Es curioso lo que pasa con alguna fotografías. Aparentemente no tienen nada especial, pero las miras, te atrapan y dan lugar a historias curiosas.
Hacer un par de días colgaba un post en la página que el programa radiofónico sobre fotografía Full Frame tiene en Facebook. Era un texto en el que el cineasta Wim Wenders hablaba sobre fotografía, su otra gran pasión. El texto lo acompañé con una pequeña galería de siete fotos hechas por Wenders.
En mi primera selección de siete no estaba la que protagoniza este post, y no lo estaba porque no di con ella hasta poco después, y por casualidad, cuando buscaba un retrato de Wenders. Fue verla y quedarme totalmente embobada; no podía dejar de mirarla y de deleitarme en cada uno de sus detalles. Esa foto tenía que estar en la galería de siete, sí o sí, y no dudé en sacrificar una de las fotos para incluir esta otra.
En un primer momento, fue el rojo lo que me hechizó, y después el cuadro de la parte superior. Es de esas fotos que decimos que tienen ‘algo’, aunque no acertemos a explicarlo. Transmite calidez y misterio, y también cierta calma, una especie de dulce abandono abandono que a veces resulta un tanto perturbador.
No fui la única atrapada por la magia de esta imagen. Muchos miembros de la página de Facebook reaccionaron igualmente ante ella convirtiéndola en la protagonista de la galería, pese a estar colocada en último lugar.
Comprobar que mi fascinación por esta foto no era, ni mucho menos, una excepción avivó mi curiosidad sobre la imagen y me lancé a investigar. Así que esta es la historia de una foto tomada en la recepción de un pequeño hotel perdido en la desértica Arizona:
El cuadro que está encima de la máquina de Coca-Cola me persigue (…) y es el arranque perfecto para una road movie.
Estas fueron las palabras de Wim Wenders cuando vio este rincón en la recepción del hotel situado en Gila Bend, un pequeño pueblo de Arizona. El director pensaba en la estrecha relación entre fotografía y cine
Wenders es un buen ejemplo de esa relación. Conocido por dirigir películas como la citada ‘París, Texas’(1984) o ‘El cielo sobre Berlín’ (1987), es también un apasionado de la fotografía, y cuenta en su haber con varios fotolibros y exposiciones. Además, codirigió el famoso documental ‘La sal de la Tierra‘ (2014) sobre la vida y obra del fotógrafo Sebastiao Salgado, junto al hijo de éste, Juliano Ribeiro Salgado.
Como director de cine, soy un contador de historias, pero como fotógrafo me convierto estrictamente en un oyente. No escucho las historias de la gente, sino de los paisajes y los lugares, de los árboles y de los edificios, que tienen mucho que contar acerca de nosotros y de nuestra civilización.
En 1983, Wenders se encuentra en Estados Unidos, buscando localizaciones para la que será su próxima película, ‘Paris, Texas’. El cineasta alemán lleva consigo su Plaubel Makina, una cámara de medio formato que descubrió en una tienda de aparatos fotográficos de segunda mano.
Wenders conduce por los estados de Texas, Arizona, Nuevo México y California, y queda cautivado por la luz y los colores del salvaje oeste americano.
No podía creer lo que veía. Pensé que aquellos cielos solo existían en fotografías, aquellos colores tan Kodachrome, no se parecían a nada de lo que había visto hasta entonces. Como europeo que soy, pensé que esto era demasiado para mostrarlo en una película, que tendría que reducir esos colores porque si no nadie creería que eran reales. Viajé a aquellos lugares durante varios meses y tomé fotografías en color todos los días, a todas horas para acostumbrarme a esos colores y atreverme a mostrarlos.
Una selección de las fotos que Wenders hizo en aquellos viajes se exhibió en París en 1986 y se publicó en formato libro en el 2000, en ambos casos bajo el título ‘Written in the West‘ (Escrito en el Oeste).
‘Written in the West’ fue sobre todo un viaje de descubrimiento hacia la luz y los colores del oeste americano. (…) En gran medida, las fotos nacieron de conocimiento íntimo de los pequeños pueblos y paisajes que previamente había explorado en soledad. Conocía el territorio y no tenía miedo de aquellos cielos Kodachrome, aquel enorme horizonte y aquella luz cegadora. Y sobre todo, mi viaje me ayudó a quitarme de encima una preocupación, la de ser capaz de ver el Oeste solo a través de los ojos de John Ford y Anthony Mann.
Entre todas las fotografías del libro, al que 30 años después Wenders añadiría 15 más en una edición revisada, hay una que llama poderosamente la atención. Está tomada en un viejo hotel de Arizona, y en ella se ven un sofá, una máquina de Coca Cola y un cuadro que preside toda la escena.
El rojo del sofá y de la máquina de refrescos tiene una tonalidad especialmente cálida y envolvente. Es el rojo analógico, propio de la película Kodachrome, cuya magia resulta imposible de igualar hoy día, en plena era digital.
Soy un feroz defensor de lo analógico. Prefiero hacer fotos así porque, de otro modo, no podría hacer el trabajo que hago. Tengo que estar solo y concentrado. Necesito entablar un diálogo silencioso con los lugares que fotografío. Con una cámara digital necesitaría llevar, al menos, un iPad conmigo para controlar el resultado y para eso necesitaría también un asistente. Y eso es algo que no quiero. Tampoco me gusta ver la imagen en la pantalla trasera de mi cámara. Sería el fin de mi intento de acercarme a ese lugar, porque mi diálogo interior acabaría antes de haber empezado. Además, no me gusta manipular nada ni utilizar Photoshop. Solo quiero retratar lo que veo de la mejor manera posible.
Después de disparar en blanco y negro durante más de 30 años, Wenders aprovechó su viaje en solitario al Oeste para intentar mejorar su comprensión del color.
La fotografía y la soledad están estrechamente ligadas. Si no estás solo, nunca podrás experimentar esta forma de ver, esta completa inmersión en lo que ves, ya no necesitas interpretar lo que ves, solo buscar… Ese viaje en busca de localizaciones y material para la película fue un puro placer, aunque más que buscar lugares, trataba de entenderlos. Me levantaba por la mañana, conducía hacia el cielo azul y seguía conduciendo todo el día.
Si bien ese rojo tan especial es lo primero que llama la atención de la escena, una vez pasado ese primer nivel, descubrimos que la verdadera historia está en el cuadro que se ve en la parte superior. Es un paisaje, puede que algo burdo a primera vista, pero que contiene el espíritu de lo que es una road movie o película de carretera: varios caminos que se dirigen hacia un horizonte solitario y lejano, en el que incluso dos de ellos llegan a cruzarse. Es la aventura, el viaje, la inmensidad de la libertad, pero también la observación, el tiempo detenido… La soledad.
Ese viaje fotográfico previo hizo que ‘Paris, Texas’ sea mi película más libre, porque conocí aquel lugar a través de la fotografía, fotografiándolo. Al acabar el rodaje, me tomé el tiempo para mirar las fotos que había hecho, porque hasta entonces solo las tenía en hojas de contactos. Nunca imprimí ninguna en papel porque para mí lo importante era hacer las fotos, no el resultado. Las vi y me di cuenta de que había algo bueno ahí, algo que era independiente de la película, tenían su propio lenguaje, y no tenían nada que ver con Walker Evans, que es el único fotógrafo al que idolatro.
En el cine tú cuentas una historia y la historia eclipsa todo lo demás, incluso te obliga a veces a sacrificar tus planos más hermosos. En ‘Paris, Texas’ tuve que eliminar mis 10 planos favoritos porque no encajaban en la historia, eran muy bellos, pero esa belleza interrumpía el flujo de la historia. Pero con las fotos era diferente, podían ser bellas y extrañas, y cada una de ellas tenía su propia historia y su propio sentido del tiempo.
Pese a la criba que el ritmo argumental de la película obligó a hacer a Wenders, el film, como la evocadora foto ha dado lugar a este post, contiene numerosos planos de un colorido y una belleza sobrecogedoras. No en vano, la paleta de colores de ‘Paris, Texas’ ha sido una de las más analizadas.
Su responsable de fotografía, el de la película, no es Wim Wenders, sino el holandés Robby Müller, colaborador habitual del director alemán. Tal y como explica el también director de fotografía Ignacio Aguilar en su web harmonicacinema.com, «si por algo destacaba Müller, y también ‘Paris, Texas’, pues no es una excepción, es por la introducción de fuentes de iluminación coloreadas de forma muy intensa, que añaden a la película una nueva dimensión visual y riqueza tonal, sin que las mismas parezcan fuera de lugar en ningún momento, ya que se trata casi siempre de fuentes integradas en pantalla que bien podrían haber sido las auténticas de los lugares en los que se desarrolla la historia».
¿Os suenan de algo ese tono rojo de la camiseta del niño y de la camisa del protagonista? ¿No os llevan directamente al sofá y a la máquina de Coca-Cola de la foto?
No es el único guiño que la película hace a la fotografía. En la primera cita de Wenders que puede leerse en este post, el director afirma que el cuadro de la foto le persigue, que sería «el arranque perfecto de una road movie». Y Wenders no abandonó esa idea. El comienzo de la película parece tener lugar en el mismo paisaje que muestra el cuadro. Esta es la famosa escena:
Un hombre camina por un solitario y árido paisaje hacia un lejano horizonte muy parecido al del cuadro de la fotografía, una escena que parece sacada de la propia pintura. Ese cuadro simboliza la localización y la ambientación de la película, mientras que los colores del resto de elementos, como el sofá y la pared, al igual que la luz que entra por la izquierda, anuncian la estética cromática que caracterizará al film.
‘Lounge Painting 1’, que es así como se llama la fotografía, es una perfecta alegoría de ‘Paris, Texas’. Fotografía y cine caminan de la mano, y más, si cabe, cuando se trata del maestro Wim Wenders.
Si que es bueno.
Interesantisima entrada, Paris Texas, me fascina, como tu blog.
Un saludo
Gracias, Jorge!
En la foto, el paisaje su vuelve real, y el sofá y la máquina resultan artificiales.
Buena observación, Alejandro! Gracias!
Excelente!!! Solo una duda acerca de la cámara fotográfica Plaubel Makina… Es cámara de formato medio o de medio formato… Saludos