«Un día, estaba en el bar de un hotel entrevistando a Marilyn Nielsen, una de las personas que había posado para Diane Arbus, y tras 20 minutos de conversación ella me dijo: ‘¿Estás enamorado de ella, a que sí?’«, cuenta, entre risas, el periodista Arthur Lubow, autor de la última y más completa biografía de la fotógrafa estadounidense.
«Bueno, no es que esté enamorado, pero sí estoy infinitamente fascinado por ella, y supongo que eso también es una especie de amor», explica.
Lubow comenzó a interesarse por la figura de Diane Arbus en 2003, mientras trabajaba en un artículo sobre ella para The New York Times Magazine. La originalidad de sus fotografías le llevó a querer indagar sobre una figura artística cuya obra y vida han sido frecuentemente malinterpretadas y eclipsadas por su suicidio en 1971.
‘Diane Arbus, Portrait of a Photographer’ es el resultado de 12 años de investigación, en los que Lubow ha entrevistado a cientos de personas y ha visionado miles de fotografías. Más de 600 páginas que perfilan un retrato cercano y preciso de Arbus y que, en mi caso, me han ayudado a entender y profundizar en una obra de la que, he de reconocer, tenía una opinión muy distinta (y bastante equivocada) antes de leer esta maravilla de libro.
La biografía de Arbus me ha acompañado durante los pasados meses de junio, julio y agosto. Han sido semanas y días en los que, poco a poco se ha ido desvelando ante mí el misterio de una fotógrafa que es más, mucho más, que una ‘retratista de frikis’ que acabó quitándose la vida a los 49 años de edad. Los capítulos son cortos, y el estilo de Lubow directo, ameno y con un ritmo que mantiene viva tu atención desde la primera hasta la última página. El libro, del que de momento solo hay versión en inglés, puede comprarse aquí. Y merece muchísimo la pena.
Para que vayáis abriendo boca, estas son las notas que tomé durante mis tres meses de feliz lectura:
- No puedo seguir haciéndolo, no voy a seguir haciéndolo. Es la frase de Diane Arbus que abre el libro y la que marca un momento clave en su vida, cuando elige abandonar su trabajo en el estudio fotográfico que lleva junto a su marido Alan Arbus: Odio la fotografía de moda porque las ropas no pertenecen a las personas que las llevan. Cuando la gente viste sus propias ropas estas reflejan los defectos y características de quienes las llevan, y eso es maravilloso. Arthur Lubow empieza a desgranar así el carácter y las inquietudes de Arbus.
- Gertrude Nemerov, madre de Diane, decide qué nombre pondrá a su hija tras asistir durante su embarazo a una obra de teatro en el que la protagonista se llama así, Diane, pero pronunciado «Dí-an» y no «Daián», como habitualmente se hace en inglés. Y así, “Dí-an”, es precisamente como se hacía llamar Arbus.
- Gertrude, una mujer depresiva y enfermiza, obsesionada con su posición social y con no defraudar las expectativas de los demás, fue una madre ausente y desapegada de sus tres hijos (Howard, Diane y Renee), que se criaron en una familia adinerada, rodeados de niñeras e institutrices: Una de las grandes carencias de mi infancia fue que nunca sufrí la adversidad. Vivía en una especie de atmósfera irreal que yo misma percibía como irreal… Me refiero a esa sensación de ser inmune, que era tan ridícula como suena, y era dolorosa.
- No me gustaba que me dijeran lo bien que hacía las cosas. Sentía que si era muy buena en algo, entonces no merecía la pena hacerlo. De alguna manera, no podía creer que nada que tuviera que ver conmigo fuera «correcto», moderno y lo mejor en su estilo. Pero, más que nada, yo estaba avergonzada de mí misma… Me daba miedo que, algún día, alguien pudiera averiguar lo estúpida que era.
- Me gusta el peligro, y cuando te enfrentas a aquello que te asusta y sobrevives, eso quiere decir que has conseguido dominar tu ansiedad, y la ansiedad es algo peor que cualquier peligro.
- Cuando te miro, no sé si te estoy viendo a ti o a mí misma. (A su amiga Pati Hill).
- «La gente estaba tan interesada en Diane como Diane en ellos» (John Szarkowski).
- «Las cosas no tenían por qué ser hermosas, bastaba con que fueran interesantes para que Arbus considerara que merecían la atención de su cámara» (Arthur Lubow).
- Para mí un cerdo puede ser un montón de cosas: puedo verlo como un ser adorable y horrible y útil y estúpido y sabroso y trágico y milagroso. Pero nunca he podido verlo, ni remotamente, como lo ve Walt Disney.
- Los frikis eran famosos de una forma anónima, y aquello era algo hermoso, era mucho mejor que tratar con la gente verdaderamente famosa (…) En la prosa de la vida diaria, esta gente tan extraordinaria era pura poesía.
- Mi abuela Rose era bastante vulgar, pero también magnífica, como una bruja contemporánea (…) Siempre he estado un poco enamorada de la vulgaridad, a excepción de la mía propia.
- Diane recortó sus fotos durante unos dos años y después dejó de hacerlo, no porque estuviera de acuerdo con las ideas de Cartier-Bresson al respecto (el francés era totalmente contrario a recortar las fotos), sino por una necesidad psicológica respecto a su propia fotografía: la de acercarse lo más posible a la gente a la que fotografiaba y convertirlos en cómplices de su propio proceso fotográfico.
- «Siempre pensé que fue nuestra separación lo que la convirtió en la fotógrafa que fue. Su mayor característica era el coraje. Yo no podría haberla acompañado a los lugares a los que iba; a los bares del Bowery y a las casas de la gente. De haberlo hecho, me hubiera sentido horrorizado» (Alan Arbus, exmarido de Diane).
- Creo que les presto una atención que nadie más les presta, que ni siquiera su madre les prestaría. Quiero oír todo lo que tienen que decirme y también contarles yo mis cosas. Es un proceso de mutua seducción (sobre sus sujetos).
- Muchas veces hay una enorme distancia entre la gente con la que quiero estar y la gente a la que quiero fotografiar.
- La mayoría de la gente vive con el temor de que, en algún momento de sus vidas, van a tener que enfrentarse a una gran experiencia traumática. Pero los frikis nacen ya en una situación traumática. Saben que nada peor o más terrible puede pasarles, así que no tienen que ir por la vida temiéndole a nada, lo terrible ya les ha pasado. Han pasado la prueba. Son aristócratas de la vida.
- Lo que estoy tratando de mostrar es que es imposible abandonar tu propia piel y meterte en la de otro. Intento decir que la tragedia de otra persona no es lo mismo que tu propia tragedia.
- Ninguna de las fotos que he hecho a personajes famosos me ha parecido buena, nunca, y eso es porque en esos casos el sujeto no me dice nada en absoluto.
- A Diane Arbus le gustaba fotografiar niños, pero no aquellos con los que trabajaba en los encargos comerciales y que encajaban en los cánones de belleza del momento. A Arbus le interesaban otros niños; los que ocultaban aquellos secretos de los que los adultos quedaban excluidos.
- «Ella vio mi frustración, la ira que sentía hacia lo que me rodeaba, el niño que quería explotar pero que no podía porque estaba condicionado por la presencia de la vieja niñera que tenía detrás. Ella se sentía triste por mí y yo sentía que me tenía afecto. No podía acogerme bajo su ala pero podía hacerme sentir mejor» (testimonio de Colin Wood, el niño que Arbus retrató en ‘Niño con una granada de juguete en Central Park’, una de sus fotos más famosas).
- «Durante toda su carrera, Arbus exploró el tema de la autorrealización y buscó la forma de reflejarlo a través de sus fotografías. Si aquellos que aspiraban a ser alguien en sociedad, como Gertrude Nemerov (su madre), imitaban a los que creían que eran mejores que ellos, Diane lo veía como un comportamiento execrable. Pero cuando se trataba de gente que ella consideraba que se estaba reinventando a sí misma para ser más auténtica, Arbus aplaudía su descaro, sin pasar por alto el lado cómico de la situación» (Arthur Lubow).
- Para Arbus, las cámaras eran un fastidio, un instrumento con la molesta costumbre de hacer una cosa cuando lo que tú quieres hacer es otra. Así, como fotógrafo, te ves obligado a fusionar lo que tú quieres hacer con lo que la cámara quiere hacer. «La actitud de Diane con sus cámaras era muy graciosa. Si una no funcionaba, la dejaba a un lado y al día siguiente volvía a probarla para ver si ya funcionaba bien» (Alan Arbus, exmarido).
- A Diane Arbus no le gustaba el surrealismo, ni la ausencia de lo inesperado propio de las fotografías escenificadas. Los surrealistas quieren reflejar en sus fotos algo que está en sus mentes, y pueden considerarlo como algo muy real, pero yo no estoy hablando de algo que sea más real que la propia realidad. Llamemos realidad a la realidad y sueños a los sueños o fantasías. Eso no impidió que escribiera una carta a Duane Michals en la que le confesaba haberse sentido fascinada por una de sus exposiciones: Aunque hubo muchas cosas que no conseguí digerir, estoy fascinada… la ficción que hay en tus fotos me horripiló al principio, pero, de alguna manera, terminé creyéndome tu mentira.
- La realidad es la realidad, pero si la observas lo suficientemente cerca… o si realmente te metes en ella, entonces es cuando parece una fantasía.
- «Mientras que Lisette Model, que fue su maestra, prefería no hablar con sus sujetos, Arbus disfrutaba con la posibilidad para interaccionar que le daba el usar una cámara de medio formato. Ser vista por sus sujetos al mismo tiempo que ella los observaba alimentaba su alma» (Arthur Lubow).
- «Diane no era tímida, en absoluto, era muy agresiva, terriblemente ambiciosa e interesada en hacer lo que fuera necesario para labrarse una carrera» (Saul Leiter).
- “Su necesidad de reconocimiento era tan fuerte como su sensación de no merecerlo” (Arthur Lubow).
- En el funeral de su padre, Diane estuvo muy alejada de la actitud llorosa y afligida que mostraba su familia, sobre todo sus hermanos. Estuvo haciendo fotos del cuerpo de su padre dentro del ataúd. Me dediqué a fotografiar a mi padre, una actitud tremendamente fría por mi parte. Pero supongo que hay cierta frialdad en mí.
- «Diane Arbus hacía que las personas que posaban para ella sintieran que eran maravillosas y que todo lo que tenía que ver con ellas era importante. Esa conexión especial era la clave de sus retratos» (Arthur Lubow).
- Suelo pensar en el acto fotográfico como en una aventura. Quiero decir que lo que más me gusta es ir a esos lugares donde nunca he estado.
Foto: Diane Arbus
- «Ella quería conocer a la gente, casi en el sentido bíblico del término. No solo quería hacer una buena foto, quería saber. Para ella, la fotografía era la prueba del saber» (John Szarkowski).
- «Había un cierto grado de tortura en el hecho de que nos fotografiara. Nos dimos cuenta cuando llevábamos tres o cuatro horas de sesión. Ella parecía muy amable, pero ¿por qué nos estaba haciendo aquello? ¿Y por qué le estábamos dejando hacerlo? Parecía tan pasiva… Y cuando se acercó a mirarnos, nosotros estábamos como abandonados a ella, y ella, en cambio, parecía agresiva (…) La foto final, sin embargo, era muy elegante, muy significativa y muy reveladora, incluso más de lo que nos hubiera gustado. Ella era capaz de conectar con nuestras motivaciones más íntimas. Tenía el instinto para ahondar en la conexión entre dos personas. Nos movía físicamente hasta que mostrábamos una actitud ante la cámara que reflejaba lo que ella estaba sintiendo. Era como una relación instintiva, no una pose. Ella no estaba retratando la más grande historia de amor jamás contada. Mi mujer y yo nos queremos, pero hay sentimientos que nos ocultamos el uno al otro y ella quería atrapar esos sentimientos. Salieron cosas que suelen permanecer ocultas». (El periodista John Gruen, al recordar la sesión de fotos que les hizo Arbus a él y a su esposa).
Foto: Diane Arbus
- Lisette me dijo que hiciera fotos cuando tuviera ganas, que disfrutara. Me dijo que sacara fotos cuando me resultara divertido y fácil.
- «Arbus admiraba el trabajo de August Sander. Mientras Sander intentaba crear un atlas contemporáneo de la sociedad alemana, Arbus reaccionaba ante extraños que le recordaban a sí misma o a gente cercana a ella, personas que buscaban autodefinirse y regenerarse emocionalmente» (Arthur Lubow).
- Arbus siempre se quejaba de su poca pericia en todo lo relacionado con la técnica, y eso incluía el revelado. Aprendió a revelar, pero incluso en el cuarto oscuro se dejaba llevar por sus sentimientos y su intuición.
Diane Arbus. Foto: Stephen A. Frank
- «Como profesora de fotografía, Arbus creía que la fotografía era un arte intuitivo y que, como tal, no podía enseñarse. De hecho, parecía diseñar sus clases para que sus alumnos profundizaran en su autoconocimiento, más que para pulir sus capacidades. Una noche, una tormenta eléctrica paralizó Nueva York y Diane decidió impartir clase en su propia casa. Reunió a sus alumnos alrededor de la mesa de la cocina, encendió varias velas y les leyó historias de fantasmas. Hizo que se sintieran transportados al interior de un cuento». (Arthur Lubow).
- Tú eres mejor fotógrafo cuando la gente no mira a la cámara; yo soy mejor cuando sí lo hacen (Diane Arbus a Bruce Davidson).
- «No había muchas personas que fueran capaces de acercarse así a un enano o a un travesti. Ella se acercaba tanto que se convertía en ellos, una y otra vez. Creo que fue una de las personas que más me influyó. Me hizo apreciar mi propio trabajo, como las fotos que hice en el circo. Una vez me dijo que le gustaba esa parte de mí; que fuera capaz de ir a los sitios y de trabajar de esa forma tan emocional» (Bruce Davidson, sobre Diane Arbus).
Foto: Diane Arbus
- «A Diane le sorprendía que la gente la acusase de tratar mal a sus retratados: Yo los amo, busco la belleza que hay en ellos, solía decir». (Arthur Lubow).
- “Ella era una gran oyente, sabía escuchar. Te desarmaba porque notabas que le gustabas. Yo dejaba ver mi verdadero yo a muy pocas personas y Diane era una de ellas” (Modelo de Arbus).
- Diane creía firmemente que para mostrar la esencia de una persona, la fotografía tenía que excluir todo lo que era extraño a ella: Lo que queda tras desembarazarte de todo aquello que no eres, es lo que eres. Todos tenemos una identidad, no podemos evitarlo. Es lo que queda cuando te deshaces de todo lo demás.
Foto: Diane Arbus
- “A diferencia de Winogrand, que fotografiaba viandantes, y Friedlander, al que interesaban los objetos inanimados y los miembros de su familia, Arbus hacía fotos a personas con las que sentía una estrecha conexión pero que no formaban parte de su círculo más cercano”. (Arthur Lubow).
- «Aquel hombre tenía un bocio voluminoso en un lado del cuello. Diane dijo que no quería fotografiarlo porque no era un friki profesional sino una persona desfigurada» (Arthur Lubow).
- Yo hago fotos, no puedo imaginar por qué lo hago. No sé qué más podría hacer. Fotografiar se ha convertido en una cosa que cuanto más hago, más sé hacer.
Foto: Diane Arbus
- «Aunque los museos la reclamaban para exponer sus fotografías, aquel honor le resultaba demasiado abstracto, necesitaba saborear la experiencia de primera mano, ver cuál era la respuesta del público a su trabajo, por eso solía pasear entre la gente que visitaba su exposición, para poder escuchar con disimulo sus comentarios» (Arthur Lubow).
- Siempre me ha avergonzado ganar dinero con mis fotos. Y cuando lo hago, inmediatamente pienso que la fotografía en cuestión no es tan buena… No creo que el dinero sea una recompensa adecuada cuando hablamos de arte… Para mí el arte es algo que haces porque te hace sentir bien, o porque te estimula, o porque aprendes con ello, o porque es parte de tu educación.
- Soy como esa persona que se compra unas gafas estupendas porque tiene un pequeño defecto de visión y después pone vaselina en los cristales para poder ver como veía antes.
Foto: Diane Arbus
- «Dice que elige a sus sujetos porque ve una belleza especial en ellos que quiere captar. Y cree haberlo conseguido. Pero si la gente no puede percibir esa belleza, ¿qué dice eso de su trabajo?» (Crítica a Arbus).
- Es sorprendente que sea incapaz de hacer una foto en la que una persona se vea bien. Las pocas veces que lo he intentado, la foto resultante ha sido horrible, muy mala. (En una carta a su hermano Howard).
- El trabajo comercial no me divierte ni la mitad de lo que lo hace el personal. Está bien, aunque no me comprometo con él. Lo hago lo mejor que puedo, pero no me gusta hacerlo. No me gusta hacer fotos de gente que viste ropas que no son suyas, que no están en su entorno y que no están haciendo lo que quieren hacer. Esos niños no me gustaban y yo no les gustaba a ellos. (Sobre un reportaje de moda infantil para una revista).
- «A veces, era tan vulnerable que, sin la protección del gran ojo de cristal de su cámara, desaparecía» (Amiga de Arbus).
- «Estaba obsesionada con el sexo al igual que otras personas lo están con la comida. Hay gente que come y come y jamás está satisfecha. El caso de Diane era parecido pero peor, no podía conectar con nada ni con nadie. Eso era lo que quería hacer, conectar con alguien. Pero no sentía nada» (Psiquiatra de Diane Arbus).
- Su fascinación por el sexo no se reflejó en su trabajo. Veía el sexo como una forma de poder experimentar sentimientos de forma directa, algo que siempre anheló. Por eso, cuanto más duro fuera el sexo, mejor. Incluso llegó a decirle a su amante Marvin Israel que envidiaba a su hermana Renee por haber sido violada cuando era una adolescente.
Foto: Diane Arbus
- «Odiaba envejecer, le resultaba muy duro. Una vez le dije en bromas que éramos mujeres de mediana edad y me contestó: ‘Puede que tú lo seas, pero yo no'» (Amiga de Diane)
- No le gustaba que la fotografiaran, le resultaba doloroso: Creo que la lente de la cámara resulta un tanto fría y dura porque nos somete a un escrutinio al que no estamos acostumbrados. Creo que es muy difícil someterse a ese escrutinio. Odio verme en fotos y no tiene nada que ver con que sean estas sean buenas o malas. Es solo que no me gusta. Creía que nuestra apariencia era algo misterioso para nosotros porque estaba dirigida a los demás, que pertenecía al resto, y no a nosotros. Para ella, lo ideal hubiera sido no enseñar jamás a sus sujetos las fotos que les hacía.
- A principios de 1971, Arbus le confiesa a su amiga Nancy Grossman que ya no disfruta con la fotografía. Es su enésima crisis. En julio, Lisette Model, que años atrás evitó uno de sus intentos de suicidio, la ve sana y fuerte, y decide que no es necesario vigilarla: «Fue un error por mi parte, y lo fue porque no sabía que la gente se suicida cuando se siente fuerte, no cuando están débiles».
- “Una vez le pregunté si tenía miedo a morir. Y me contestó que no, que lo que le daba miedo era no morir” (Amiga de Diane).
- «Hubiera dado cualquier cosa por tener su talento» (Richard Avedon, a la salida del funeral de Arbus).
- «Mientras estaba viva, a Diane la acusaron de traicionar a sus sujetos. Tras su muerte, dijeron que había muerto porque sentía su dolor, el de sus retratados, con demasiada intensidad. Estas simplificaciones tan contradictorias tienen una cosa en común: empequeñecen y ocultan sus logros. Arbus cambió una forma de pensar, redirigió el rumbo de la fotografía alejándolo de la foto de calle y del ‘momento decisivo’ para conducirla a un nuevo espacio caracterizado por la colaboración entre fotógrafo y sujeto y por la escenificación de las fotos» (Arthur Lubow).
- Diane Arbus sabía que la suya era una forma única de ver el mundo: Creo que hago fotos porque hay cosas que nadie más vería si yo no las fotografiase.
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