Me interesa saber qué se esconde tras las limpias fachadas, tras los visillos de las casas, explorar los recovecos tortuosos de la existencia. Soy como un detective que destapa lo que los demás ocultan. Y es que este mundo de hoy no es un lugar tan maravilloso como dicen. No es el sueño más hermoso.
La cita es del director de cine David Lynch, pero bien podría aplicarse a Gregory Crewdson y tomarla como uno de los ejes centrales de su trabajo. No en vano, el propio Crewdson reconoce habitualmente que Lynch y su particular universo cinematográfico son uno de sus grandes referentes, junto a otras figuras del séptimo arte como Alfred Hitchcock o Steven Spielberg. De Lynch, el fotógrafo nacido en Brooklyn destaca el filme ‘Terciopelo azul’; de Hitchkock, ‘Vertigo’; y de Spielberg, ‘Encuentros en la tercera fase’.
Siempre he estado influido por artistas que pertenecen a la tradición estadounidense; pintores como Edward Hopper y escritores como Raymond Carver… Me siento parte de esa tradición. En cuanto a mis influencias fotográficas, una de ellas es Diane Arbus, por supuesto, y William Eggleston, Walker Evans… Mi hijo se llama Walker por Walker Evans. También me gusta Cindy Sherman, cómo no.
Este fotógrafo estadounidense es una figura controvertida dentro del medio. Hay quienes lo adoran por su estilo marcadamente cinematográfico y el trasfondo psicológico de sus imágenes; es, para muchos, el fotógrafo capaz de contar una película en una sola fotografía. Otros, sin embargo, recelan y critican abiertamente su trabajo por el enorme (y costoso) equipo en el que se apoya, más propio de un set de rodaje cinematográfico que de una sesión fotográfica.
Pero lo cierto es que, guste o no, este neoyorquino de 1962 ha conseguido hacerse con un estilo y una narrativa propias, un espacio donde convergen elementos especialmente atractivos para el (gran) público, como son el cine y la psicología, y ha sabido, al mismo tiempo, contraponer aspectos cuya combinación resulta efectivamente (o efectistamente, para algunos) evocadora: ficción y realidad, belleza y misterio… Todo ello bajo una apariencia muy cuidada, milimétricamente estudiada, que en un primer momento nos atrapa por su belleza, para darnos cuenta después de que cada imagen es el bello y engañoso envoltorio de una historia mucho más profunda y, si se me permite, aterradora: el reflejo de nuestros propios miedos, inseguridades y conflictos sin resolver.
El gran secreto de Crewdson es su indudable maestría a la hora de crear situaciones en las que, mediante códigos cinematográficos que son fácilmente descifrables por el espectador, consigue convertir sus propias ideas, experiencias y miedos subjetivos en imágenes colectivas.
En un principio, quería estudiar psicología y seguir el camino de mi padre, que era psiquiatra, pero me enamoré de una chica que era fotógrafa y acabé en un curso fotografía impartido por Laurie Simmons. Fue allí donde hice mis primeras fotos y me enamoré de este medio. Creo que lo que me atrajo fue la quietud y la naturaleza estática de las fotos porque tengo problemas a la hora de organizar linealmente mis pensamientos. Por eso no soy director de cine, que es lo que a la gente le extraña tras ver mis obras. La fotografía es lo que mejor ha encajado desde el principio con mi forma de expresarme.
Su interés por los aspectos de la psicología individual y colectiva le vienen de su padre, un psiquiatra que recibía a sus pacientes en su propia casa y cuyas sesiones Gregory intentaba escuchar en secreto.
Trataba de imaginar lo poco que conseguía oír y construía imágenes en mi mente.
Su padre fue también el culpable de que Crewdson descubriera la fotografía y todo el mundo de posibilidades que esta le abría.
Creo que el primer recuerdo que tengo ligado a la fotografía es de aquella vez que, con 10 años, mi padre me llevó al MOMA para ver la retrospectiva de Diane Arbus. Aquella fue la primera vez que sentí que las fotografías podían responder a una urgencia psicológica y tener poder. Ahí es cuando empecé a entender el misterio y la complejidad que encierran las imágenes.
Pero fue más tarde cuando empecé a practicar la fotografía. Asistí a mi primera clase cuando estaba en la universidad. Me apunté porque me sentía frustrado académicamente; soy disléxico y siempre me ha costado leer, escribir y hacer exámenes.
De niño solía construir pequeños mundos en miniatura en el exterior de nuestra casa de campo y los llenaba con pequeñas figuras. Todo esto de crear un mundo… hay algo muy relacionado con la infancia y el ensueño, con la fantasía y la costumbre de soñar despierto.
Una de las curiosidades en torno a Gregory Crewdson que no todo el mundo conoce es que, antes de inclinarse por la fotografía, probó suerte en la música, y fue miembro de una ‘boy-band’ (banda de chicos) que tuvo bastante éxito en Estados Unidos. Se llamaban ‘The Speedies’ y, casualidades de la vida, su mayor éxito fue una canción de 1979 titulada ‘Let me take your photo’ (Déjame sacarte una foto). La canción fue utilizada en 2005 por la casa Hewlett Packard para un anuncio de cámaras digitales.
El método de Gregory Crewdson no es nada habitual en un fotógrafo, de hecho, admite sin tapujos que ha estado muchos años sin sacar una foto de forma tradicional, sin tener a todo un ejército de personas a sus órdenes.
Crewdson trabaja habitualmente con un equipo de unas 40 personas: iluminación, escenografía, diseñadores de producción e incluso un director de fotografía. El siguiente vídeo muestra bien a las claras cuál es su proceso de trabajo: cierra la calle principal de un pueblo, los responsables de iluminación colocan más de 100 focos a lo largo y ancho de la misma, los bomberos mojan la calzada, otros miembros el equipo sueltan el falso humo que hará de neblina… Crewdson es meticuloso y perfeccionista, lo supervisa todo, y da directrices muy precisas a la única persona que va a aparecer en la escena, en este caso, la actriz Jennifer Jason Leigh (Crewdson ha recurrido varias veces a estrellas de Hollywood para sus fotos, intérpretes como Julian Moore, Tilda Swinton o William H. Macey, pero es una costumbre que ha abandonado completamente en los últimos años y prefiere trabajar con personas anónimas). Al final del vídeo puede verse el resultado final en forma de foto. (Ya siento los subtítulos en griego, pero no he encontrado ninguna otra versión).
Crewdson acostumbra a buscar él mismo las localizaciones para sus fotos. Conduce durante horas por diferentes zonas de Massachussets hasta que algo le llama la atención, un detalle que destaca en un paisaje que conoce al dedillo y que le es muy familiar. Entonces para el coche, inspecciona la zona y llama a su equipo. Después imagina, simulando un encuadre con sus manos, cómo puede ser la foto, tanto desde el punto de vista físico como emocional.
Estoy acostumbrado a trabajar con un equipo, no tengo una relación directa con la cámara, nunca la tuve, no he sido ese tipo de fotógrafo.
Trabajo mano a mano con un director de fotografía, Ricks Sands. Hemos trabajado juntos durante muchos años. Si hay una característica que separa mi trabajo del de otros artistas, es la luz. Y para mí es lo más importante: la luz. Así es como se cuenta la historia en la fotografía, a través de la luz. Fue en ‘Twilight’ cuando empezamos a trabajar la luz de una forma más dramática.
Ya en sus primeros trabajos, fotografías realizadas entre 1986 y 1988, Crewdson apunta lo que será una constante en su obra: elige y utiliza los lugares como escenarios donde proyectar sus emociones y construir sus narrativas, no como espacios con valor documental. De hecho, en esta primera época, Crewdson acostumbraba a presentarse en casa de extraños y les pedía permiso para fotografiar en sus casas.
Me considero alguien interesado en usar la luz, el color, las formas y el espacio pictórico para contar una historia. Pero, como sabéis, las fotografías tienen una capacidad limitada para contar cualquier cosa, así que las historias que yo cuento son elípticas y perduran como un gran signo de interrogación.
Cuando digo que los artistas tienen una historia que contar, no quiero decir que esa historia vaya a reflejarse siempre igual. Lo que quiero decir es que la historia será contada a través de su trabajo, y ahí es donde se pueden ver las obsesiones de cada uno. Puedes ver los miedos, los deseos, las piedras angulares de esa historia… pero eso no quita que esta pueda cambiar dramáticamente su apariencia. Si sigues la evolución de cualquier artista a lo largo del tiempo, te das cuenta de que la historia central sigue siendo la misma.
Si supiera exactamente cuál es esa historia, la que quiero contar, no tendría que hacer fotos. Siento que parte de la historia, o parte del núcleo de la misma, es la búsqueda de una conexión o de un hogar. Se trata de conectar con algo que está fuera de uno mismo, una especie de sentido del orden. La fotografía es una actividad solitaria, y creo que todos los fotógrafos llegan a este arte atraídos, de una u otra manera, por un sentimiento de aislamiento. El simple hecho de mirar a través de una lente, del visor, es una forma de separarte del mundo y de intentar encontrar una conexión entre algo tuyo, interior, y algo externo.
‘Cathedral of the pines’. Foto: Gregory Crewdson.
‘Twilight’ (1998-2002) y, sobre todo, ‘Beneath the roses’ (2003-2005) son sus trabajos más conocidos y también, junto a ‘Dream House’ (2002) los más barrocos. En ellos, Crewdson coloca a sus sujetos en lugares ordinarios iluminados de manera hermosa, pero con una atmósfera algo surrealista. Hay una quietud física que resulta asfixiante, pero no tanto como la inquietud psicológica que emana de la escena en general y de cada pequeño detalle. Sus fotografías son una sugerencia, o una advertencia, si se quiere, de que algo acecha cerca, muy cerca, de que algo terrible ocurre o está a punto de ocurrir.
Todas las fotos que he hecho nacen primero en mi mente, como una imagen muy definida, pero luego, al hacerlas realidad, algo pasa, siempre, de modo que siempre hay alguna sorpresa, siempre hay algo que trastoca la idea original de la foto, y de ahí es de donde creo que viene ese halo de misterio que tienen muchas de mis fotos: es la tensión entre tu necesidad de crear un mundo perfecto y la imposibilidad de hacerlo.
El hecho de que mi padre fuera psiquiatra ha influido mucho en mi desarrollo como artista. Por eso trato de buscar bajo de la superficie de las cosas un significado inesperado, algo de misterio, y por eso me atrae la tensión entre lo común y lo extraño.
En ‘Twilight’, las narraciones son más literales y la acción es mucho más espectacular. Las imágenes en ‘Beneath the roses’, en cambio, son mucho más psicológicas y están ancladas a la realidad.
Ambos trabajos comparten estética y línea argumental. Sujetos aislados, como perdidos en sí mismos, que reflejan cierta indefensión y desencanto de fondo, la inseguridad y el desencanto provocados por el famoso sueño americano.
Es fácil identificarse con los sujetos de Crewdson: personas de clase media ahogadas en la rutina y la familiaridad, presas del hastío y profundamente solas, incluso cuando aparecen acompañadas. El uso tan particular e intencionado de la luz no hace sino acentuar todo ese universo de sensaciones.
La de Crewdson es, en este sentido, una estética del inconsciente que hace que cada una de sus imágenes sea, más que un fotograma, un «psicograma».
Recuerdo la foto del chico bajo las vías del tren. Yo estaba fascinado con este chico, nos seguía a todas partes haciéndonos fotos, sabía que había en él una cierta vulnerabilidad, una especie de timidez… Se mantenía apartado del grupo. Decidí que quería hacerle una foto. Se me ocurrió colocarlo bajo esas vías de tren abandonadas, pusimos unas enormes luces de xenón a unos 20 metros de altura de forma para que la luz lo bañara a él directamente. Esa foto es sobre eso, sobre encontrar el momento y usar la luz para transformar la realidad; la suya, la mía y también la del espectador.
Lo que quiero es convertir un momento en algo lo más bello y misterioso posible, pero sin saber cómo acaba la historia. Creo que es mucho más interesante que la imagen y el momento perduren como una pregunta.
Cuando acabé ‘Beneath de roses’, quería hacer algo que fuera un reto para mí, algo que fuera muy diferente a lo que había hecho hasta entonces. Creo que eso es lo que un artista debe hacer, reinventarse continuamente. Quería hacer algo a menor escala que lo anterior, más íntimo y más enraizado en la historia de la fotografía.
Sucedió que estaba en Roma, en mitad de una gira que me llevó por varios museos. Había oído hablar muchas veces sobre los maravillosos estudios de cine Cinecittà, a las afueras de la ciudad. Hice una visita privada al lugar y, en cuanto vi lo deteriorado que estaba, supe que ese iba a ser mi siguiente proyecto.
Portada de ‘Sanctuary’. Foto: Gregory Crewdson
Creo que, aunque las fotos parecen muy diferentes a lo que había hecho hasta entonces, hay muchas conexiones entre ‘Beneath the roses’ y ‘Sanctuary’, que es como finalmente se llamó ese trabajo. Y, de una forma más profunda, creo que refleja la relación entre el cine y la fotografía. Hay, de nuevo, belleza y tristeza; ausencia y presencia.
Lo que hago no es tanto contar una historia como dotar a la imagen de un «ambiente» o atmósfera de una historia cuyo desarrollo o final tiene que ser descifrado por el espectador, y no por mí. Por eso quiero que todos y cada uno de los elementos de la fotografía tengan un significado, de ahí la importancia de que todo esté perfectamente nítido y enfocado. Es la razón por la que uso una cámara de gran formato, una 8×10. La cámara no se mueve. Hago varias fotos y después, al mirar los contactos, me fijo en los elementos que quiero tratar en postproducción. Hago eso porque quiero llegar a un nivel descriptivo absoluto y perfecto, que es lo que dota al trabajo de esa sensibilidad especial.
El significado de una foto puede residir en el detalle más pequeño; una telaraña, la puerta abierta de un coche, una mirada a través de la ventana, una mancha de polvo en una repisa, la textura de la piel humana…
En mi trabajo se da una enorme paradoja. A pesar de los enormes esfuerzos que se hacen en las fases de producción y postproducción, lo cierto es que no quiero que la gente sea consciente de ese esfuerzo, prefiero que el espectador se deje atrapar por la ficción de la fotografía.
Me emociona que las personas se sientan atraídas por las imágenes y que aporten su propia historia y su propia interpretación a la fotografía. Creo que esa es la razón por la que las fotos funcionan.
Otra de las características de Gregory Crewdson es que es un fotógrafo muy apegado a sus raíces. Casi todo su trabajo lo ha hecho en Massachussets, que es el estado donde se crió. Es ahí donde encuentra la atmósfera ideal para alimentar su imaginación y donde encuentra esa conexión o ese antídoto al desasosiego existencial que tanto parecen buscar los sujetos de sus fotografías.
Pero la monumentalidad de su trabajo y lo complicado y costoso de su producción no evita que, para Crewdson, sus fotos tengan un punto autorreferencial y sean fruto y reflejo de sus propias crisis vitales. Un ejemplo de ello es su último trabajo, ‘Cathedral of the pines’ y otro mucho más intimista y casi desconocido que realizó, sin ningún despliegue de equipo humano, sólo el con su cámara, a mediados de los años 90. Pocos reconocerían al neoyorquino en esas curiosas fotos.
Beckett es un pueblo de Massachussets que forma parte de mi propia mitología. Es donde vivo ahora. De niño, mi familia tenía allí una casa de campo, una cabaña en el bosque. Es el lugar al que iba en mi infancia. También es el lugar donde hoy día voy a nadar y a hacer esquí de fondo. Es el lugar en el que conocí a Julianne, mi actual pareja. Y todas estas conexiones tan profundas con este lugar me hicieron pensar que era el sitio perfecto para hacer mis trabajos: uno es ‘Cathedral of the Pines’ y otro es un trabajo que hice varios años antes, en la propiedad de mis padres y al que pertenecen las fotos de las luciérnagas.
Ambos trabajos tienen un nexo de unión, no solo por el lugar donde están hechos. Sucede que ambos los hice en dos momentos de mi vida en los que se estaban dando grandes cambios. Siempre hay una relación muy estrecha entre la vida y el arte, y esto es evidente en estos dos proyectos, en las fotos que los componen.
‘Fireflies’. Foto: Gregory Crewdson
Las fotos de las luciérnagas las hice a mediados de los 90, justo después de que mi primer matrimonio fracasara. Me fui de Nueva York y me pasé un verano haciendo fotos luciérnagas en la casa de mis padres. Estuve varios meses haciendo fotos todas las noches. Al final del verano, revelé los negativos, miré los contactos y, por alguna razón, no pude enfrentarme a ese trabajo. Decidí guardar las fotos en una caja y estuvieron ahí más de diez años. Pasado ese tiempo, abrí la caja, miré las fotos y me parecieron verdaderamente hermosas, poderosas, y las positivé. Eso fue en 2006.
Aquello coincidió con el final de mi segundo matrimonio. Me marché de Nueva York y me mudé a una vieja iglesia, también en Massachussets. Mi vida era un auténtico caos. Empecé a nadar largas distancias en Beckett, y después, como un año más tarde, Julianne y yo estábamos haciendo esquí de fondo, íbamos por el bosque y nos topamos con un pequeño sendero en el que había un letrero que decía ‘Cathedral of the pines’, que era el nombre del sendero, e inmediatamente pensé: «Este va a ser mi próximo proyecto y este va a ser, también, su nombre».
‘Cathedral of the pines’. Foto: Gregory Crewdson
Una de las fotos del proyecto también se llama así, ‘Cathedral of the Pines’. La hice en el sendero del mismo nombre. Quería hacer una foto que reflejara un momento de reconocimiento, de descubrimiento. En ella vemos a un adolescente que va sobre sus esquís en mitad de un paisaje natural idílico y que se siente atraído por la luz de una pequeña caseta. Lo que nos sugiere es que algo ha pasado ahí, algo que permanece como un misterio.
El proyecto me llevó cinco años. Todas las localizaciones exteriores e interiores están en Beckett. Me interesa usar la iconografía de la naturaleza y el paisaje americanos como sustitutos o metáforas que me ayuden a plasmar la psicología de la ansiedad, el miedo o el deseo.
La foto de la mujer a la que se ve en el exterior de una cabaña, a través de la puerta, es una de las que más me gustan. Ella es Julianne y estuvo implicada en toda la fase de producción del proyecto. La foto se hizo en la casa de sus padres, el lugar en el que se crió, en una caseta que está muy cerca de la casa. Hicimos toda una serie de fotos en ese entorno y cuando yo estaba buscando localizaciones me enamoré de esa perspectiva, ese punto de vista desde el interior hacia el exterior, junto al manzano. Tuve varias ideas pero, finalmente, fue esta la que salió: Julianne enmarcada por la puerta, con ese pequeño montón de flores y hojas marchitas junto a la puerta. No sé qué es lo que significa esa foto, pero creo que es muy evocadora, muy hermosa, y que, como el resto de las fotos en ‘Cathedral of the pines’, se contrapone a las que hice para ‘Beneath the roses’: estas son más suaves, hay una mayor calma en ellas, pasan menos cosas, tienen una especie de relación contemplativa con la naturaleza. También hay una utilización reiterada de marcos naturales como ventanas, puertas… que me sirven para establecer la relación entre la vida doméstica y el mundo natural.
En muchas de las fotos de Crewdson, las ventanas marcan la tensión entre el mundo interior y el exterior, entre lo doméstico y lo salvaje. La obsesión por este tipo de marcos, así como por cierta perspectiva que recuerda vivamente al voyeurismo, es otra constante casi desde sus primeros trabajos.
Con ‘Cathedral of the pines’, siento, primera vez, que no podría haber hecho mejores fotos. Fue muy satisfactorio. Con los trabajos anteriores siempre me quedaba la sensación de que podía haberlo hecho mejor, pero eso es natural. Este último trabajo ha tenido un gran eco, en parte porque me ausenté del mundo del arte durante cinco años. Y siento que estoy completamente satisfecho a un nivel profundo. Sobre todo, después de haberme aislado durante años para hacerlo.
‘Cathedral of the pines’. Foto: Gregory Crewdson
Me gustan mucho las fotos de la madre y la hija en el sofá, la de la mujer frente al fregadero… Parece una pintura, tiene un aire muy clásico. Este es otro ejemplo de una fotografía en la que cada detalle es significativo y en la que resulta importantísimo que todo esté perfectamente enfocado, que la imagen tenga una gran resolución.
No quiero que nadie piense en nada fotográfico cuando mira estas fotos, quiero que únicamente se sumerjan en el mundo que observan. Por eso no quiero que vean imágenes con grano, desenfocadas o con cualquier otro elemento que rompa la belleza de la foto. Quiero que transmita intimidad y que el espectador se aproxime físicamente a ella.
Soy de los que me sentí liberado al dejar la 8×10. He trabajado con ella durante tanto tiempo, que vives y mueres por 8×10. Es una cámara que te limita mucho, pero también tiene una claridad y una descripción muy hermosas. Sin embargo, es una bestia, es engorroso y tiene un enfoque limitado. Honestamente puedo decir que cuando terminé con ‘Beneath the roses’, terminé con la 8×10. No la echo de menos, para nada, no puedo imaginarme volver a eso. Pero no significa que me arrepienta de haberla usado. Me encantó hacerlo. Ahora disparo con una cámara Phase One (una cámara de medio formato).
Cuando me preguntan qué es lo que busco… Me gustaría poder contestar, pero creo que, en realidad, el propio acto de hacer fotos es una búsqueda. Y al hacer fotos hay siempre ese momento de gracia. Cuando haces una foto hay mucho caos, mucha gente participando en el proceso, pero cuando todo encaja en la foto… hay esa luz, esa belleza, esa tristeza, esa quietud y, de repente, todo es perfecto. Ese, para mí, es un momento de auténtica revelación, profundamente trascendente.
Toda fotografía trata fundamentalmente de la luz. A mí me gusta llevar esa relación algo más lejos, me interesa contar una historia a través de la luz, usándola como un código narrativo. Todas las fotos tratan de la luz y de su capacidad para transformar una escena común en un lugar maravilloso y lleno de misterio.
‘Cathedral of the pines’. Foto: Gregory Crewdson.
Lo que no es un misterio, tras analizar el trabajo de este fotógrafo, es que Gregory Crewdson borda la idea de ambigüedad en sus series fotográficas. Como él mismo afirma: «Hay dos interpretaciones posibles; una es la posibilidad de la imposibilidad, y la otra, la imposibilidad de la posibilidad. Sé que hay tristeza en mis fotos, es una tristeza profunda y muy enraizada en la psique humana, la que nace de la necesidad y el deseo de conectar con algo más grande y la imposibilidad de hacerlo».
Si te fijas en las fotos que hice en mis primeros años, en la universidad, esas fotos tempranas y, seguramente, no resueltas, tienen mucho que ver con lo que hago ahora, que es contar una historia mediante la luz y el color, crear una sensibilidad fotográfica que se mueve entre realidad y ficción. Puedes ver cómo esa sensibilidad va emergiendo, y después, a medida que creces como artista, los parámetros de esa historia se expanden e, inconscientemente, creas una especie de iconografía.
Por eso decía antes que creo firmemente que todo artista lleva una historia dentro, y que el mayor reto es cómo contar esa historia una y otra vez reinventando su forma lo largo de tu vida.
Enlaces de interés
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- Entrevista a Gregory Crewdson (en inglés, pueden activarse subtítulos automáticos en español).
Me alegro que hayas vuelto, espero que ya estés totalmente recuperada.
Un artículo muy interesante, como nos tienes acostumbrados.
Gracias, Juan Luis! 🙂