En 1954, Robert Frank solicita una beca Guggenheim para llevar a cabo un proyecto que le ronda la cabeza hace tiempo. Walker Evans y Edward Steichen escriben sendas recomendaciones. El objetivo de Frank es, tal y como explica en su solicitud, «observar y registrar lo que llama la atención de los Estados Unidos a un extranjero nacionalizado americano».
Frank consigue la beca y acto seguido compra un viejo Ford usado con el que se lanza a la carretera. El fotógrafo está a punto de cumplir 31 años.
Llevaba ya 8 o 9 años en Estados Unidos, en Nueva York, y apenas había hecho una escapada de un día a New Jersey y otra a Saint Louis. Así que sentía una gran curiosidad por el país, sabía lo grande que era desde un océano a otro. Fue la curiosidad y la energía que tenía en aquel momento lo que me hizo meterme en el coche y conducir por todo el país. Hice el viaje en dos partes; creo recordar que la primera parte me llevó hasta Detroit, y que luego volví a Nueva York. Después fui con mi familia hasta Texas, y desde Texas a San Francisco y Los Ángeles.
El viaje de Robert Frank comienza en junio de 1955. «Era totalmente libre para girar a derecha o izquierda sin tener ni idea de lo que podía encontrar». En total, Frank utiliza 767 carretes y hace unas 27.000 fotos. Tras una primera selección, se queda con 1.000 imágenes en copias de trabajo. Las esparce en el suelo de su estudio y las pega en las paredes para poder hacer una edición final. Año y medio después, tiene ya la selección definitiva: 83 fotos.
Así habla Frank de cinco de sus fotos favoritas:
Una de mis primeras paradas fue en Michigan, donde me dejaron fotografiar dentro de la planta de Ford en Dearborn. Hacía mucho calor allí dentro, había ruido y muchas máquinas. Los trabajadores me vieron y, por alguna razón, empezaron a chillar. Fue como una liberación.
La foto tiene bastante grano y está borrosa. En ella se ven dos hileras de hombres trabajando, blancos y negros codo con codo y unos frente a otros sobre una cadena de ensamblaje que recorre toda la parte central de la imagen.
Como fotógrafo tienes que ser rápido e intentar llamar la atención lo menos posible
Aquí tuve que hacer creer que estaba fotografiando otra cosa, no podías mostrar tu cámara en un salón de juego. Siempre me ha gustado la gente que juega, me gusta eso de poner dinero y luego ganar o perder, ganar o perder…
Es mejor fotografiar en ambientes pequeños porque lo que reflejas es más real.
Estados Unidos es un país grande y es maravilloso haber sacado fotos a lo largo de todo el país, es así como aprendes muchas cosas sobre él.
A lo largo del camino me paraba en los sitios que me interesaban, como en esta foto. Hubo un accidente en la carretera. Es una imagen con mucha fuerza porque refleja la vida y la muerte.
A veces sabes cuándo tienes una buena foto, aunque no siempre. También te llevas sorpresas cuando miras tus hojas de contacto.
Esta es una foto muy buena. No puedes provocar una escena así, tienes que ser rápido y llevar la cámara contigo todo el rato, lista para disparar. Así es como consigues una foto como ésta.
Aquella fue una buena época para mí. Era joven, podía caminar un día tras otro, tenía tiempo para la hacer fotos y fue así como se hicieron: caminando y esperando el momento adecuado.
Incluso ahora hago fotos todos los días, llevo la cámara conmigo todo el tiempo. Para mí la fotografía es así, cuanto más tiempo le dedicas más posibilidades tienes de hacer buenas fotos, porque haces fotos todos los días, y eso funciona, sacar 60 fotos todos los días (se ríe)… Tiene que funcionar.
Es una de mis fotos favoritas. Yo estaba sentado en la hierba detrás de esta pareja y él miró hacia atrás. Me gusta por la claridad de la ciudad, la gente negra, el espacio… Yo les interrumpí, era un intruso, un entrometido. Así es como muchas veces nos miran a los fotógrafos. Te entrometes, y eso es lo que ellos están pensando.
Lo único que yo podía hacer era quedarme allí y seguir haciendo fotos, pero manteniendo la distancia para que él pensara que yo estaba fotografiando las vistas de la ciudad y no a ellos.
En este caso, yo sabía que aquella era una buena foto. Algunas personas pensaron que yo odiaba el país, que era un extranjero desagradecido por hacer una foto así. Pero creo que después eso cambió.
Walker Evans fue el que me inspiró, pero mi trabajo no tenía que ver con el suyo, sino con la curiosidad que yo sentía. Lo que sí me influyó fue su forma de fotografiar a la gente, porque trabajé con él. A veces lo acompañaba a sacar fotos cerca de Nueva York. Me impresionó su forma de trabajar y el resultado de su trabajo.
Se ha dicho que ‘Los americanos‘ era una parodia del catálogo de ‘The Family of Man‘ de Edward Steichen, y que el texto introductorio de Jack Kerouac se burlaba de la introducción que para ‘The Family of Man’ escribió Carl Sandburg. Yo jamás he dicho nada parecido. ‘The Family of Man’ se publicó en un momento diferente, hacia 1955, si no recuerdo mal. Yo estaba en otra onda. Me interesaba mostrar el país con una luz diferente, o sin la luz de ‘The Family of Man’.
El viaje de Robert Frank a lo largo y ancho de Estados Unidos no estuvo exento de curiosas anécdotas. Así, por ejemplo, cuando estaba en Arkansas, Frank fue detenido por la policía estatal. Les resultó extraño que alguien con pinta y acento extranjero viajara en un coche viejo. Vieron además que llevaba varias cámaras de fotos. Y eso, en plena Guerra Fría, era más que sospechoso. Lo detuvieron e interrogaron durante varias horas convencidos de que era un espía. Frank recuerda aquello como una de las experiencias más terroríficas a las que tuvo que hacer frente durante su periplo.
Lo curioso es que ‘Los americanos‘ fue un fracaso nada más publicarse, y recibió críticas feroces. De hecho, tuvo que publicarse primero en Francia, ya que en EE.UU. nadie quería hacerlo. Lo vieron como un libro «antiamericano». Tuvieron que pasar 10 años para que esa idea cambiara por completo. Lo que en la opulenta década de los 50 se entendió como una crítica al modo de vida americano cobró sentido a finales de los 60. El país era diferente, la alegría y el optimismo de los 50 había dejado paso a unos años marcados por la violencia, las protestas callejeras y una nueva guerra. El famoso ‘sueño americano’ se había desinflado, y el prisma bajo el que los estadounidenses veían su propio país era ahora totalmente diferente.
‘Los americanos’ se reeditó en 1969, y esta vez sí, conectó con esa visión más gris y desencantada que los americanos tenían de sí mismos.
Años después, Robert Frank confesaba: Estaba harto de tanto romanticismo, quería mostrar lo que veía de forma simple y pura.
Y lo hizo.
Dónde comprar el libro:
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Hola, Leire:
He visitado esta entrada después de haber escuchado el pódcast del «fotógrafo aprendiz» de hace unos meses en el que participaste. ¡Sí, enterito! Las noches de insomnio, ya sabes.
En él hablas de un texto sobre el libro Los americanos, de Robert Frank, que tiene Rafa Badía en su página web, un pdf de unas 5 páginas.
No sé si es porque ha rediseñado su web, pero no soy capaz de encontrarlo. ¿Podrías mandarme un enlace, por favor?
Por cierto, me ha gustado mucho el pódcast. Un saludo muy cordial de otro bilbaíno.
Hola, Edu!
Claro, está dentro de una recopilación de ensayos llamada «Ventanas de papel», es el quinto ensayo, el titulado «La línea torcida del horizonte». Lo puedes ver aquí:
http://rafabadia.net/wp-content/uploads/2020/07/VENTANAS-DE-PAPEL.pdf
Muchas gracias por tu mensaje!
Leire