicado en la revista Cosmopolitan en el año 1952 titulado “Cuando viajas sola…”, y en el que se daban consejos sobre “dinero, hombres y normas para viajar de forma despreocupada y segura y cuando lo haces sola”.
El artículo animaba a sus lectoras a «comprar billetes de tren y barco con antelación, llevar encima su certificado de nacimiento y avisar al Ministerio de Asuntos Exteriores de sus planes de viaje».
“La admiración pública no debería ponerte nerviosa. Mirar a las mujeres es un pasatiempo popular, inofensivo y halagador del que serás objeto en muchos países extranjeros. En esos lugares, los caballeros son más ruidosos y más expresivos que en Estados Unidos, pero no hacen daño a nadie”.
Este extracto del artículo publicado en Cosmopolitan está muy lejos del discurso actual. Pero por aquel entonces se veía como una forma de animar a las mujeres a superar sus miedos y a que viajaran en solitario. Es eso, según Craig, lo que hace que esa foto sea tan especial. Da una visión peculiar de dos mujeres (una detrás de la cámara, la otra delante) que desafiaban los roles de género de una época y que disfrutaban cada minuto con lo que hacían.
“La miro y vuelvo a aquella época, es maravilloso”, afirma la protagonista de la imagen. «Yo era una estudiante de arte sin preocupaciones. Tenía 23 años y el mundo a mis pies”.
Durante gran parte del siglo XX, Craig fue conocida por su pseudónimo, Jinx Allen. Luego, en la década de los 80, la foto fue publicada en la revista Life y se reveló su verdadera identidad.
Hasta entonces, Craig vivió “muchas vidas”, como le gusta decir a ella misma. Se casó con un italiano y se convirtió en condesa, más tarde volvió a casarse, esta vez con un ejecutivo canadiense. Después de la muerte de su segundo marido, se trasladó a Toronto, donde frecuentó la entonces emergente escena artística y acabó estableciéndose allí. 40 años después, se refiere a sí misma como “la chica canadiense” (the Canadian girl) en lugar de “la chica americana” (the American girl).
A Ninalee Craig le encanta hablar de su aventura de seis meses en Europa y de su encuentro con Ruth Orkin, un alma gemela cuyas fotos capturaron el espíritu de una época, y especialmente la foto de la chica americana. Ambas volvieron a reunirse en Estados Unidos y siguieron con su estrecha amistad hasta la muerte de Orkin en 1985.
“Era una mujer increíble, lo pasamos genial”, dice Craig al recordar a su amiga y lo que ambas compartieron.