El cine cambió la vida de Graciela Iturbide, pero no es la forma en que nos imaginamos. La mexicana se encontraba cursando estudios cinematográficos cuando se cruzó en su camino Manuel Álvarez Bravo. Iturbide fue su asistente durante un año y aquella experiencia la marcó para siempre. La cámara fotográfica iba a ser, desde aquel momento, su compañera de vida.

«Angelitos», «Los que viven en la arena», «Juchitán de las mujeres», «Pájaros» o «El baño de Frida» son algunos de sus trabajos más celebrados. Y entre ellos hay otros menos conocidos pero fiel reflejo del «universo Iturbide», ese mundo símbólico y evocador que tan bien trabaja la mexicana, y que esconde pequeñas joyas como este «Asor» que os presento (podéis comprarlo aquí).

Planteado como un juego que comienza con Graciela sumergiéndose en su archivo y construyendo una especie de cuento que bebe del famoso «Alicia en el País de las Maravillas» de Lewis Carroll pero que respira y toma cuerpo a través de los ojos de los nietos de la fotógrafa. En «Asor» Graciela «vuela la mirada», por así decirlo, como sus queridos pájaros y nos introduce en un mundo extraño en el que el tiempo parece haberse detenido: viejos caserones, objetos que parecen ocultar secretos, o puede que alguna oscura intención, se suceden a golpe de ensoñación, mientras nosotros, solitarios espectadores, somos arrastrados por la curiosidad más genuina y más inocente de todas, esa que nos guiaba en nuestras aventuras de infancia.

Comenzamos el viaje a «Asor», de Graciela Iturbide:

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