Fotografía y cine han estado íntimamente ligados desde que el séptimo arte dio sus primeros y renqueantes pasos. Hoy en día nadie duda de que para hacer una buena película es necesario un buen guión, un buen director, unos buenos actores… Y también una buena fotografía.

Es cierto que nadie acosa a los directores de fotografía en las alfombras rojas, ni les preguntan qué diseñador les viste. Tampoco a los técnicos de sonido ni a los maquilladores. Ni siquiera a los guionistas. Pero su trabajo es fundamental y no es raro que alguno de sus nombres nos suene.

El mexicano Emmanuel Lubezki (‘El renacido’, ‘El árbol de la vida’), el italiano Vittorio Storaro (‘El último emperador’, ‘Apocalypse Now’) y el eibarrés Javier Aguirresarobe (‘Los Otros’, ‘Blue Jasmine’) son algunos de los directores de fotografía más conocidos en la actualidad.

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Fotograma de ‘Los otros’, de Alejandro Amenabar, con fotografía de Javier Aguirresarobe

Pero hay otros muchos que ya en la primera mitad del siglo XX hicieron auténticas maravillas visuales cuyo magnetismo se mantiene intacto en pleno siglo XXI.

‘The Night of the Hunter’ (La noche del cazador) es una de esas joyas. Su director de fotografía, el gran Stanley Cortez, solía decir que «la luz es una cosa increíble que no puede ser descrita», y añadía: «Solo dos directores con los que he trabajado han entendido esto: Orson Welles y Charles Laughton».

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Fotograma de ‘La noche del cazador’

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Fotograma de ‘El cuarto mandamiento’, de Orson Welles

Precisamente, Cortez utilizó en ‘La noche del Cazador’ de Laughton (1955) el mismo juego de luces y sombras que ya había cautivado a miles de espectadores en ‘The Magnificient Andersons’ de Welles 12 años antes (traducida al español como ‘El cuarto mandamiento’).  De hecho, la maestría de Cortez ha hecho que una de las razones por las que la película de Laughton ha pasado a la historia sea, precisamente, su estética de hipnóticos claroscuros y su acabado expresionista.

A Cortez, fallecido en 1997, se le recuerda como uno de los grandes maestros del  blanco y negro. Su gusto por los grandes contrastes, por las luces y sombras intensas, evitando los tonos intermedios era su carta de presentación. Esas sombras le permitían, además, crear uno de sus efectos buscados: potenciar las siluetas envolviéndolas en sombras para dotar así a sus imágenes de la mayor profundidad posible.

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Fotograma de ‘La noche del cazador’

La historia de ‘La noche del cazador’ requería de una estética muy concreta, y el director Charles Laughton lo tuvo claro desde el principio: la luz debía crear una atmósfera que conectara con nuestros miedos de la infancia, con un universo de terrores nocturnos habitado por siluetas y sombras profundas e indefinidas.  Cortez interiorizó perfectamente las ideas de Laughton y plasmó como nunca ese mundo opresivo y amenazante.

Pese a que la película se rodó en 1955, esa estética  suya tan particular ha aguantado perfectamente el paso del tiempo. De hecho es más que reconocible en películas muy posteriores como, por ejemplo,  ‘Ed Wood’ (1993) de Tim Burton, ‘Sin City’ (2005) de Robert Rodríguez y ‘Buenas noches y buena suerte’ (2005) de George Clooney, por citar tres ejemplos.

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Fotograma de ‘Ed Wood’, de Tim Burton

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Fotograma de ‘Sin City’, de Robert Rodríguez

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Fotograma de ‘Buenas noches y buena suerte’, de George Clooney

Fotográficamente,  ‘La noche del cazador’ remite irremediablemente al trabajo de uno de los grandes clásicos de la fotografía, Ray K. Metzker (1931-2014). La obra de Metzker, uno de los alumnos más brillantes del Institut of Design de Chicago, extiende su influencia durante décadas y se mantiene vigente en nuestros días, con trabajos tan evocadores como el del italiano Gabriele Croppi. Ambos, Metzker y Croppi, llevan los contrastes entre luces y sombras al extremo; dibujan entornos urbanos elegantemente trazados con blancos muy blancos y negros muy negros, sin grises ni tonos intermedios, en los que la figura humana se convierte en la perfecta metáfora de la soledad, la vulnerabilidad y el aislamiento. Stanley Cortez reprodujo esos tres elementos (soledad, vulnerabilidad y aislamiento) en la película de Laughton, y les añadió un toque desasosegante y terrorífico.

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Foto: Ray K. Metzker

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Foto: Gabriele Croppi

‘La noche del cazador’ es un impresionante relato visual y narrativo que cuenta la historia de dos niños a los que su padre confía el botín de un atraco antes de ser ejecutado. En la cárcel, antes de morir, comparte celda con un psicópata (Robert Mitchum) que al salir se casa con la viuda del ladrón y madre de los niños. Comienza entonces una persecución implacable a los dos pequeños para hacerse con el dinero.

Las luces y las sombras de Cortez reflejan a la perfección esa lucha entre el bien y el mal que mantiene la tensión en toda la película, creando un ambiente de pesadilla, tremendamente sugestivo y de una extrema riqueza visual.  La película de Laughton es una fábula gótica, un cuento de terror inquietante y estéticamente delicioso.

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Fotograma de ‘La noche del cazador’

El secreto está en la historia que narra, pero, y sobre todo, en la atmósfera visual creada por Stanley Cortez. El propio director de fotografía relataba años después algunos de sus secretos, como la utilización de la famosa Tri-X de Kodak, una película en blanco y negro de alta sensibilidad, en algunas escenas de la película.

«Los cielos fueron creados de forma artificial, y a pesar de ser en blanco y negro, tienen una especial fosforescencia.  Antes de comenzar el rodaje, hice varias pruebas con la película Tri-X para ver sobre todo qué podía aportar desde el punto de vista dramático, que era lo realmente importante para mí. La técnica es una cosa y el drama es otra. El concepto dramático es mucho más importante porque es a través de él como se establece la comunicación con la audiencia, que es la clave de todo esto. Utilicé la Tri-X en algunas secuencias, pero no en toda la película, por ese concepto dramático del que hablaba antes. Con ello me refiero a los negros. Tienen esa luz luminosa y fosforescente que yo quería en algunas secuencias. La Tri-X se usó en la casa donde vivían los niños, con la pequeña escalera que subía a la izquierda, y en otro par de secuencias. Pero en el resto usamos una película y una lente normales, no se forzó nada».

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Fotograma de ‘La noche del cazador’

Curiosamente, la película fue un fracaso cuando se estrenó. La crítica la despreció y el público, fascinado entonces por el cine en color, le dio la espalda.  El batacazo fue tal que Charles Laughton no volvió a dirigir jamás.  Pero el tiempo, ese juez implacable, ha hecho justicia y ‘La noche del cazador’ tiene su propio sitio en la historia como lo que es, una auténtica obra maestra.

 

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