Nos hemos convertido en una raza de mirones. Lo que debería hacer la gente es salir de sus casas y mirar hacia dentro, para variar.
La frase pertenece a la película ‘La ventana indiscreta’, que Alfred Hitchcock filmó en 1954. En ella, un fotógrafo interpretado por James Stewart se ve obligado a estar confinado en su apartamento neoyorquino tras romperse una pierna. Pasa las horas en su silla de ruedas, asomado a un gran ventanal que da a un patio de vecinos. Desde allí puede ver todo lo que pasa, no solo las idas y venidas de los que allí viven, sino también lo que sucede dentro de sus casas. Las ventanas están permanentemente abiertas para intentar hacer frente de alguna manera a la ola de calor que durante día asola la ciudad.
L.B «Jeff(» Jeffries, el fotógrafo al que da vida Stewart, recibe diariamente la visita de su novia (interpretada por Grace Kelly) y de una enfermera llamada Stella (la actriz Thelma Ritter). Es a ella a quien se queja amargamente y ante quien se justifica por su afán de mirar durante horas lo que sucede en el interior de las casas de sus vecinos.
Llevo seis semanas encerrado sin otra cosa que hacer que mirar por la ventana. No puedo más.
Fue buscando información sobre esta película y sobre la condición voyeurista que acompaña a la fotografía como di, por casualidad, con el curioso trabajo de la fotógrafa estadounidense Gail Albert Halaban.
Sus fotografías son «intromisiones» en los hogares ajenos, una mirada que rompe la barrera psicológica del cristal de nuestra ventana para adentrarse en nuestra intimidad, en aquello que ocultamos a la mirada del mundo exterior.
Me gusta mirar a las ventanas de la gente. Sé que en un primer momento suena algo extraño. Muchos pensarán incluso que es ilegal. Pero cuando veáis mis fotos de París, os daréis cuenta de que soy una mirona amistosa.
La suya no es, sin embargo, ninguna intromisión ilegal, por mucho que pueda parecernos a primera vista. Basta con observar sus fotos con algo de detenimiento para darnos cuenta de que están escenificadas, hay algo en ellas, como la «perfecta» iluminación de los interiores o lo preciso del marco que las propias ventanas construyen alrededor de la escena y los sujetos, que nos hace sentir que no son del todo reales. Y es así. Gail Albert Halaban contacta con lo sujetos, pacta las fotografías (que, si no, serían ilegales y podrían causarle graves problemas) y busca también la complicidad de los que habitan en los apartamentos desde los cuales ella fotografía.
El resultado es un trabajo que mezcla, de manera única, la fotografía de arquitectura, la de interiores y el retrato.
Pero, ¿qué es lo que llevó a Halaban a hacer este tipo de fotografía? ¿De dónde le viene el interés por utilizar las ventanas para mirar de fuera hacia dentro, en lugar de hacerlo de dentro hacia afuera?
Fue una situación personal dura la que provocó que Gail Albert Halaban descubriera su fascinación por acceder a la intimidad de las personas desde lejos. La fotógrafa nacida en Washington estaba en la sala de urgencias de un hospital acompañando a su hijo de 5 años, enfermo del corazón.
Me di cuenta de que todo allí funcionaba por control remoto. Los doctores monitorizaban el corazón de mi hijo desde un piso diferente al que él se encontraba, podían mirar dentro de su cuerpo sin estar cerca de él. Ahí me di cuenta de que yo misma podría mirar el mundo de la misma manera.
Sin embargo, esa nueva consciencia sobre una forma nueva de mirar al mundo no cristalizó hasta que se mudó de Los Ángeles a Manhattan, en Nueva York. Sabía lo traumático que puede llegar a ser mudarte de una ciudad a otra, esa sensación de desorientación y el aislamiento que marcan las primeras semanas, o incluso los meses.
En vela con su bebé hambriento, Halaban pasaba las noches mirando (y buscando) desde su ventana.
Mi trabajo está inspirado en las noches en vela que pasé cuando era una madre joven. Solía sostener a mi bebé en brazos cerca de la ventana, en mitad de la noche, mirando a las ventanas de mis vecinos en busca de una conexión que rompiera esa sensación de soledad.
Apenas conocía a nadie en la ciudad. Pero incluso en medio de la noche, no me sentía sola. Podía ver a gente saliendo a rastras desde un club nocturno o cómo una tienda de flores abría antes del amanecer. Y, a veces, mientras acunaba a mi hija, buscaba en las ventanas de los demás y me encontraba con algunas caras que me devolvían la mirada.
Cuando comenzó a capturar imágenes desde su ventana, el único lugar que le proporcionaba algo parecido a una historia era una floristería situada enfrente de su apartamento. Aquel lugar, y lo que allí sucedía, fueron su primer tema.
Me inspiró el trabajo que hizo Ruth Orkin fotografiando el exterior a través de las ventanas de los apartamentos en los que vivió. Las fotos que yo hice no fueron tan buenas, pero se convirtieron en las primeras de la serie.
Con el paso de las semanas, la actividad de la pequeña floristería de barrio empezó a resultarle monótona, y nació en ella el deseo de observar toda la ciudad, y de hacerlo a través de una ventana.
Así surgió su primer proyecto, llamado ‘Out My Window‘ (Fuera de mi ventana). En él, Halaban se enfrenta a las contradicciones de la vida urbana; el deseo de ser y sentirse parte de algo que choca frontalmente con la necesidad de crear un espacio que nos sea propio y personal, un espacio al que ningún extraño pueda acceder.
Comenzó contactando con personas que conocía, pidiéndoles que le mostraran a quién veían (o miraban) a través de sus ventanas. Esta forma de trabajar convierte a Halaban y su fotografía en el nexo de unión entre los que miran y los que son mirados. Así es como la fotógrafa logra captar escenas que son cotidianas, pero también, no lo olvidemos, escenificadas.
Me encanta conectar a personas que son parte de la vida de los demás pero que nunca antes se habían conocido.
Pese a que, en un primer golpe de vista, las fotos de Halaban se perciben como una intromisión (una mirada lejana se cuela por la ventana en la intimidad de nuestro hogar) las imágenes resultantes son cálidas y empáticas, y aun estando pactadas, siguen siendo inconfundiblemente domésticas: una mujer se seca el pelo con una toalla tras salir de la ducha, una pareja charla durante la cena, una mujer se prepara el desayuno, un hombre descansa en su sofá, otro juega con su perro…
La fotógrafa de las ventanas, como muchos la llaman, huye de los teleobjetivos, usa lentes normales para capturar sus escenas. El teleobjetivo echaría por tierra esa sensación de ser nosotros mismos los que miramos de una ventana a otra, se perdería la «humanidad» de la mirada.
El éxito de su serie neoyorkina, realizada en 2009, acabó llevándola a París tres años más tarde. Los responsables del periódico ‘Le Monde’ vieron sus fotos y le encargaron que hiciera lo mismo en la capital francesa. De ahí nació otra de sus series más conocidas, ‘Paris views‘ (Vistas de París).
La experiencia de vivir en la ciudad, que siempre se entiende que insufla soledad, es el centro de mi trabajo, una forma de compartir mi idea de que, aunque estemos solos, eso no significa que estemos aislados o abandonados.
Los dos lados de la mirada se encuentran y se relacionan en el proceso de hacer la foto. Aunque las fotografías parecen, en un principio, hechas por un mirón, cuando te acercas a ellas ves que son fruto de mi deseo de conectar con mis sujetos y del deseo que ellos tienen de conectar con sus vecinos, creando así una especie de flujo.
«Estoy solo y no hay nadie en el espejo», decía el poeta, ensayista y escritor Jorge Luis Borges en la que es, quizá, la frase que mejor describe el vacío de la más dura de las soledades: la no buscada, la que se vive y se siente estando rodeado de gente, la que hace que nos sintamos extraños ante nosotros mismos; tan extraños y tan vacíos de empatía y calor, que somos incapaces de vernos y reconocernos en nuestro propio reflejo. Así se define muchas veces la soledad en los grandes núcleos de gente, las ciudades, y así es como la reflejan las fotografías de Halaban.
Aunque esta gente vive de verdad en el lugar donde los fotografío, intento borrar la línea entre realidad y fantasía. La ciudad te pide renunciar a parte de tu privacidad y soledad para unirte a una comunidad de personas que te rodearán siempre. Se trata de conectar con tus vecinos. Uno sociedad más conectada dará lugar a una cultura más dinámica.
A ella le gusta describir sus fotos como una gran mise-en-abyme, una figura artística con aplicación en diferentes campos que, literalmente significa, «ponerse ante el abismo». En el caso de Halaban, ella cita la experiencia visual de situarse entre dos espejos y ver una reproducción infinita del reflejo de uno mismo. Ese es uno de los efectos que busca con sus fotos: la sensación de que mirarlas, en el fondo, no es mirar al otro, sino que es mirarse a uno mismo y reconocerse en las situaciones y las vivencias de nuestros vecinos. Las ventanas no son más que muros físicos pero endebles que ponemos entre nosotros y el mundo.
Curiosamente, y pese a que su trabajo nos retrotrae, tanto por estética como por contenido, a la ‘La ventana indiscreta’ de Hitchcock, Halaban afirma no haber visto la película hasta el año 2012.
Tenía cierto reparo en verla porque pensé que podría darme miedo. Pero resultó ser tan inspiradora que incluso comencé a hacer más fotos. Al contrario que en la película de Hitchcock, nunca he visto nada raro al mirar a través de las ventanas de la gente. La mayor parte de lo que vemos es gente preparando la cena, viendo la tele o bañando a sus hijos. La vida diaria es bastante corriente.
Para mí, las ventanas son las frágiles fronteras entre lo familiar y lo desconocido, entre los crecientes sonidos de la ciudad y el silencio atemporal de la vida privada. Son escenarios cinematográficos en los que las escenas cotidianas y más íntimas se revelan.
Curiosamente, y hablando de escenarios cinematográficos, así como ‘La ventana indiscreta’ me llevó a descubrir a Gail Albert Halaban, fue investigando el trabajo de la fotógrafa nacida en Washington como di con una curiosa pieza construida a través de imágenes de la propia película y que recuerda muchísimo a la mirada de Halaban. Se trata de un ‘time lapse’ de las escenas del patio de vecinos de la película, montado por el cineasta y artista visual Jeff Desom, y que recuerdan enormemente a las fotografías de Halaban.
No soy la única que mira por las ventanas.
Esa es una de las frases que más suele repetir Halaban. Y es cierto, ¿quién no se ha sorprendido a sí mismo con la mirada medio perdida en el salón, el dormitorio o la cocina de nuestro vecino de enfrente? La curiosidad y atracción que nos despierta poder ver sin ser vistos, el hecho de adentrarnos en el territorio del otro, aunque solo sea visualmente, es algo que va en nuestra naturaleza y que no es exclusivo de los tiempos modernos.
Justo el mismo año en que Gail Albert Halaban se atrevía por fin a ver ‘La ventana indiscreta’, descubría, durante su estancia en París, un pequeño poema en prosa escrito por Charles Baudelaire en 1869 y convenientemente titulado ‘Les Fenêtres’ (Las ventanas).
El que desde afuera mira por una ventana abierta, nunca ve tantas cosas como el que mira una ventana cerrada. No hay objeto más profundo, más misterioso, más fecundo, más tenebroso, más deslumbrador, que una ventana iluminada por una vela. Lo que se puede ver a la luz del sol siempre es menos interesante que lo que pasa detrás de un cristal. En ese agujero negro o luminoso la vida vive, la vida sueña, y la vida sufre.
Más allá de las olas de los tejados, veo una mujer, madura y arrugada ya, pobre, inclinada siempre sobre algo, sin salir nunca. Con su rostro, con su vestido, con su gesto, con casi nada, he reconstruido la historia de aquella mujer, o, mejor, su leyenda, y a veces me la cuento a mí mismo llorando.
Si hubiera sido un pobre viejo, hubiese reconstruido su historia con la misma facilidad.
Y me acuesto, orgulloso de haber vivido y padecido en seres distintos de mí.
Acaso me digáis: «¿Estás seguro de que tal leyenda la verdadera?». ¿Qué importa lo que pueda ser la realidad colocada fuera de mí, si me ayudó a vivir, a sentir que soy y lo que soy?
Mirar y observar a los demás en su día a día cotidiano, nos da la oportunidad de vivir otras vidas, de imaginar otras realidades y de crear un puzzle imperfecto con pequeños retazos de realidad y grandes dosis de imaginación. Mirar, como demuestra Halaban, es construir, proyectar miedos y sueños, inseguridades y certezas. Cada luz tras una ventana, cada movimiento de cortina, nos hablan de un misterio, evoca otros mundos a los que nos gustaría pertenecer.
Aburridos de nuestro día a día, construimos historias propias que sostenemos en imágenes ajenas, unas imágenes que alguien capta, de forma casi furtiva, a través de la lente de una cámara de fotos.
NOTA:
Además del libro sobre vistas de Nueva York y el de París, Halaband tiene otro llamado Italian Views. Recuerda que comprando los libros a través de los enlaces que incluyo en los diferentes post me ayudas a pagar los gastos de mantenimiento del blog. ¡Gracias!
Hola
Si te interesa el tema de los vecinos te propongo que eches un vistazo al trabajo que llevo haciendo un tiempo.
A diferencia de GA Halaban mis situaciones no están montadas/ escenificadas. Son reales.
Tan solo dependen de la paciencia y de lo que a mis vecinos les de la santa gana hacer esa noche.
Entra en francistsang.com – sección “neighbours” (ojo, desde un ordenador de sobremesa o un portátil. Además necesitarás tener el módulo flash activado)
Espero que te guste.
Gracias por tu blog. Es estupendo!!
Hola, Francis!
Muchísimas gracias por hablarme de tu trabajo, le echaré un ojo con mucho gusto.
Un abrazo!
Muchas gracias por lo que haces. Pocos blogs son tan buenos como el tuyo. Me hace aprender mucho sobre la fotografia que quiero. Saludos de un murciano viviendo en Edimburgo. Todo lo mejor en estos duros tiempos!
Hola, Beni! Edimburgo! Vaya! Escocia es uno de los mis lugares favoritos el mundo. Ojalá tuviera tiempo para poder recorrer con calma ese bello país… Muchísimas gracias por tus palabras sobre el blog, me hace muy feliz leer opiniones como la tuya, cómo no! Te envío mucho ánimo y fuerza en esta época de confinamiento forzoso, y un abrazo enorme.
Cuídate mucho!
Hola Leire,
Qué interesante y difícil a día de hoy hacer algo así…
Qué pena que hoy en día una cámara de fotos sea poco menos que un arma de destrucción de almas, intimidades o seres humanos. Con lo bonito que es el ser humano; mirarlo, estudiarlo, comprenderlo, disfrutarlo. Esto da para tanto que por aquí es complicado de expresar.
¡Muchas gracias por el blog, es genial! ¡Eres genial!
Un abrazo
Andrés
Hola, Andres! Me encanta la pasión y la energía que transmites en tu mensaje! Muchas veces, no es fácil evitar chocar con el derecho a la intimidad y a la propia imagen cuando hacemos fotos. Es cierto que podrían hacerse cosas muy hermosas de no tener ese tipo de barreras, pero también habría quien las utilizaría para objetivos no tan benévolos. Por eso es tan difícil y tan complicado.
Gracias por tu comentario. Y espero que sigas disfrutando del blog. 🙂
Leire
Hola Leire, un poco como mirar dentro de tu blog y ver reflejado toda la fotografía que nos espera ahí fuera. 🙂
No sé si estarás al corriente, pero he tenido ocasión de asistir en poco tiempo a varias presentaciones y webinars de Tino Soriano, y en todas ellas no ha dejado pasar la ocasión de mencionarte como referente de gran calidad en la divulgación de la fotografía. Enhorabuena por tu trabajo.
Por cierto, Francis, ¡vaya nivelazo!
Hola, Juan!
Me encanta esa analogía que has hecho entre las ventanas, mi blog y la fotografía, es preciosa, gracias! En cuanto a lo de Tino Soriano, sí, estoy al corriente, otro seguidor del blog me escribió para avisarme de una de una de esas menciones (creo que fue en la charla con los de Foto K). Le escribí para agradecérselo. Tino es un gran fotógrafo y una persona generosísima, y yo le considero un amigo, hemos coincidido varias veces.
Un abrazo!
Publicación fantástica, como todas las tuyas. Yo siento una intensa fascinación por las ventanas encendidas de otros hogares. Pero no les hago fotos, la sensación que me producen es de una intimidad algo… ¿abstracta? Quiero decir que no siento curiosidad sino una conexión profunda conmigo misma. Las fotografías de Gail Albert Halaban son magníficas.
A mí también me pasa, especialmente de noche, cuando camino y veo luz tras una ventana me gusta imaginar, a veces, qué es lo que sucede en el interior, quién vivirá ahí… En mi caso es una curiosidad sana. Me gusta el efecto de ver ventanas iluminadas en la noche, saber que hay gente ahí.
Un abrazo.
Leire
Es de noche y estoy en Bs As con el aislamiento que nos disciplina ante la pandemia. Hoy lei tu blog .Me cautivo lo de » las ventanas». Con el tiempo saturnino que se desliza por las paredes como caracoles lentos y gelatinosos, he empezado a observar a mis vecinos en las luces y las sombras de sus propias vidas.Las ventanas son cuadros de museos vivientes y supongo que inspiraran mi cuarto libro de poesía El tercero «La lente» se basó en las imágenes de grandes fotografos del mundo. Gracias, muchas gracias por tu blog ! Un gran abrazo Mirta Mariela Krivoruchco
Hola, Mirta! «Las ventanas son cuadros de museos vivientes»… qué frase tan hermosa, y tan cierta. Muchas gracias por tu comentario. Espero tener noticias tuyas cuando publiques tu libro de poesía. Un fuerte abrazo y mucho ánimo en este aislamiento forzoso. Cuídate mucho.
Descubrí ayer tu blog, y hoy me he permitido el gusto de pasear entre sus páginas. Y oye, qué delicia.
Muchas gracias por este post y tantos otros. Da gusto poder seguir descubriendo fotógrafas de la mano de alguien con tanta pasión como la que se lee en tus escritos.
No sabes la ilusión que me hace leer comentarios como el tuyo. Muchísimas gracias por hacerme llegar tus palabras! Espero que sigas disfrutando del blog mucho tiempo. Es bonito saber que hay alguien ahí, al otro lado de la pantalla, cuando escribo y publico mis artículos. Un abrazo!
Una peli de Hitchcock, fotografías de Halaban, un time lapse de Jeff Desom y un poema de Baudelaire, todo en un mismo post y tan bien hilado. Te sigo desde hace medio año y solo quería aprovechar esta entrada para felicitarte por tu este texto, el blog y canal de vídeo. Seguiré atento a nuevas entregas… saludos
Muchísimas gracias, Antonio! 🙂
Excelente Blog!
Gracias por tu trabajo.
Gracias, Fran! 🙂
Hola de nuevo Leire.
No quería dejar pasar la oportunidad de hacer un comentario añadido respecto al trabajo de Gail Albert Halaban.
Sinceramente no me parece que tengan ningún valor fotográfico que vaya más allá de lo puramente decorativo, en la linea de una lámina de las que venden enmarcadas en el Ikea. (exagerando un poco)
En un primer visionado desde luego llaman la atención por haber podido captar (lo que parecen) momentos íntimos de la gente.
Pero cuando indagas un poco y te enteras de que son situaciones escenificadas toda la magia desaparece. Al menos para mi. Es una opinión personal y no pretendo influir a nadie.
Me imagino a la fotógrafa desde el edificio de enfrente con el teléfono en modo altavoz, dándoles órdenes a los modelos. “…ponte más a la izquierda… un poco más… levanta una mano, baja la cabeza…” y todo esto después de haber iluminado cuidadosamente el lugar, después de haber elegido convenientemente el color de la ropa, atrezado los fondos… y esperado a que la luz exterior de la fachada se equilibre con el interior.
Una fantasía agradable de ver, pero carente de esqueleto documental o sociológico.
Sus fotografías me recuerdan a las de Gregory Crewdson sin llegar al grado de de superproducción que este consigue.
La diferencia entre ambos autores es que con Crewdson desde el primer segundo se nota que son escenas artificiales, y en cambio, con Halaban tienes que indagar un poco para saber la verdad detrás de las imágenes.
Cierto que a ella no se le puede achacar ningún engaño porque en ningún momento pretende ocultar la naturaleza manufacturada de su obra.
Tal y como os indicaba en el primer comentario, llevo años trabajando sobre la vida de mis vecinos, siempre vistos desde las casas en las que he vivido.
Por haber dedicado tanto tiempo al tema sé lo muchísimo que cuesta conseguir captar un instante especial, efímero, de los que ellos mismos ni son conscientes de estar generando. Es una lotería que casi nunca toca. Por eso cuando el caos se ordena para crear algo bello lo considero un tesoro
No les espío ni estoy montando guardia pero si veo algo por la ventana tengo una cámara siempre lista, con la lente adecuada y los parámetros de velocidad, obturación y temperatura de color ajustados para la noche. (solo capto escenas nocturnas)
En cualquier caso, cada fotógrafo elabora sus historias como buenamente puede.
Dentro del respeto debemos apoyarnos los unos a los otros, estando orgullosos de poder dedicarnos a esto.
Espero no haber parecido un troll o un mini-hater… Admiro que Halaban haya podido destacar gracias a ese proyecto. En esta profesión nuestra en la que es tan difícil sobrevivir, cualquier ocurrencia que llene la nevera o el depósito de gasolina, es digna de mérito.
Disculpad el tocho!!
GRACIAS LEIRE por tu labor divulgadora de la fotografía!!
Sigue así 🙂