Era carismático y complicado y, al parecer, profundamente inseguro, con una historia familiar difícil de la que no le gustaba hablar.
Así define a Peter Hujar uno de sus mejores y más íntimos amigos, el crítico de fotografía Vince Aletti.
El de Peter Hujar es uno de esos casos curiosos que a veces se dan en el mundo del arte. Un hombre con una personalidad arrolladora, atractivo físico, un alma torturada y un talento personal y único para la fotografía parecía tenerlo todo para convertirse en una celebridad, en un artista de culto. Entre sus amigos íntimos estaban además personalidades de la talla de Susan Sontag y Andy Warhol, que lo incluyó en algunas de sus series como ‘The thirteen most beautiful boys’ (Los 13 chicos más bellos). Sin embargo, Hujar siempre estuvo a la sombra de contemporáneos suyos como Nan Goldin y Robert Mapplethorpe. Su obra y su nombre no despegaron definitivamente prácticamente hasta después de su prematura muerte a finales de los años 80.
Entonces… ¿quién era Peter Hujar y por qué el éxito se mostró tan esquivo con él?
Vince Aletti:
Peter era un hombre de esos que llaman la atención, alto y bien parecido, y su compañía resultaba cautivadora. Era genial en las fiestas. No puedo decirte la cantidad de veces que amigos míos que lo conocían por primera vez me llamaban después para decirme: «¿Quién era ese tipo? Estoy enamorado de él».
Nan Goldin (fotógrafa y amiga de Peter Hujar):
Yo también estaba enamorada de él. Tras su funeral, todo el mundo que se reunió en su casa estaba enamorado de él, no se conocían entre sí, pero todos eran los mejores amigos de Peter.
Peter tenía una calma y una serenidad increíbles, era una de las personas más profundas que he conocido y su trabajo también lo es, de forma evidente. Era una persona verdaderamente íntegra, y es por eso por lo que no tuvo una gran carrera.
La de Hujar es una de las obras que mejor retratan y representan la escena artística neoyorquina de 1980. Son famosos, sobre todo, sus retratos y desnudos, pero también trabajó el paisaje urbano, las naturalezas muertas o las catacumbas de Palermo, en Italia.
Sus impresiones eran particularmente buenas. Hujar era un maestro del cuarto oscuro, con un estilo propio en cuanto al tratamiento de los negros y los grises al que se mantuvo fiel durante toda su vida.
Despreciaba la fotografía demasiado plegada a la servidumbre de la estética y lo que más le interesaba era documentar, no a gente famosa, sino a aquellos que vivían en ese Nueva York chispeante y bohemio en el que él se movía. Le gustaba retratar a personas a las que admiraba por su orgullosa aceptación de sus verdaderas identidades. «Mi trabajo nace de mi vida. Las personas a las que fotografío no son frikis ni gente rara. Me gustan las personas osadas», dijo una vez.
Vince Aletti:
Peter tenía una gran capacidad para conectar con la gente. Ahí están todas las fotos que le hizo a David Wojnarowicz. Creo que conectó con él a un nivel muy profundo, y que hay una verdadera capacidad de comprensión y amor en esas fotos. Recuerdo que las imágenes me impresionaron mucho al principio porque cuando conocí a David no me pareció un tipo particularmente impresionante … Pero cuando vi las fotos de Peter, entendí perfectamente lo que Peter vio en él.
El polifacético David Wojnarowicz fue uno de sus grandes amores y el protagonista de algunas de sus fotos más famosas. Se conocieron en 1980, fueron amantes durante un breve tiempo y después conservaron su amistad hasta la muerte de Hujar. Wojnarowicz lo consideraba su mentor. A ambos les unía una infancia marcada por el maltrato y su pasión por el arte.
De esa pasión compartida surgieron retratos como el que Hujar hizo a Wojnarowicz en 1981. En él, el joven artista fuma un cigarrillo y mira directamente a cámara, como interpelando al propio Hujar, con una expresión cansada e implacable al mismo tiempo. La fotografía es fiel reflejo de la maestría de Hujar en ese tête à tête particular entre fotógrafo y retratado que determina la fuerza de un buen retrato.
Nan Goldin:
Cuando más miras su trabajo, más profundizas en él. Su trabajo se basa en el subtexto, en significados que subyacen a la imagen, y hay muy poca fotografía de ese tipo. Cuando miras su trabajo, ves mucho más que la mera superficie de una persona. Es, además, el mejor fotógrafo de animales que conozco. Cuando fotografía un perro, ves un perro en particular, no se trata de la especie en general. No he visto a nadie fotografiar animales así.
Una de las cosas que llaman la atención dentro de la obra de Peter Hujar son, precisamente, sus fotografías de animales. Retratos de caballos, perros o gansos que reflejan una sensibilidad que brilla al mismo nivel que cuando los retratados son seres humanos. Muy pocos fotógrafos son capaces de lograr algo así. Conseguía que tanto animales como personas recelosas al objetivo de la cámara se sintieran cómodas y desinhibidas ante su mirada.
Fran Lebowitz (escritora y amiga íntima de Peter Hujar):
Era famoso por su belleza. Creo que probablemente fui la única persona que conocía a Peter y que no estaba enamorada de él. Todos se enamoraban locamente de Peter. Todos. Enamorados.
Yo odio que me saquen fotos, y siempre lo he odiado. Pero con Peter, no me importaba. Peter estaba, en cierto modo, en su momento más sensible cuando hacía fotos. Estaba tan absorto en ello… Peter era, en muchos aspectos, un hombre muy torturado, y yo sentía que, cuando estaba haciendo fotos, era el único momento en el que ese sufrimiento desaparecía. En aquella época, yo tenía otros amigos fotógrafos, pero no eran como Peter. Peter estaba tan profundamente absorto y comprometido con la fotografía que no había un solo segundo en que dejara de ser fotógrafo.
Para Hujar el retrato definía lo que era y podía ser el arte. Quería mostrar lo que fotografiaba con claridad, empatía y con respeto por la vida que se ocultaba tras la máscara.
El nombre y la obra de Hujar aparecen muchas veces inevitablemente ligados al de otro fotógrafo neoyorquino: Robert Mapplethorpe. Pese a ser contemporáneos y tener vidas y estilos parecidos, fue Mapplethorpe y no Hujar el que saboreó las mieles del éxito y la fama.
Muchos afirman que Mapplethorpe eclipsó a Hujar y que por eso Peter no acabó de llegar al gran público. Pero aceptar esa explicación sería dejar de lado un dato muy importante: que Hujar hizo mucho por permanecer alejado de los focos, por moverse y trabajar en la oscuridad, manteniendo duros y continuos enfrentamientos con editores de revistas y galeristas de toda la ciudad. Tal y como cuenta su amigo Steve Turtell, Hujar solía decir: «Quiero que hablen de mí en voz baja. Cuando la gente hable de mí, quiero que lo hagan en susurros».
¿Cuál fue, en realidad, la relación entre ambos Peter Hujar y Robert Mapplethorpe?
Vince Aletti:
En mi opinión, Mapplethorpe no influyó en Peter, puede que lo impulsara de alguna forma, pero Mapplethorpe logró el éxito porque supo cómo salir adelante, era un embaucador. Peter, en cambio, era todo lo contrario. No estoy denigrando a Mapplethorpe, creo que supo cómo labrarse un camino y Peter no. Pero para mí Peter era mejor fotógrafo porque no estaba interesado en lo superficial, lo que le interesaba era conectar. A mí, personalmente, es el trabajo de Peter el que me emociona.
En su círculo más íntimo, Hujar criticaba a Mapplethorpe por ser «demasiado artístico». Para él, sus fotos carecían de la crudeza necesaria para ser realmente significativas.
Fran Lebowitz:
A Peter y a mí no nos gustaba Robert Mapplethorp. Una de las razones es que Peter pensaba que Robert era tonto, ya sabes, y lo era. También pensaba que, en cierta manera, Robert le había copiado, lo que, por supuesto, hizo. Sam Wagstaff, que era el mecenas de Robert, intentó ser el de Peter cuando eran más jóvenes. Sam Wagstaff también era deslumbrantemente guapo, pero Peter no estaba contento, no iba a ser el juguete de un hombre rico. Sin embargo, Robert se moría por ser el juguete de un hombre rico.
Robert buscaba la aprobación de Peter, siempre me estaba dando fotografías suyas para que se las hiciera llegar a Peter. Se presentaba en mi apartamento, sonaba el timbre y yo decía: «Oh, ese es Robert, dándome más material». Y él me preguntaba: «¿Se las has enseñado a Peter? ¿Le han gustado?»
Cuando me mudé de apartamento, pensé, ‘¡este es el momento perfecto para deshacerse de la basura de Mapplethorpe!’ Tenía un montón de fotos suyas. En 1979, los contenedores de basura eran cubos de metal que estaban en la calle. Tuve que tirar las fotos allí. Había tantas, que cabían en el cubo. Hoy es el día en el que, cada vez que veo los precios que alcanzan las fotos de Mapplethorpe en las subastas, me veo a mí misma saltando sobre el cubo de basura para hacer que todas aquellas fotos cupieran.
A Hujar tampoco le gustaba especialmente el trabajo de otra de las grandes personalidades de la fotografía con la que habitualmente se le compara: Diane Arbus. Después de conocerla en persona, Hujar se sintió ofendido por lo que Arbus le dijo: que estaba intentando copiarla. «Ha visto parte de mi trabajo y me ha dicho que se parece demasiado al suyo».
Arbus, como Mapplethorpe y Goldin, también acabó siendo una fotógrafa reconocida y de éxito.
Stephen Koch (amigo y dueño del legado de Peter Hujar):
En cierto modo, él era famoso. Pero era una fama muy extraña, algo así como una especie de fama secreta. Su reputación fue, al mismo tiempo, extensa y oculta; poderosa y casi invisible.
De hecho, a Hujar le ofrecieron más de una vez exhibir sus fotos en galerías y museos de prestigio a lo largo de su vida, pero era tan especial sobre con quién trabajar y cómo mostrar sus fotografías que rechazó o se autoexcluyó de casi todas.
Nan Goldin:
Una vez íbamos a hacer una exposición conjunta, Peter y yo, pero el comisario de la muestra decidió prescindir de mí y hacerla solo con el trabajo de Peter. Pero, después de eso, Peter decidió cancelarla. Y es por ese tipo de cosas por las que no se hizo famoso como Mapplethorpe. Alguien escribió una vez que Peter tenía que haber sido tan famoso como Mapplethorpe y que Mapplethorpe tenía que haber sido tan famoso como Peter.
La foto que le hizo a la ensayista Susan Sontag es una de las más famosas de Hujar. Se conocieron en 1963 y descubrieron que compartían cierto tipo de sensibilidad. Su amistad duró toda la vida.
En 1976, un año antes de que Sontag publicara su famosísimo ensayo «Sobre la fotografía», la escritora aceptó hacerse cargo del prólogo del libro que Peter estaba preparando.
Stephen Koch:
Yo era un escritor muy joven que vivía en Nueva York. Me convertí en el protegido de Susan Sontag y mi amistad con ella duró hasta su muerte.
Susan era muy amiga del amante de Peter, Paul Thek. Un día, al de poco tiempo de conocerla, me dijo: «Hay una persona que quizás quieras conocer. Es fotógrafo«.
Por aquel tiempo, Peter tenía en mente el único libro que publicó en vida: ‘Portraits in life and death’ (Retratos de vida y muerte). Vino para hacerle un retrato a Susan y para pedirle que escribiera el prólogo de su libro.
Poco después, a Susan le diagnosticaron cáncer de mama. Teníamos una relación muy estrecha y recuerdo que fuimos al Memorial Hospital, donde le iban a hacer una biopsia. Estábamos solos, y ella me dijo: «¡Oh! ¡Se me ha olvidado escribir la introducción del libro de Peter! Tráeme un papel». Así que le llevé un papel y una revista sobre la que podía escribir mientras estaba en la cama. Flexionó sus rodillas y empezó a escribir. En unos 25 minutos ya tenía el texto terminado. Me pidió que lo mecanografiara y se lo llevara a Peter.
«Peter Hujar sabe que los retratos de vida son siempre, también, retratos de muerte. Me conmueve la pureza y la delicadeza de sus intenciones«, decía Susan en aquel texto.
A la mañana siguiente, mientras operaban a Susan, mecanografié el prólogo y se lo llevé a Peter. A partir de ese momento nos hicimos muy amigos, aunque éramos muy diferentes: yo venía de una familia clásica de clase media-alta del medio oeste y Peter era de origen humilde.
Con el tiempo, empezó a venir a cenar a mi casa una vez a la semana. Fui testigo de su desastrosa manera de enfocar su carrera desde el punto de vista comercial y empresarial. Peter fue absolutamente incapaz de entender cómo construirse una carrera. Fran Lebowitz lo resumió muy bien en su funeral: «Peter Hujar ha colgado el teléfono a todos y cada uno de los agentes de fotografía más importantes del mundo occidental».
Nan Goldin:
No era fácil trabajar con él, siempre evitaba comprometerse.
Recuerdo que, una vez, yo estaba preparando mi primera sesión para alguna revista estúpida como ‘Mademoiselle‘ y compré todos los ejemplares que pude para hacerme una idea de qué trabajo tenía que hacer. Estaba con dos modelos sentadas en una mesa de un restaurante pijo, con todo muy bien puesto, y Peter vino a dejarme parte de su equipo. Se me acercó y me dijo: «¿Cómo te atreves a hacer esto? ¡Eres Nan Goldin! ¡Desordena esa mesa!» Él no podía creer que yo estuviera intentando encajar en ese tipo de visión estúpida.
Hujar tuvo también sus contactos con la fotografía comercial y de moda. Fue pupilo de Richard Avedon y trabajó para el prestigioso fotógrafo comercial Harold Krieger, participando en sesiones para revistas como ‘GQ‘ y ‘Harper’s Bazaard‘. Pero Peter no tardó en renegar de todo ese mundo. Incluso confesaba que le daba vergüenza que le hablaran de ello. Tal y como puede verse en su obra, a Hujar lo que le importaba era expresar la vida, la condición humana, sin artificios ni florituras, y el mundo del arte y de la moda, con sus normas y convencionalismos, estaban muy lejos de su ideario e intereses expresivos.
Esta forma sincera, honesta y comprometida de entender la fotografía se reflejaba en su forma de vivir su propia sexualidad. La homosexualidad estuvo prohibida en Nueva York hasta 1980 y Peter participó activamente en las campañas por la legalización. Para la historia ha quedado el póster que creó en 1970 con una foto de unos manifestantes corriendo hacia la cámara y la palabra “Come out!” (¡Salid!) impresa en la parte superior.
Stephen Koch:
Peter se acostó con al menos 6.000 personas. No estoy exagerando. Le dijo a Fran Lebowitz que nunca había disfrutado del sexo. Eso no me lo creo, pero vi que había algo en él que entendía su soledad como un alejamiento de la pasión. No hablaba de relaciones, pero sí hablaba mucho sobre el deseo, lo que era hermoso. Una vez, en referencia a sus desnudos, me dijo: «La visión de carne desnuda es para mí como un golpe físico».
Con respecto a la sexualidad, Peter fue una persona absolutamente abierta, sin excusas. Esto no era habitual en aquella época. La mayoría de los gays tenían cierta ansiedad, elaboraban estrategias para lidiar con su otro yo. Pero Peter no. Era una especie de modelo para algunas personas. Era solitario, infeliz y pobre, pero no tenía ninguna duda sobre su sexualidad.
La personalidad y la vida adulta de Hujar estuvieron profundamente marcados por todo lo que vivió en su infancia. Nacido el 11 de octubre de 1934 en Trenton, New Jersey, Hujar fue criado por sus abuelos, inmigrantes ucranianos que vivían en una zona rural.
Su madre vivía y trabajaba como camarera en Nueva York. Nunca conoció a su padre, un traficante que abandonó a su madre antes de que él naciera.
Cuando su abuela muere, otros familiares que vivían en la misma casa empezaron a abusar de él y su madre decidió llevarle a vivir a Nueva York con ella y su novio. Hujar tenía entonces 11 años.
Pero las cosas no mejoraron, ya que allí también sufrió abusos hasta que se marchó de casa siendo aún adolescente. Estas experiencias marcaron profundamente al fotógrafo, que durante el resto de su vida se sentiría especialmente cercano a otras personas con infancias parecidas a la suya.
Stephen Koch:
Peter estuvo diez años viniendo semanalmente a cenar a casa. Escuchábamos a Brahms o a Patsy Cline, y nos sentábamos, yo con una copa de vino que a él no le gustaba verme beber, y él con otra copa de vino de la que jamás bebía. Se sentía muy incómodo con el alcohol porque había crecido rodeado de alcohólicos.
Y entonces enfermó. Mi esposa es doctora. Estábamos decorando el árbol de navidad y Peter vino a cenar. Nos dijo que algo andaba mal porque no podía levantarse de la cama, que dormía dieciséis horas al día. Nos dijo: «Estoy seguro de que es porque he dejado de fumar». Antes de irse, mi esposa le palpó las glándulas del cuello. Más tarde, me confesó que sabía que, o era una depresión grave, enfermedad a la que Peter tenía tendencia, o que era «eso», el SIDA.
Al final fue «eso». Se lo diagnosticaron el día de Año Nuevo de 1987. Peter se estaba muriendo.
A partir de ese momento, tuvo que tomar algunas decisiones sobre qué hacer y a quién dejar su trabajo. Creía (erróneamente) que Lisette Model (fotógrafa cuyos retratos Peter reconoció que le habían influido de forma significativa) había dejado toda su herencia a su distribuidor. Pensó que era una idea brillante, porque así habría alguien que estaría interesado en venderla. Lamentablemente, él no tenía distribuidor. Había dos candidatos: Vince Aletti y yo. El problema conmigo era que yo no sabía mucho sobre fotografía. Para ser un intelectual de Nueva York estaba razonablemente informado, pero para los estándares de Peter yo no tenía ni idea. Vince, en cambio, sí que sabía. Peter cambiaba mucho de opinión, pero estaba seguro de que era importante dejarle todo a una sola persona, y no a un comité o a una fundación.
Durante su última hospitalización, cerca ya del final, le estaba ayudando a bajar las escaleras y entonces me dijo: «Ah, por cierto, he decidido que te quedes tú las fotos». Y añadió: «No eres bueno, pero eres lo mejor que tengo».
Muchas de las fotografías de Peter son famosas por tener un algo especial, una combinación única de belleza y crudeza, que en algunos casos crearon cierta polémica. Es el caso de la foto que Peter hizo de la actriz, icono transexual y musa de la Velvet Underground Candy Darling en su lecho de muerte.
Fran Lewobitz:
Candy le pidió que sacara aquella foto. Peter me dijo: ‘¿Quieres venir?’ Y yo dije: ‘Peter, no creo que debas hacer eso. Me refiero a que Candy se está muriendo, es horrible «. Candy era joven, tenía 27 años cuando murió; incluso a mí, que entonces tenía 23 años, me parecía muy joven. Peter me dijo: «No, no, ella quiere que lo haga”. Así que fuimos al hospital, alguien la maquilló, la peinó y Candy posó para las fotos. Pensé que era horrible, no las fotos, que eran fantásticas, sino el hecho de estar muriéndote y que lo que te preocupe sea hacerte fotos. Pero era lo que a ella le importaba.
Cuando Candy murió, Peter y yo fuimos al funeral juntos, se celebraba en la funeraria más lujosa de Nueva York. Era invierno, y cuando llegamos a la funeraria, entramos en la habitación donde estaba el cuerpo. Para mí era la primera vez que veía un ataúd abierto. Había tarjetas recordatorio del funeral, rosarios, y también unas fotografías de Candy en las que aparecía trabajando de modelo. Y ahí estaba Candy, en el ataúd, vestida y maquillada. Aquella imagen me impactó.
Peter llevaba puesto su abrigo, y estaba justo detrás de mí y, de repente, cogió su cámara y le hizo una foto al cadáver. Yo me enfadé un montón y le dije:»¡Lo que haces es horrible!» Y él me contestó: «¡Ella hubiera querido que lo hiciera!» «¿Cómo lo sabes?», le pregunté. Y es verdad, creo que ella probablemente lo hubiera querido así. Me pasé dos días discutiendo con Peter por ese tema, pero lo cierto es que nunca vi la foto que le hizo al cadáver de Candy.
El propio final de Hujar fue muy parecido al de Candy. Peter murió en noviembre de 1987, a los 53 años, 11 meses después de que le diagnosticaran el SIDA. Lo hizo rodeado de amigos, entre ellos estaba David Wojnarowicz, para quien Hujar había sido “como un padre, como un hermano”.
Cuando Hujar expiró, David despejó todo lo que había en la habitación del hospital para filmar y fotografiar el cuerpo.
Tomó exactamente 23 fotografías, y ese número no fue casualidad. Guardó los contactos en un sobre en el que escribió: ’23 fotos de Peter, 23 genes en un cromosoma, habitación 1423′. Él asoció ese número con la evolución de la conciencia.
Conciencia es, precisamente, lo que tienen las fotos que forman la obra de Peter Hujar, y conciencia es lo que emanaba de su propia persona. Así y todo, no resulta fácil definir a Hujar, su carisma, su talento y su obra en pocas palabras. Quizá fue él mismo quién mejor trazó su propio retrato:
Hago fotografías directas y sencillas de sujetos complicados y difíciles. Fotografío a aquellos que se impulsan hacia los extremos y a los que se aferran a la libertad para ser ellos mismos.
Leyendo esas palabras no es difícil llegar a la conclusión de que, parafraseando una famosa cita de su maestro Richard Avedon, los retratos de Peter Hujar dicen más de Peter Hujar que de la gente a la fotografiaba.
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Me sigue pareciendo mucho mejor fotógrafo Mapplethorpe y mucho más elaborado, lo de que era superficial es una visión muy básica de él y de su trabajo. Pueden ver el documental que salió hace poco sobre él o leer Just Kids, para entender la complejidad estética de sus busquedas
No conozco nada de el, pero por lo que cuentas, debía ser una persona muy coherente sonsigo mismo.
Esa resistemcia a venderse por «un plato de lentejas» dice mucho de el.
¡Viva el punk y abajo las lentejas!