Yo no era el típico fotógrafo. Garry Winogrand salió de mi primera exposición diciendo: «¿Esto qué es? ¡No es fotografía!». Bueno, no lo será para ti. Yo me he definido a mí mismo como fotógrafo y he actuado de manera consecuente con esa definición. Amo lo íntimo. Mis fotografías son pequeñas e íntimas. Me gusta susurrar secretos en los oídos de la gente en vez de gritar. Me gusta lo sutil del sexo, las diferencias de tonalidad de la piel… Siempre se descubre algo, por eso siempre me he marcado nuevas metas.
Por eso hacer secuencias de fotos me resulta liberador. En mi caso, me liberó del ‘momento decisivo’. Los fotógrafos siempre tendemos a mirar las cosas en lugar de observarlas en profundidad.
La edición francesa de la revista Vogue se puso en contacto conmigo en 1999. Querían que hiciera unas fotografías para ilustrar un artículo sobre física cuántica que iban a incluir en una edición especial sobre ciencia. La física es algo que siempre me ha interesado y me gusta intentar fotografiar cosas que parecen imposibles de fotografiar; más que observar la realidad, intento profundizar y explorar. Así que acepté la propuesta.
Cuando era niño e iba a la escuela en Pennsylvania tenía un profesor de Ciencias, el señor Dunlap. Él nos enseñó que los átomos estaban formados por electrones, neutrones y protones, y que casi todo se reducía a eso. Pero, después de la segunda Guerra Mundial, con el desarrollo de los aceleradores de partículas, se descubrieron partículas mucho más pequeñas, como los muones, los quarks, los gluones y los bosones.
Entonces, Werner Heisenberg, un pionero en el campo de la física cuántica, formuló una teoría que afirmaba que era imposible predecir con certeza la posición y la velocidad de una partícula porque estas interactúan en un caos total. Esa idea, conocida como el ‘Principio de incertidumbre de Heisenberg‘ resultó revolucionaria y llevó a Albert Einstein a responder que no podía creer que Dios jugara a los dados con el universo. La idea de que la expresión fundamental de la energía es algo caótico sacudió los esquemas de pensamiento de la época. ¿Cómo no sentir curiosidad por algo así?
Compré el espejo convexo en una tienda de antigüedades de Bath, Inglaterra, en un viaje que hice para visitar la Royal Photographic Society. Estaba tan emocionado por las distorsiones visuales que creaba que lo traje de vuelta a América. Lo llevé conmigo durante todo el vuelo, los demás pasajeros debieron de pensar que yo era la persona más vanidosa del mundo.
Se me ocurrió que el espejo, al transformar todo lo que se ponía ante él, me ayudaría a ilustrar el Principio de Incertidumbre de Heisenberg. Cuando la modelo se movía un poco, la imagen reflejada cambiaba completamente. Resultaba extraño, con un toque líquido, y muy emocionante. Era como si yo viera la energía de la modelo evolucionar y vibrar ante mis ojos. Por supuesto que a este nivel no podemos ver cómo cambia la energía, pero ver cómo se distorsionaba en todas esas caras diferentes seguía resultando maravilloso.
Tomé una serie de fotografías y las llamé «El espejo mágico de la incertidumbre del doctor Heisenberg». En las fotos, los labios de la modelo se agrandan, los ojos se estiran y, en la última imagen, cuando la hago mirar a cámara, su mejilla ocupa casi todo el espejo y la cara desaparece por completo. Aquella parecía la mejor forma de terminar la serie, con una especie de pura energía blanca.
Mucha gente me pregunta por mi costumbre de añadir textos a mis fotos. Lo cierto es que recibí muchas críticas cuando empecé a hacerlo. Una vez tuve un profesor en la Escuela de Artes Visuales que me preguntó, alarmado: «¿Qué es esto de escribir en las fotos?» La idea de que una imagen vale más que mil palabras está muy extendida y escribir algo que acompañe a la foto parece decir que esa imagen ha fallado. Así que este profesor se mostraba muy preocupado cuando los alumnos le preguntaban por las implicaciones de añadir texto a las fotos.
Pero lo cierto es que las fotografías fallan todo el rato y todo lo que yo hacía al añadir mis textos era responder a las limitaciones del medio fotográfico. Lo que no hago es escribir pies de foto, porque los pies de foto no hacen más que describir lo que estás viendo. Mis textos, sin embargo, hablan de lo que no ves.
Siempre he pensado que las fotografías no cuentan lo suficiente. Describen muy bien, pero cuando yo añado un texto lo que hago es señalar algo que no se puede ver. Todo esto viene de la frustración que me causa lo que yo llamo ‘el silencio de la imagen fija’.
Creo que las fotografías tienen que ser provocadoras y no decirte lo que ya sabes. No hace falta ningún poder extraordinario ni ningún tipo de magia para reproducir el rostro de alguien en una fotografía. La magia está en ver a la gente de una forma nueva.
No soy un esnob de la fotografía, siempre me he ganado la vida con mi trabajo comercial. Un día, un joven fotógrafo me echó eso en cara y me dijo que él nunca se había «vendido». Yo le contesté: «Bueno, tampoco tienes nada que vender».
Otros enlaces de interés:
Web de Duane Michals en DC Moore Gallery
Duane Michals, el fotógrafo-artista que nunca supo seguir las reglas
Así retrató Duane Michals a la actriz Meryl Streep
*NOTA: Este post está basado principalmente en un texto escrito por el propio Duane Michals en el periódico ‘The Guardian‘ en febrero de 2015 y en una entrevista al fotógrafo colgada en Youtube por la Fundación Mapfre.
Había visto esta serie de fotografías en la exposición de la Fundación Mapfre en Barcelona y me llamaron la atención por el título, pero no había leido nada ni había visto la entrevista sobre ella. Como siempre, descubriendo y aprendiendo nuevas cosas con la lectura de tus fantásticos textos.
Yo también aprendo un montón preparándolos. Gracias, Jesús!