Ansel Adams dijo de ella que era «espectacular, la más grande fotógrafa de desnudos». Sin embargo, la inmensa mayoría de las veces, el nombre de Ruth Bernhard no suele aparecer cuando se habla de los grandes maestros de la fotografía del siglo XX. Fue miembro del famoso grupo F64 junto al propio Ansel Adams y otros históricos como Edward Weston, Imogen Cunningham, Minor White y Dorothea Lange.

Nacida en Berlín en 1905, hija única del famoso diseñador Lucian Bernhard, Ruth fue consciente muy pronto del menosprecio con el que las mujeres eran tratadas en el mundo artístico. Lo veía en el comportamiento de su propio padre:

“Le admiraba, pero me dejó muy claro que los chicos eran más importantes que las chicas… Y para él, los padres eran aún más importantes”.

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Ruth Bernhard

Con el tiempo y su especial atención a los desnudos femeninos, Bernhard quiso, a través de su trabajo, reivindicar el papel de la mujer y dignificar la figura femenina.

“La mujer ha sido blanco de muchas cosas sórdidas y ordinarias, especialmente en fotografía. Mi misión ha sido elevar y apoyar la imagen de la mujer con una devoción infinita”.

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Perspective II (1967). Foto: Ruth Bernhard.

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Sus padres se separaron cuando ella tenía sólo dos años y Ruth quedó al cuidado de su padre, un reconocido diseñador y artista alemán que volvió a casarse cuando su hija tenía ocho años.

“De niña sentía una gran curiosidad por la evolución y la continuidad de la vida. Mi interés por la vida de las plantas, la belleza del mar y el estudio de los animales estaba directamente relacionado con mi visión del cuerpo humano… Se me ocurrió que nosotros somos una especie de contenedores de semillas, en la medida en que nuestros cuerpos representan el pasado, el presente y el futuro; la progresión de la raza humana. Mis fotografías representan esa filosofía. El cuerpo, por supuesto, es el objeto seminal del que brota la vida”.

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Two Leaves (1952). Foto: Ruth Bernhard.

La joven fotógrafa vivió con su padre y su madrastra, convertida, de golpe, en la mayor de cinco hermanos, en un hogar repleto de obras de arte. Su padre era un perfeccionista casi patológico, muy exigente con todo el mundo, y especialmente con sus propios hijos.

“Le enseñé mi primer portfolio, que constaba de 12 fotografías. Me dijo, ‘esta no me gusta’, y yo le pregunté: ‘¿y las otras once?’. ‘Son perfectas’, me respondió, ‘pero eres mi hija, ¿no?’”

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Shell (1942). Foto: Ruth Bernhard.

Influida por su padre y por la importante presencia que el arte y el diseño tuvieron en su niñez, Bernhard estudió Historia del Arte y tipografía en la Academia de Bellas Artes de Berlín antes de trasladarse a Nueva York, en 1927, donde ya vivía su padre.  A través de él conoce a Ralph Steiner, editor gráfico de la revista femenina ‘The Delineator’, y comienza a trabajar para como asistente suya. Gana 45 dólares a la semana y con ese dinero compra su primera cámara, una de placas 8×10. Experimenta durante meses, su trabajo gusta a los amigos diseñadores de su padre y empieza a recibir sus primeros encargos comerciales.

En esta época, Bernhard ve la fotografía como algo mecánico, no como un arte.  Entiende que lo artístico está en el objeto fotografiado, no en el fotógrafo.

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Wet Silk (1938). Foto: Ruth Bernhard.

Publica sus primeras fotografías en 1931, una serie titulada ‘Lifesavers’. Durante esta época comienza a ser consciente de la importancia de la luz a la hora de hacer una buena fotografía. Prefiere trabajar por las noches y se compra un juego de luces de estudio. Pasa horas y horas tratando de lograr la perfección del objeto fotografiado.

La luz es mi inspiración, mi pintura y mi pincel. Es tan vital como la propia modelo. Profundamente significativa, acaricia las curvas y líneas superlativas esenciales. En la luz reconozco la energía de la que depende toda la vida en este planeta”.

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Sand Dune (1967). Foto: Ruth Bernhard.

1934 fue el año en el que Bernhard hizo su primera incursión en la fotografía de desnudos. Fue fruto de la casualidad, como casi todo en su vida. Ruth estaba fotografiando unos enormes cuencos de acero para un diseñador industrial y tenía su estudio lleno de ellos.

“Creo recordar que eran para cocinas de hoteles o algo así. Yo tenía una amiga que era bailarina y apareció justo cuando estaba haciendo fotos de aquellos cuencos y le dije, ‘¿por qué no te metes en uno?’ Fue algo imprevisto y nos divertimos un montón”.

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Embryo (1934). Foto: Ruth Bernhard.

En una de las imágenes que tomó Bernhard aquel día puede verse el cuerpo de la bailarina agazapado en un enorme cuenco sobre un fondo en sombras. Con el tiempo, se convirtió en una de las imágenes más conocidas y laureadas de la fotógrafa estadounidense, la que marcó un punto de inflexión en su trayectoria artística. La llamó, acertadamente, ‘Embryo’ (embrión).

“Al reconocer la presencia de la modelo como un símbolo eterno y sensual de la vida y la existencia, experimento mi propia identidad. Como mujer, me identifico totalmente con mis modelos”.

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In the circle (1934). Foto: Ruth Bernhard.

1935 es otra de las fechas importantes en su biografía. Un día, mientras pasea con su pasea con su padre por la playa de Santa Mónica, en California, Bernhard se encuentra con Edward Weston. Ve el trabajo de Weston queda profundamente impresionada:

No estaba preparada para ver sus fotos. Fue apabullante, como una luz en la oscuridad. Allí, ante mí, estaba la prueba indiscutible de lo que yo siempre había creído posible: un artista de una intensa vitalidad cuyo medio de expresión era la fotografía. Me di cuenta de que lo que importa es la persona que utiliza la herramienta y no la herramienta en sí. Eso me hizo llorar… Me pasé un año sin hacer fotos, exceptuando las sesiones que hacía para cumplir con mis encargos comerciales, que eran mi sustento. Pero me di cuenta de que la fotografía sería mi lenguaje”.

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Pepper #30 (1930). Foto: Edward Weston.

Bernhard vuelve a Nueva York y escribe a Weston. El fotógrafo le responde poco después:

“Bernhard, tiene usted un ojo excelente. (…)  Me halaga que mis fotos le resultaran estimulantes, también usted lo fue para mí. Algún día volveremos a vernos… ¿puede que en Nueva York? Cariñosamente (esta palabra está en español en el original), Weston.”

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Nude 227 (1936). Foto: Edward Weston.

Fue el inicio de un fructífero y continuo intercambio de cartas. A través de Weston, Bernhard descubre el profundo potencial expresivo y artístico de la fotografía. Se hacen amigos y se cartean con intensidad durante meses, hasta que Ruth decide trasladarse a la costa oeste para trabajar con él.

La influencia de Weston es más que evidente en la obra de Bernhard: la suavidad y simplicidad de sus composiciones, el protagonismo de las formas, la pureza y suavidad de las líneas, la expresividad de las sombras…

Estar con Edward fue una experiencia maravillosa. El tiempo se detenía. La experiencia más intensa que un ser humano puede tener es aquella en la que el tiempo deja de existir. Deja de ser algo efímero para permanecer contigo y llenar cada momento; para que puedas darte tú mismo, en tu totalidad, y dedicarte a tu trabajo u obra. Pocas personas en nuestra civilización actual experimentan algo así. Otras conocen esta sensación solo bajo circunstancias muy concretas. En mi vida, sólo la he experimentado cuando estaba inmersa en mi trabajo o en compañía de unos pocos amigos. Uno de ellos era Edward. Aún hoy aprendo de su recuerdo; aprendo a no ser codiciosa, a que a través de la propia visión uno puede poseer toda la belleza, a no distraerme con pequeñeces, a tener fe en nuestros propios dones y a usarlos con respeto y amor”.

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Triangles (1946). Foto: Ruth Bernhard.

Ruth Bernhard era además una fotógrafa concienzuda y reflexiva. A veces pasaba días trabajando meticulosamente en una composición concreta para después hacer una única toma.

“En mi vida, como en mi trabajo, siempre he estado impulsada por un gran anhelo de perfección y de armonía más allá del ámbito de la experiencia humana. A través de los símbolos y la luz, he querido alcanzar la esencia del ser con el Universo”.

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Double vision (1973). Foto: Ruth Bernhard.

Su fotografía más famosa la tomó en 1964, y fue también fruto del azar. Había comprado una ampliadora, una Omega D-2, y acababa de desembalarla. La caja en la que venía estaba tirada en su estudio, lista para sacarla más tarde con el resto de la basura. Había contratado a una modelo para otro trabajo que estaba haciendo y cuando la chica llegó le propuso meterse en la caja. El cuerpo de la modelo encajaba perfectamente. La foto se llamó ‘In the box-horizontal’ (En la caja-horizontal).

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In the box (1962). Foto: Ruth Bernhard.

En esa misma sesión hizo otra fotografía, también famosa, diferente de la anterior: ‘In the box-vertical’.

“Le dije a la chica, ‘¿por qué no sujetas la caja, así, hacia arriba, con tus brazos?’ Éramos muy buenas amigas y confió en mí. Siempre me han interesado las formas. La parte sexy o erótica jamás me ha interesado”.

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In the box-vertical (1962). Foto: Ruth Bernhard.

En 1961, Bernhard comienza a dar clases privadas de fotografía en un estudio situado en la parte trasera de su casa. Enseña, entre otras cosas, talleres titulados “Photographing de Nude” (Fotografiar la desnudez) y “The Art of Feeling” (El arte de sentir).

“No me considero profesora. Me veo más como una jardinera que cultiva un suelo fértil animando a los estudiantes a que sean más conscientes de su potencial creativo. El énfasis debe estar en el sentimiento, la autoexpresión y el crecimiento”.

 

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Angles (1969). Ruth Bernhard.

“Los estudiantes que se adentran en el arte de fotografiar la desnudez siempre se sorprenden de lo difícil que es… El fotógrafo tiene que ser muy consciente de la diferencia entre mirar con sus propios ojos y mirar con la visión impersonal de la lente elegida. Dar clases sobre fotografiar desnudos fue una especie de experimento para mí. No sabía si iba a ser capaz de enseñar algo que para mí funciona de manera tan intuitiva”.

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Silk (1968). Foto: Ruth Bernhard.

Ruth Bernhard fotografió desnudos durante más de 50 años, con una sensibilidad, maestría y elegancia difícilmente superables. Murió en San Francisco en 2006, a los 101 años de edad.  Ted Hartwell, responsable de fotografía del Instituto de las Artes de Minneapolis, cuenta que  visitó a Ruth Bernhard en su casa pocos años antes de su muerte. Allí se fijó en una pequeña fotografía pegada en la puerta del frigorífico. Era una imagen de la joven propia Bernhard, de joven, hecha por Edward Weston. «¡Y la tenía allí! ¡En la puerta del frigorífico! ¡Increíble! ¡Aquella foto valía una fortuna!»

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Ruth Bernhard (1935). Foto: Edward Weston.

Es algo tan básico… El ser humano es una parte inocente de la naturaleza. Nuestra civilización ha distorsionado este atributo universal que nos permite sentirnos a gusto en nuestra propia piel. El resto de animales tienen abrigos que ‘aceptan’ con naturalidad, pero la raza humana aún tiene que asimilar la desnudez.

NOTA: Las fotografías de desnudos incluidas en este post y pueden encontrarse, con otras más, en el libro Ruth Bernhard: Eternal Body de la editorial Chronicle Books.

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