Es agosto y estamos en París, corre el año 1939.  La amenaza nazi flota en el ambiente (Hitler invadirá Polonia en unos días, el 1 de septiembre, dando comienzo a la Segunda Guerra Mundial) y muchos empiezan a plantearse abandonar la ‘ciudad de la luz’.

Es tarde, de madrugada, y una luz permanece encendida en un estudio que da a los Campos Elíseos. En su interior, un reconocido fotógrafo de moda que trabaja para la edición francesa de Vogue acaba de hacer su última foto antes de hacer las maletas y cruzar el charco rumbo a Nueva York. No quiere marcharse, París es su casa, el centro mundial de la moda y de la alta costura, su vida y la profesión que tanto ama están allí… Pero siente que no tiene elección. Su nombre completo es Horst Paul Albert Bohrmann, y pasará a la historia de la fotografía con el nombre de Horst P. Horst.

 

Horst P Horst Mainbocher Corset 1939

The Mainbocher Corset, 1939. Foto: Horst P. Horst

 

Esa última foto que ha hecho en su estudio parisino es especial, lo será para él por su significado personal; la última hecha antes de abandonar su adorada ciudad. Pero lo que entonces no sospecha este alemán cuya pasión por el arte le llevó a abandonar su país para recalar en Francia tras una breve estancia en Inglaterra, es que esa imagen que acaba de inmortalizar con su cámara se convertirá una de las más famosas de la historia de la fotografía. Ni que, más de 50 años después, la mayor estrella pop del momento, la cantante Madonna, reproducirá esta foto y otras suyas en ‘Vogue‘, un videoclip musical que romperá moldes y que será uno de los hitos en la carrera de la artista.

 

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Captura del videoclip ‘Vogue’ de Madonna

 

Cuando el video se lanzó, Horst, que tenía ya 83 años, no salía de su asombro. Allí estaba la cantante más famosa del momento, y una de las mayores estrellas musicales de la historia, protagonizando un vídeo en el que imitaba varias de las icónicas fotos que él hizo para Vogue, incluida aquella última que sacó antes de dejar París. Y lo había hecho, además, sin pedirle permiso. Dicen que Horst estuvo a punto de demandar a Madonna.

Pero esa, la del ‘mosqueo’ de Horst con Madonna, es otra historia.

La imagen que fascinó a la cantante y que sigue atrapando a muchos de los que la contemplamos se llama ‘The Mainbocher Corset’. Está considerada la mejor fotografía de Horst; la más perfecta, la más evocadora, la más elegantemente sensual. La imagen ha quedado inevitablemente ligada al nombre del fotógrafo, tanto que fue la única elegida para ilustrar la portada de su biografía ‘Horst, his work and his world’ (Horst, su trabajo y su mundo).

 

FOTO BIOGRAFIA HORST

Portada de la biografía de Horst P. Horst

 

El poder hechizante de la imagen, que se conserva intacto 80 años después de haberse tomado, es fruto de la combinación sutil y nada azarosa de varios factores. Hay en ella una belleza atemporal, un equilibrio, una elegancia y un punto muy sutil de provocación que la convierten en una obra de arte. El control exquisito de la luz y el manejo expresivo de las sombras son otra de las claves de la imagen. No en vano, Horst P. Horst ha pasado a la historia, entre otras cosas, como uno de los grandes maestros de la iluminación dramática.

 

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Foto: Horst P. Horst

 

Horst estuvo siempre fascinado por el arte clásico, un gusto que es patente en muchas de sus fotografías: proporción, equilibro y armonía son los pilares básicos de sus trabajos. El propio fotógrafo admitió su predilección por fotografiar a mujeres de una forma muy concreta y muy ligada a la iconografía de la Grecia clásica: con un halo de diosas casi inalcanzables, con un toque escultural, como si estuvieran en la paz del Olimpo.

Sus escenarios cuidadosamente preparados y un atrezzo hábilmente seleccionado son otra muestra de su admiración por el mundo clásico. En el caso de ‘The Mainbocher Corset’, la balaustrada de mármol y la forma en que la modelo se apoya en ella hacen que su espalda, elegantemente curvada, recuerde a un torso masculino, jugando así con una sutil dualidad de lo más atractiva.

 

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Detalle de la fotografía de Horst

 

El dramatismo de la imagen, como ya hemos apuntando anteriormente, viene de la luz y de las sombras profundas que esta crea en lugares estratégicos. Y es que, en esa foto, pese a lo que pueda parecer, nada, absolutamente nada, está dejado al azar, y nada es tan natural ni sencillo como aparenta. Incluso al propio Horst le resultaba difícil explicarlo:

La iluminación es más compleja de lo que uno cree. Parece que solo hay una fuente de luz, pero en realidad había reflectores y otros focos. Realmente no sé cómo lo hice. No sería capaz de repetirlo.

La perspectiva de la imagen, el hecho de que el desnudo esté tomado desde atrás, el uso de la espalda femenina como símbolo de belleza, objeto de deseo y elemento sugerente recuerda mucho a pintores como a Ingres o Degas, y a fotógrafos del siglo XIX como Bruno Braquehais o Julien Vallou de Villeneuve, e incluso al célebre Le Violon d’Ingres de Man Ray (1924).

 

 

Sin embargo, el erotismo de la escena no recae únicamente en la piel desnuda de la espalda de la modelo, ni en su postura o su actitud, hay un elemento que contribuye decisivamente a hacer que la imagen resulte especialmente sugerente: el corsé. No hay que olvidar que el objetivo de la fotografía era publicitario y comercial; anunciar y vender el corsé en cuestión, creado por el diseñador estadounidense Main Rousseau Bocher, admirador confeso de Horst:

«Sus fotografías son puro genio y deleitan mi alma … cada una es perfecta por sí misma».

El negativo original de la foto mostraba el lado izquierdo del corsé colgando suelto del cuerpo de la modelo.  Se consideró que ese detalle hacía que la foto fuese «demasiado atrevida» para poder ser publicada y, para evitar problemas, decidieron retocar el negativo y hacer que el corsé se ajustara perfectamente al cuerpo de la mujer. No fue el único retoque que se le hizo a la imagen; también se retocó la cintura de la modelo para que pareciera más estrecha.

 

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Detalle del lado izquierdo del corsé, que fue retocado en el negativo

 

En aquella época, a finales de 1939, el corsé volvía a estar de moda tras unos años en los que su uso había estado mal visto al entender que llevarlo atentaba contra la salud (constreñía la cintura y parte de la caja torácica de las mujeres, dificultando su respiración) y considerar que no era más que un nocivo vestigio de un pasado oscuro y lejano.

Sin embargo, la prenda reapareció con fuerza en los desfiles de moda de aquel año, donde vestidos, abrigos y chaquetas marcaban cinturas de avispa que solo eran posibles con el uso del corsé. Así que la prenda volvió y lo hizo con éxito. Según los datos de la época, en 1939, las mujeres estadounidenses gastaron más de 100 millones de dólares en sujetadores y corsés.

Ese mismo año, 1939, se rodó la famosa película ‘Lo que el viento se llevó‘, cuya legendaria protagonista, Escarlata O’Hara, se sometía diariamente al ritual del corsé:

 

https://www.youtube.com/watch?v=Pd6zQrcQ9YE

 

En Francia, fue la revista Vogue la encargada de convencer a sus lectoras de las maravillas de la antes denostada prenda. En el número del mes de septiembre de 1939, la publicación decía lo siguiente en uno de sus artículos:

«Oh, deja de quejarte de que el corsé es incómodo. En primer lugar, las estancias modernas están bien diseñadas, de forma que una puede suspirar e incluso respirar adecuadamente. Y, en segundo lugar, la comodidad no es realmente el problema, sino adquirir las proporciones corporales de una sirena. O las de Tutankamon en su ataúd de oro».

Y es dentro de esa campaña donde entraba la fotografía de Horst P. Horst.

 

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Fotografía de una modelo de la época, con la famosa ‘cintura de avispa’

 

La moda es la expresión de los tiempos, pero la elegancia es una cosa totalmente diferente.

Haciendo caso de esta conocida frase de Horst, muchos hicieron, y hacen, una lectura política de la vuelta del corsé: veían en la prenda el símbolo de la opresión política que se extendía por Europa, un continente donde triunfaban los regímenes totalitarios y existía una creciente simpatía por la derecha.

Dentro del mundo de la fotografía, hubo quien vio el corsé como la perfecta metáfora del trabajo de Horst, controlado hasta el límite, donde todos los detalles se cuidan para que encajen a la perfección, y contraponían su figura y estilo al de otro fotógrafo que, pocos años antes, había revolucionado la fotografía de moda con un estilo radicalmente diferente al del alemán: Martin Munkácsi.

Al contrario que las modelos de Horst, las de Munkácsi eran mujeres libres, dinámicas, deportistas y aventureras que aparecían en la playa, disfrutando del verano y corriendo alegres al sol.

 

 

Todo en ellos era opuesto y antagónico: los exteriores de Munkácsi frente al estudio de Horst, las mujeres reales y cercanas de Munkácsi frente a las Diosas inalcanzables del Olimpo de Horst; la naturalidad de la luz, frente al dramatismo milimétricamente estudiado; la instantaneidad de Munkácsi y su Leica frente a firme apuesta de Horst por la cámara de gran formato. El fotógrafo de Vogue adoraba el gran formato, que le proporcionaba negativos muy ricos en detalles y, de hecho, insistió en que todos los fotógrafos que trabajaban para la revista utilizaran este tipo de cámaras.

El método de trabajo de Horst, en estudio y con varios asistentes, le permitía controlar su fotografía hasta el último detalle. En otras palabras, Horst buscó producir elegancia a base de control, intuición y cálculo milimétrico. No es difícil imaginar a él o a sus asistentes moviendo y recolocando las bandas sueltas del corsé hasta dar con la forma y la caída «perfectamente descuidada», para dotar así a la imagen de un toque de vida y solvencia visual.

 

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Detalle de la foto de Horst P. Horst

 

‘The Mainbocher Corset’, la foto que Horst hizo en los estudios de Vogue la noche antes de embarcar hacia Estados Unidos, marcará el final de su primera etapa profesional. La segunda la desarrollará ya en Estados Unidos, también en Vogue, y será igual o más exitosa que la anterior. Una vez, preguntado por el significado que para él tenía la foto del corsé, Horst explicó:

La foto nació de la emoción, fue la última que tomé en París antes de que comenzara la guerra. Salí del estudio a las 4:00 de la mañana, volví a casa, recogí mis maletas y tomé el tren de las 7:00 a Le Havre para embarcar en Normandía. Todos sentíamos que la guerra estaba cerca. Demasiado armamento, demasiados rumores. Y sabías que, pasara lo que pasara, la vida jamás volvería a ser igual. Había encontrado una familia en París, y una forma de vida. Pensaba en los libros, el apartamento, todo lo que dejaría atrás. Anteriormente, yo ya me había ido de Alemania, Heune (se refiere a George Hoyningen-Heune, fotógrafo de moda amigo suyo) se había ido de Rusia y ahora volvíamos a experimentar el mismo tipo de pérdida. Esta fotografía es especial para mí, es la esencia de ese momento. Mientras la hacía, estaba pensando en todo lo que estaba dejando atrás.

 

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Foto: George Hoyningen-Heune

 

En Estados Unidos, Horst trabaja para la edición estadounidense de Vogue, donde realiza portadas que son ya parte de la historia. En 1943 se nacionaliza estadounidense y cambia su apellido, Bohrmann, que coincidía con el del secretario privado de Hitler, llamado Martin Bormann. A partir de ahí será conocido como Horst P. Horst.

‘The Mainbocher Corset’ se hizo para publicarse en el especial de Vogue de octubre de 1939, pero la situación política trastocó los planes de la publicación. Inglaterra y Francia habían declarado la guerra a Alemania y la revista Vogue no apareció en octubre ni tampoco en noviembre, pero sí en diciembre, y con un editorial muy especial, marcado por el inicio de la contienda:

«¿Es posible que se esté preguntando cómo puede ser que la frivolidad haya vuelto (a los quioscos) en estos tiempos de guerra? Quienquiera que piense así está olvidando que la industria de la confección francesa es el segundo sector más importante junto con el de la metalurgia (…)  Toda la nación se encuentra en guerra y debe defenderse en todos los campos y en todas las áreas. Aquellos que no están llamados a la dudosa gloria de luchar con armas pueden al menos ser útiles a través del trabajo…»

 

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Portada de la edición frances de Vogue de diciembre de 1939

 

Para aquel número especial de diciembre, los editores de la revista decidieron copiar las páginas de moda diseñadas para la edición de octubre y que se habían quedado sin publicar. Y así es como finalmente ve la luz el ‘The Mainbocher Corset’ de Horst, reducida al tamaño de un sello postal, en la página 35 del número de diciembre. La publicación pilló a Horst viviendo ya en Estados Unidos.

Horst P. Horst murió en Palm Beach, Florida, en 1999, a la edad de 93 años. A los 86 había dejado ya de hacer fotos como consecuencia de sus problemas de vista. Para entonces, su imagen llevaba décadas convertida en un icono de la fotografía de moda que volvió a cobrar más protagonismo, si cabe, después de que la cantante Madonna se «apropiara» de ella en su vídeo. La foto de Horst es ya una imagen eterna e inmortal, como las diosas griegas que el fotógrafo tanto admiraba.

Me gusta tomar fotografías porque me gusta la vida, dijo Horst una vez. Y me encanta fotografiar a las personas porque, sobre todo, amo a la humanidad.

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