Sally Mann es mucho más que ‘Immediate Family’, su trabajo más famoso y a cuya curiosa historia ya dediqué un post titulado ‘Immediate Family de Sally Mann: el libro y la polémica que casi destrozan a su familia‘. Con la misma naturalidad que fotografió a sus hijos, Mann dirigió su mirada incisiva y emocional durante seis años a su marido, Larry Mann, enfermo de distrofia muscular. Fruto de este trabajo íntimo y cómplice entre ambos, nace ‘Proud Flesh’, un libro en el que la fotógrafa estadounidense muestra el desgaste, la vulnerabilidad y el dolor que la enfermedad causa en su marido. Es un trabajo comprometido, crudo y sincero, que transmite con enorme dignidad el comienzo de la vejez y la convivencia con la enfermedad.
La necesidad de mantener la dignidad de la gente a la que fotografío ha ido creciendo a lo largo de los años hasta convertirse en un imperativo de mi trabajo. Intenté fotografiar a mi padre cuando fue deteriorándose como consecuencia de un cáncer cerebral, tal y como hicieron Richard Avedon o Jim Goldberg, cuyos trabajos admiro. Pero abandoné la cámara cuando me di cuenta de que fotografiar la pérdida de su dignidad le causaría un profundo dolor. (Una vez, cuando ya había fallecido, me preguntaron de qué había muerto, y mi respuesta fue: “De orgullo terminal”). No saqué ninguna foto el día en que Larry tomó a mi padre en brazos como si fuera un niño y lo llevó al baño, ambos con la angustia reflejada en sus caras. Hacerlo hubiera sido cruzar el límite.
Es difícil saber dónde establecer esa línea invisible, sobre todo en aquellos casos en los que el sujeto está deseando colaborar. Pero, ¿cómo es que tienen ese deseo de hacerlo? ¿Es valentía? ¿O es ingenuidad? Las personas que no tienen miedo a mostrarse ante la cámara me desarman con la pureza y la inocencia de su sinceridad.
Larry es un ejemplo de todo ésto. Una de las primeras cosas que hice nada más conocer a Larry Mann en 1969 fue sacarle fotos, y no he parado desde entonces. A nuestra edad, pasada ya la plenitud de nuestra vida, Larry se enfrenta, con su característico estoicismo, a una distrofia muscular. En los últimos años, con sus músculos principales ya debilitados, me ha permitido sacar fotos de su cuerpo, imágenes que me hacen sentir violenta por él. A este proyecto lo he llamado “Proud Flesh” (Carne orgullosa).
Sacando estas fotos, me he unido al pequeño grupo de mujeres que han sido capaces de mirar a los hombres de forma resuelta y con valentía, y que muchas veces han sido castigadas por ello. Recuerdo a la pobre Psique, castigada por los dioses por atreverse a iluminar el rostro de su amante mientras dormía. Se me ocurren un montón de artistas masculinos que han fotografiado a sus esposas y amantes, desde Bonnard a Edward Weston y Alfred Stieglitz, pero me cuesta mucho encontrar ejemplos paralelos entre mis hermanas fotógrafas. Para una mujer, el arte de mirar y apreciar a un hombre, estudiando su cuerpo y pidiéndole permiso para fotografiarlo es todo un atrevimiento, una osadía. En cambio, para un hombre, estas situaciones son cotidianas, incluso esperadas.
El hecho de que me haya dejado hacerle fotos es una prueba de la tremenda dignidad y fortaleza de Larry. Los dioses que castigaron a Psique hubieran arrebatado con gusto de mi mano la linterna con la que quiero iluminarlo, porque ante mí tengo a un hombre tan desnudo, vulnerable y hermoso como Cupido.
Por muchas vueltas que le queramos dar, lo cierto es que el hecho de sacarle fotos resultaba un acto éticamente complejo, con connotaciones que tienen que ver con la honestidad, la responsabilidad, el poder y la complejidad. Él lo sabía, porque es un modelo experto, y también era consciente de que muchas fotos se tomarían a costa de su vanidad.
Para poder ser capaz de fotografiarlo, tengo que mirar, todo el tiempo, a la gente y los lugares que me importan. Y debo hacerlo con un ardor y un aprecio verdadero, con la pasión de la mirada y del corazón, pero en ese corazón ardiente tiene que haber también una esquirla de hielo. Y es exactamente así, con fuego y hielo, como Larry y yo hicimos estas fotos: explorando lo que significa envejecer, dejar que la luz del sol caiga sensualmente sobre un cuerpo inmóvil y amable, compartiendo tranquilas tardes de invierno juntos. La estufa de leña no calentaba lo suficiente, pero dos dedos de Bourbon eran suficientes para entrar en calor. Sin teléfono, sin niños, con la radio a bajo volumen, el olor de las medicinas y nosotros dos aún enamorados, centrados en la tarea de hacer unas fotos que esperamos que importen.
Y es por este trabajo, y por nuestro amor, por lo que tomar estas imágenes no molesta a Larry. Al igual que nuestros hijos, él cree en lo que hacemos y en enfrentarse a la verdad y desafiar los convencionalismos. Estamos de acuerdo en que un poco de incomodidad es un precio muy bajo a pagar por ello.
*Este post está basado en el artículo Sally Mann’s Exposure publicado el 16 de abril de 2015 en The New York Times Magazine y que, a su vez, fue adaptado a partir de un texto perteneciente al libro “Hold Still: A Memoire With Photographs”, escrito por la propia Sally Mann.
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Muy emotivo este artículo. Muchísimas gracias y de paso te felicito por tu exquisito blog, disfruto muchísimo tus publicaciones.
Un cordial saludo,
Pablo V.
Gracias, Pablo! Mensajes como el tuyo me animan a seguir contando historias. Es un placer que las leas y que te guste el blog. 🙂
Por una foto que me emocionó me fue llevando a conocer la existencia de una sensibilidad que se revela en sus propias fotografías…
Gracias, Joel!
Conmovedora y valiente historia, retratada con amor, un ejemplo de mujer y artista. Como siempre, impecables tus notas. Gracias!
Una gran fotógrafa que es mucho más que ‘Immediate Family’. Gracias, Patricio!