En la Nochebuena de 1991 una ilustradora llamada Ann Rhoney recorre frenéticamente las calles nevadas de la ciudad de Nueva York. Se abre paso a empujones entre las miles y miles de personas que apuran las horas para hacer las últimas compras navideñas, pero, a diferencia del resto, ella no busca regalos, busca material para poder llevar a cabo el último e imprevisto encargo que le acababan de hacer: colorear una foto cuyo original está sacado en blanco y negro.

Estamos en la era anterior al Photoshop, y colorear una foto es un proceso minucioso y lento, que requiere de una enorme destreza y, por añadido, debe hacerse con sumo cuidado.

El encargo se lo ha hecho su jefe en la revista Colors, el editor Tibor Kalman, que a su vez lo ha recibido de Oliviero Toscani, el fotógrafo de Benetton. Pocos pueden imaginar entonces que la foto en cuestión, y su utilización como reclamo publicitario para vender ropa, creará una de las mayores polémicas que se recuerdan en la industria publicitaria.

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Con una escena tan potente como la de la foto, había mucho en juego. Quería que la imagen tuviera una calidad pacífica, por decirlo de algún modo. El objetivo de colorearla era hacerla parecer más real, por lo que había mucha presión para lograrlo. Perder un mínimo detalle por una sombra mal puesta hubiera sido un completo desastre, declaró Rhoney años después a la revista Time.

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Foto: Therese Frare. Original en blanco y negro.

La fotografía muestra la imagen del joven David Kirby, enfermo terminal de SIDA, acompañado de su padre, su hermana y su sobrina mientras agoniza en una cama. La tomó Therese Frare, una joven estudiante de periodismo.

En enero de 1990, empecé a estudiar un posgrado en la Universidad de Ohio y poco después entré como voluntaria en Pater Noster House, una residencia para enfermos de SIDA que había en Columbus. En marzo comencé a hacer fotos y conocí al resto de voluntarios que allí trabajaban, entre ellos a uno llamado Peta, y que cuidaban de David y del resto de pacientes.

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El día que David murió, yo estaba visitando a Peta. Parte del personal vino a buscarlo para que pudiera estar con David y me llevó con él. Me quedé fuera de la habitación de David, pensando en mis cosas, cuando llegó la madre de David y me dijo que la familia quería que hiciera fotos mientras se despedían de él. Entré y me quedé quieta en la esquina, sin apenas moverme, mirando y fotografiando la escena. No fue hasta después que me di cuenta, verdadera cuenta, de que algo realmente increíble había sucedido en esa habitación, justo delante de mí.

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Peta con David Kirby. Foto: Therese Frare.

Cuando empecé hacer fotos en la residencia, pregunté a David si le molestaba que se las hiciera a él, y me dijo que no, que le parecía bien siempre y cuando no las utilizara para obtener beneficios personales. A día de hoy no cobro dinero por esa fotografía.

David Kirby era un activista gay nacido en Ohio que a finales de los 80 supo que había contraído el VIH. En aquella época él vivía en California y se puso en contacto con su familia, con la que mantenía una relación distante, para preguntarles si podía volver a Ohio. Quería morir cerca de ellos, y los Kirby le dieron la bienvenida. Así fue como llegó a Pater Noster House y conoció a Peta, un voluntario que se convirtió en su cuidador y que era a su vez residente, ya que él también era portador del virus.

David quería hacer ver lo devastador era el SIDA para las familias y las comunidades. Honestamente, creo que él era mucho más consciente que yo de la importancia que tenían aquellas fotos. Yo no creía que llegaran a tener ninguna relevancia, pensaba ‘de todos modos, ¿quién va a verlas?’.

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David Kirby, antes de contraer SIDA. Foto: Therese Frare.

Se calcula que más de mil millones de personas han visto la fotografía tomada por Therese Frare. El original en blanco y negro se publicó en la revista Life, ganó, entre otros premios, el World Press Photo. De ahí saltó a periódicos, revistas y televisiones de todo el mundo.

Las primeras controversias en torno a la imagen no tardaron en llegar, pero la verdadera polémica no estalló del todo hasta dos años después, cuando Benetton utilizó una versión coloreada de la foto en una provocativa campaña publicitaria.

Las quejas fueron tanto individuales como colectivas y llegaron desde frentes muy diferentes. Hubo grupos católicos que protestaron enérgicamente alegando que la imagen de David Kirby y su familia se burlaba de la imagen de la virgen María acunando a Jesús después de que este fuera crucificado; la Terrence Higgings Trust, organización benéfica inglesa que apoya a enfermos de SIDA, pidió que el anuncio fuera retirado y prohibido por ser ofensivo y poco ético. Revistas de moda como Elle, Vogue y Marie Claire se negaron a publicarlo y periódicos como el Sunday Times de Londres se unieron a una campaña que pedía el boicot a Benetton.

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La familia de Kirby, sin embargo, tenía una opinión muy diferente. Nunca tuvimos ninguna reserva sobre permitir que Benetton usara la fotografía de Therese en ese anuncio, declaró su madre, Kay, a Life.com. A lo que me opuse fue a todos los que, sin conocernos, pusieron el grito en el cielo diciendo lo escandalosa y horrible que era la foto. No sabían nada de nosotros, ni de David. Mi hijo, en la práctica, acabó muriendo de hambre, que es uno de los espantosos efectos secundarios de la enfermedad. Sentimos que ya era hora de que la gente viera la verdad sobre el SIDA, y si Benetton podía ayudar a ello, a nosotros nos parecía bien. Ese anuncio fue la última oportunidad para que la gente viera a David, una señal para mostrar que él estuvo una vez aquí, entre nosotros.

Oliviero Toscani recuerda así el momento en el que vio por primera vez aquella fotografía:

Cuando vi la imagen de Therese en Life, dije: ‘Esa es la imagen’. David se parece a Jesucristo, pero se está muriendo de SIDA. Es como una pintura. El único problema era que la foto estaba en blanco y negro y yo quería que la imagen fuera realista: el color es realista.

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Primer plano de David y su padre Bill, con las manos de Peta sujetando la de David en la esquina inferior izquierda.

Así es como la fotografía acabó en manos de Ann Rhoney. La ilustradora trabajó toda la Nochebuena en la imagen. Rhoney aplicaba la pintura sobre la fotografía y después, con mucho cuidado, quitaba el sobrante con un palillo envuelto en algodón.

Solo tenía 24 horas antes de que la pintura se secase y tenía que ser muy precisa. El método no es como el Photoshop, en el que puedes volver atrás y cambiar lo que no esté bien. Es una pintura al óleo real.

Trabajar intensamente sobre la foto hizo que la escena la atrapara: Cuando más miraba la foto, más interiorizaba lo que allí sucedía. Muchos amigos míos habían muerto de SIDA y acababa de trabajar para el número de la revista Newsweek llamado ‘The Future Gay of America’. Creo que cuando trabajaba en la foto tuve la misma sensación que Therese cuando la hizo; ambas queríamos reflejar la dignidad de David en el momento de su muerte.

David Kirby, Ohio, 1990.

David Kirby. Foto: Therese Frare.

Cuando Tibor Kalman, mi jefe, vio la foto coloreada, se emocionó. Si miras bien, hay una luz blanca que ilumina sus caras, y es real. Ambos lo vimos y nos conmovió. Creo que, más que ganar dinero con ella, Kalman quería que la gente sintiera lo mismo que sentíamos nosotros al mirarla. El padre de David fue el que tuvo la última palabra cuando se pensó en utilizarla como publicidad de Benetton. ‘Si esa fotografía ayuda a alguien… vale la pena la presión que tengamos que soportar’, dijo.

En 1992, año en el que se publicó el anuncio de Benetton con la foto de Kirby, el SIDA parecía ser un problema del que nadie, ni siquiera el gobierno de EEUU, se quería ocupar. Ese año, la enfermedad se convirtió en la principal causa de muerte entre los hombres estadounidenses de entre 25 y 44 años.

Arropado por los datos, Benetton dotó a su campaña de un objetivo altruista, algo a lo que contribuyó la actitud de la propia familia de David Kirby. Su padre veía el anuncio como una forma de sacudir conciencias: Benetton no nos está utilizando, somos nosotros los que utilizamos a Benetton. Gracias a ellos, todo el mundo ha visto tu foto, y eso es exactamente lo que David quería, le dijo a Therese Frare.

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David Kirby. Foto: Therese Frare.

Tras la muerte de David, Therese siguió trabajando y haciendo fotos en Pater Noster House, siguió muy de cerca el día a día de Peta, el voluntario que acompañó a Kirby en sus últimas semanas de vida.

Peta era una persona increíble. Hacía frente a todo tipo de dualidades en su vida: era mitad nativo americano y mitad blanco, cuidador y cliente de Pater Noster, una mezcla de hombre y mujer, todo eso, pero también era una persona muy, muy fuerte.

Cuando a principios de 1992 Peta desarrolló el SIDA y su salud se deterioró de forma significativa, los Kirby comenzaron a ocuparse de él de la misma manera que Peta había cuidado a su hijo en los últimos meses de su vida, había consolado a David; habló con él, lo sostuvo, trató de aliviar su dolor y su soledad mediante el simple contacto humano.

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Peta cuidando a David. Foto:: Therese Frare.

Los Kirby fueron testigos de todo y decidieron hacer lo mismo por él, estar allí para él a medida que su fuerza y ​​su vitalidad se desvanecían.

Cuando David se estaba muriendo y Peta nos ayudaba a cuidarlo, decidí que cuando llegara el momento de Peta, y todos sabíamos que llegaría, nos ocuparíamos de él. Nunca hubo dudas. Íbamos a cuidar a Peta. Eso fue todo, declaró Kay Kirby, madre de David.

Me ocupé de Peta tan a menudo como pude. Fue difícil, porque no podíamos estar allí todo el tiempo. Pero Bill venía los fines de semana y lo hicimos lo mejor que pudimos en el poco tiempo que tuvimos.

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Kay Kirby, con Peta. Foto: Therese Frare.

Peta era un paciente muy difícil. Era muy directo, decía lo que quería y cuándo lo quería. Pero durante todo el tiempo lo cuidamos, solo recuerdo que me gritara una vez. Yo también le grité y él sabía que no iba a dejar que se saliera con la suya con ese tipo de comportamiento. Nuestra relación continuó a partir de ahí.

Mi marido y yo estábamos muy dolidos por la forma en que trataron a David en el pequeño hospital rural que había cerca de nuestra casa, donde pasó un tiempo después de regresar a Ohio. Recuerdo incluso que la persona que repartía los menús se negó a dejar que David tocara uno (por miedo a la infección). Le leía las comidas desde la puerta. Nos dijimos a nosotros mismos que ayudaríamos a otras personas con SIDA a evitar todo eso, e intentamos asegurarnos de que Peta nunca pasara por algo así.

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Bill Kirby, con Peta. Foto: Therese Frare.

Therese Frare jamás pensó que la foto llegara a publicarse, ni mucho menos protagonizar una campaña publicitaria ni causar semejante polémica.

La imagen de David se convirtió en la foto que llegó a todo el mundo, pero mi trabajo era más extenso, había mucho más, muchas fotos con las que intenté documentar lo que vivieron Peta, los Kirby y el resto de personas que estaban en Pater Noster. Y todo eso se olvidó hasta que años después, en 2010, Life.com publicó varias de mis fotos de la época tras contactar conmigo e interesarse por la procedencia de la famosa foto.

La polémica en torno al anuncio de Benetton afectó profundamente a Frare, «estaba hecha polvo», recuerda, pero las cosas acabaron por calmarse y en los siguientes años la fotoperiodista trabajó para el New York Times y otros medios importantes.

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Peta y la familia Kirby acompañando a David. Foto: Therese Frare.

Hoy día, la percepción del SIDA y su tratamiento ha cambiado mucho, aunque todavía haya camino por recorrer. Hay quien mira el anuncio y ve lógica la reacción que suscitó en muchos sectores (al igual que sigue sucediendo con otras campañas de Benetton); otros, en cambio, afirman que aquella campaña ayudó a acabar con la ignorancia, los prejuicios y los estigmas vinculados a la enfermedad. Entre ellos está Barb Cordle, directora de Pater Noster House cuando David Kirby estuvo allí: Esa foto hizo más para suavizar los corazones de las personas respecto al SIDA que cualquier otra que haya visto. No se puede mirar esa imagen y odiar a una persona con SIDA. Simplemente, no puedes.

 

*Para escribir este post se han utilizado dos artículos publicados en Time.com, uno en 2014 y otro en 2016.

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