‘My Dakota’, de Rebecca Norris, es uno de los mejores ejemplos de introspección fotográfica,  de búsqueda de sentido vital y de replanteamiento de la propia existencia a través de una cámara de fotos. Para ello, la fotógrafa norteamericana vuelve a su tierra natal y la reinterpreta a través de una mirada, la suya, profundamente marcada por un duelo traumático.

El libro de Norris es un trabajo personal, único e íntimo donde los haya, un viaje a los orígenes para superar el dolor de la inesperada muerte de su hermano. La autora vuelve a los lugares de su infancia para fotografiarlos y revivirlos a través de su cámara, en una especie de ejercicio terapéutico que acompaña con breves reflexiones de corte poético.

My Dakota Cover

Rebeca Norris explora la geografía física del Oeste americano a la vez que su propia geografía del dolor. Norris es también poeta, y se vio sorprendida por la naturaleza silenciosa de su dolor, no era capaz de expresarlo en palabras, y su único consuelo fue conducir y hacer fotos.

Pasaron cuatro años hasta que empezó a escribir algunas de las frases que salpican el libro, a veces bajo sus fotos, y otras veces entre una imagen y otra.

‘My Dakota’ es un libro único, un testimonio fotográfico y poético sobre el duelo, el recuerdo y la reinterpretación de nuestros paisajes de la infancia.

© Rebecca Norris Webb, “Storm Light,” from My Dakota

Foto: Rebecca Norris

 

La propia Rebecca Norris explica así su proyecto en un texto publicado en la revista Time el 21 de mayo de 2012:

En 2005, quería dar una visión más íntima y personal del Oeste americano, esperaba captar lo que todo aquel espacio provoca en alguien nacido allí. Por eso me propuse fotografiar Dakota del Sur, el lugar en el que crecí. Un estado fronterizo situado en las grandes llanuras, escasamente poblado, en el que hay más búfalos, antílopes, coyotes, ciervos y perros de las praderas que personas. Es la tierra de las asambleas de indios, de los rodeos; un paisaje duro y hermoso dominado por el espacio, el silencio y la soledad, por fuertes vientos y condiciones climáticas extremas, un territorio que fue parte del Salvaje Oeste, lugar de enfrentamiento entre europeos e indios Lakota y en el que aún persisten tensiones culturales; un paisaje salpicado por lo roto y lo abandonado; un lugar que aprendí a amar en toda su complejidad.

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Foto: Rebecca Norris

Todo cambió un año después, cuando mi hermano Dave murió de forma inesperada víctima de un fallo cardíaco. Durante meses, una de las pocas cosas que aliviaba mi corazón fueron los paisajes de Dakota del Sur. Parecía que lo único que yo podía hacer era conducir y sacar fotos. Empecé a preguntarme… ¿tiene la pérdida su propia geografía?

Ese primer año de luto fue una época confusa de habitaciones de hotel, carreteras secundarias y sueños sobre mi hermano. Todavía recuerdo una imagen particularmente escurridiza, hechizante y onírica. Era un día nublado, en una carretera desierta en el valle Missouri River y me vi sorprendida por una bandada de miles de pájaros. Me quedé fascinada con cómo aquellos pájaros volaban en aquel cielo tormentoso y agitado del Oeste americano, como si fueran una gran, ondulante y oscura criatura hambrienta, recolectando restos de los campos de maíz y girasoles en los últimos días de otoño.

©Rebecca Norris Webb, "Blackbirds," from "My Dakota"

Foto: Rebecca Norris

Durante días, y cuando menos lo esperaba, veía a aquellos pájaros descender sobre los campos. No importaba lo rápido que yo parara el coche y cogiera la cámara. La bandada oscura desaparecía tan repentinamente como había aparecido.

Durante al menos una semana, seguí soñando con aquellos pájaros negros. Finalmente, una tarde, cerca de la pequeña población de Gray Goose, en Dakota del Sur, vi a la bandada merodeando un campo de girasoles. Esta vez estaba más preparada (llevaba mi cámara colgada al cuello) y gracias al ancho arcén de la carretera pude aparcar el coche y correr hacia el campo, manteniéndome agachada para no asustar a los pájaros. Recuerdo que me preguntaba qué le diría al granjero de turno si me pillaba en sus tierras.

Entonces sucedió algo que no esperaba. Los pájaros permanecieron más tiempo del habitual en aquel lugar. ¿Es que había más semillas que las habituales para comer? ¿O es que los enormes girasoles impedían que se percataran de mi presencia? Me fui acercando hasta que me puse detrás de uno de los girasoles más grandes del campo. Bajo su enorme cabeza inclinada, apreté el botón de mi cámara una y otra vez, hasta que la bandada de pájaros desapareció en aquel cielo gris, frío y ventoso del mes de noviembre.

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Foto: Rebecca Norris

Dicen que tu primera muerte es como tu primer amor, que nunca vuelves a ser la misma persona. Después de que mi hermano muriera, mis fotografías empezaron a cambiar. Eran más tenues, otoñales. Recuerdo haberle comentado a la escritora Linda Hasselstrom, en cuya casa en Hermosa, Dakota del Sur, hice la mayor parte del trabajo escrito del libro: «Veo el verano, el otoño y el invierno en mis fotografías, pero no la primavera».

«Cuando estás afligido, no hay primavera», fue la respuesta de Linda.

Ahora que ‘My Dakota’ está terminado, miro mis fotos y me doy cuenta de que estaba fotografiando esta etapa tan oscura de mi vida para intentar asimilarla, sintetizarla, y finalmente, dejarla ir. Lo que me ha cambiado no ha sido solo perder a mi hermano, también hacer ‘My Dakota’ me ha cambiado, he cambiado como persona y como autora de fotolibros.

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