Uno de las frases más famosas del director Alfred Hitchcock era aquella en la que el cineasta aconsejaba no trabajar nunca «con niños, ni con animales ni con Charles Laughton» (Laughton fue el director de ‘La noche del cazador’, película sobre cuya magnífica fotografía escribí un post). Seguramente, al genial responsable de películas como ‘Psicósis’, ‘Rebeca’ o ‘La ventana indiscreta’ no le habría seducido ni lo más mínimo el plan de trabajo que se le presentó al fotógrafo Michael Joseph cuando le propusieron una sesión con animales… y con cinco imprevisibles y salvajes estrellas del rock: los Rolling Stones. Quizá lo único que hubiera podido estimular las curiosidad y las ganas de maestro del suspense hubiera sido el decadente caserón inglés elegido como marco para las fotos .
Pero no es de Hitchcock de quien vamos a hablar, sino de una de las fotografías más famosas que se hicieron durante la grabación de uno de los discos más importantes de los Rolling Stones y de todo lo que rodeó a las imágenes que se incluyeron en ese álbum.

‘Beggars Banquet’ (Banquete de mendigos) es, para muchos críticos, el disco que ratificó a los Rolling Stones como una verdadera y genuina banda de rock; el que siguió, además, a otro mítico álbum, ‘Their Satanic Majesties request…’, y el LP que se abría con la hoy legendaria ‘Sympathy for the devil‘, una de las mejores composiciones del grupo y la canción en la que Mick Jagger encarnaba y daba voz al mismísimo diablo.
Pero ‘Beggars Banquet’ es también, como decíamos, el disco cuyas fotos más quebraderos de cabeza dieron a la banda, al fotógrafo encargado de hacer las fotos para el que iba a ser el séptimo álbum de estudio del carismático grupo y a la compañía discográfica, que tuvo que retrasar seis meses el lanzamiento del mismo por una discusión en torno a la imagen de portada.
Antes del encargo de fotografiar a los Stones, yo ya era conocido por hacer fotos de grupo, tanto que una sesión de fotos con hasta 50 personas retratadas se conocía ya en el negocio como un «Michael Joseph». Además, uno de mis primeros trabajos, la foto para un anuncio del whisky escocés White Horse, hecha en 1965, se reprodujo como póster gigante por toda Inglaterra. Todo eso fue lo que hizo que me encargaran hacer las fotos para ‘Beggars Banquet’. El lugar escogido era maravilloso: un caserón en Sarum Chase, Hampstead, al norte de Londres, donde Frank O Salisbury, el pintor de la sociedad victoriana, había vivido y trabajado.

Pero no todo era del color del oro, ni mucho menos, había un detalle del encargo que a Joseph le creaba cierta intranquilidad. No eran las legendarias juergas de los miembros de la banda, su rebeldía o su fama lo que le quitaba el sueño, sino que Mick y el resto de la banda se acordaran de cierto encontronazo que tuvieron con el fotógrafo días antes, en un hotel, tras uno de sus conciertos.
Semanas antes de que me encargaran el trabajo, yo había tenido un desencuentro con los Rolling Stones. La Junta de Comercialización de la Leche me había enviado a Newcastle para una campaña, y coincidí en el hotel con los Stones. Acabábamos de asistir a su concierto y estábamos cenando, ya tarde, en el hotel. La banda estaba sentada a nuestro lado. Recuerdo que las mujeres se acercaban a Mick Jagger y le pedían su autógrafo. Entonces mi novia, Julie, que acabaría siendo mi mujer durante 55 años, también se acercó, pero ni siquiera tuvo la oportunidad de pedirle un autógrafo a Mick porque este, simplemente, le dijo que se fuera de allí al grito de: «No, amor, eres demasiado joven». Yo tenía mi cámara preparada para captar el momento en el que le firmara el autógrafo, pero desafortunadamente no hice ninguna foto. Hubiera sido fantástico captar a Mick agitando los brazos para que mi novia se fuera.
A la mañana siguiente, me los encontré descansando en el vestíbulo del hotel y no les gustó nada que yo sacara la cámara para hacerles unas fotos. Por suerte, su coche llegó y se fueron antes de que tuvieran la oportunidad de decirme nada. Cuando me eligieron para hacer la portada del álbum, tenía miedo de que Mick me reconociera, así que decidí cortarme el pelo y vestirme de forma diferente.
Cuando se reencontraron, Jagger no llegó a reconocer a Michael Joseph, por lo que el fotógrafo pudo empezar desde cero su relación con la banda.

La sesión de fotos tuvo lugar en 1968 y se hizo en dos días, el viernes 7 de junio y el sábado 8, en dos lugares: el ya citado Sarum Chase en Hampstead y el Swarkestone Hall Pavilion, en Derbyshire.
En aquel momento, los Stones estaban inmersos en la grabación de, precisamente, la mencionada «Sympathy for the Devil». Las sesiones de grabación de ese primer corte del ‘Beggars Banquet’ fueron recogidas en el documental ‘One Plus One’, del director franco-suizo Jean-Luc Godard. Cuando empezaron a trabajar en las fotos, los Stones llevaban tres días grabando y las sesiones se alargarían durante otros tres días más.
Los Stones fueron puntuales y aparecieron a la hora en que habíamos quedado; las 11:00 de la mañana. Yo estaba intentando dirigir a los animales (una cabra, una oveja, un gato y tres perros de varios tamaños) con mi megáfono, tenía mi cámara Sinar 10 × 8 de gran formato colocada en un impresionante monopié, y la iluminación espectacular: Un foco gigante colocado a gran altura y una tira de luces estroboscópicas colocadas de forma extraña por todo el set. Además, en la gran mesa del centro podían verse unos extraños animales de peluche, un cochinillo asado y otros alimentos y, afortunadamente, algunas botellas de un clarete buenísimo que me habían sobrado de una sesión anterior. ¡Al ver todo aquel despliegue los miembros de la banda se quedaron asombrados!

El megáfono era un instrumento particularmente importante para Michael Joseph. Y en esta sesión decidió utilizarlo del mismo modo que tan buen resultado le había dado cuando tuvo que fotografiar a 10 perros de diferentes tamaños para una campaña de la compañía aérea Lufthansa, una campaña que hizo justo antes de la de los Stones.
Hacía todo tipo de ruidos a través del megáfono para mantener a los perros entretenidos y así ellos me obedecían. Los Stones se comportaron de la misma forma que aquellos perros. Se relajaban y yo disparaba a la de tres, después de hacer algunos cuantos ruidos raros con el megáfono para mantener su atención.
La estilista de la sesión, Jackie Crier, fue la encargada de engalanar el set y de vestir a Mick, Keith y compañía. Eligió para ello atuendos harapientos, propios de mendigos, que recordaba a los personajes de la Commedia dell’Arte del siglo XVII y los pillos Dickensianos del siglo XVIII.
La imagen funcionó: el atractivo del salón de una mansión antigua y más que de evidente sabor británico, la gran mesa a rebosar de comida, diferentes animales y objetos desperdigados por toda la escena, y los cinco miembros de la banda más rebelde de rock en actitud hedonista, relajada y divertida. No se podía pedir más. Es, sin duda, una de las imágenes que mejor define a la banda.

De hecho, y como prueba de ello, la revista Time publicó una crítica del disco en la que definía a los Stones como «los juerguistas más subversivos de Inglaterra desde la famosa pandilla de Fagin de la novela Oliver Twist». La imagen que los Rolling Stones lucen en la fotografía parece inspirar claramente ese comentario.
Tampoco parece muy descabellado pensar que la reputación de la banda influyó lo suyo en la conversación que el fotógrafo tuvo con un representante del Consejo Británico de las Iglesias, responsable del escenario de las fotos. Mientras examinaban el entorno, Michael Joseph comentó a su interlocutor que lo que preocupaba era que el banquete y los animales (y puede que también los miembros del grupo) pudieran causar daños en el caserón, pero se encontró con que la única preocupación del representante de la zona era la posibilidad de que hubiera mujeres en la sesión. Cuando Joseph le preguntó por qué le preocupaba aquello, la respuesta fue de lo más práctica: «Bueno, señor Joseph, por cada mujer desnuda tenemos que cobrar un extra de 10 libras».

Solo tuvimos dos horas para toda la sesión, así que la banda tuvo que cambiarse en apenas 10 minutos. Se pusieron el disfraz que quisieron y no nos molestamos ni en maquillarlos, no era necesario. Puse a Keith Richards en el centro de la foto porque era el más guapo y el más joven de todos. Bill Wyman no era tan guapo y lo pusimos más atrás. A la derecha, Brian Jones estaba muy feliz jugando con un labrador. Charlie Watts charlaba con el mono de peluche que está sobre la mesa. Mick estaba feliz de estar en el centro del escenario, de pie sobre la mesa, abrazando a algunos de los animales. Hubo algunas fotos de esa sesión en las que sostenía un polluelo de águila, pero acabo aburriéndose de eso.
Brian había tenido un encontronazo con la policía la noche anterior. Los agentes sabían que la banda fumaba drogas, así que entraron en su casa, aunque al final no consiguieron encontrar nada. Brian se libró de ser arrestado, pero estuvo un tanto apagado durante toda la sesión de fotos. Obviamente, no le dije nada. Supongo que estuvieron bebiendo toda la noche anterior, pero a nadie se le ocurrió venir con una taza de café.
La verdad es que se portaron muy bien y todo fue como un reloj. Mi novia también estaba allí y al final de la sesión, Mick se acercó a mí y me dijo: «Tú y tu pavita podéis venir en mi limusina hasta Swarkestone», que era el lugar donde estábamos haciendo más fotos para el álbum. Lo cierto es que la relación con ellos fue muy buena, pero no se mantuvo más allá del tiempo que duró la sesión de fotos.

Entre las anécdotas de aquel trabajo, Michael Joseph recuerda que los miembros de la banda y él mismo llegaron al lugar bastante antes que la estilista Jackie Crier, que iba en una camioneta donde llevaba todo el equipo fotográfico y el material necesario para la sesión.
Mientras esperaban a Crier, Joseph tuvo la oportunidad de pasar un rato distendido con sus protagonistas, que mataron el tiempo haciéndose varios retratos con la Hasselblad que llevaba el fotógrafo.
Yo estaba muy contento con el clima de cooperación que había entre todos. Estuvimos haciendo pequeños retratos con la Hasselblad, algo que pensé que me podía ser útil a posteriori, pero que también era una forma de tener a los Stones ocupados mientras esperábamos. ¡Tenía miedo de que se me metieran en algún pub local y que luego me resultara imposible sacarlos de allí!
Las fotos que Joseph tenía pensado hacer en Swarkestone estaban destinadas a ser utilizadas como portada del disco. Cuando Crier llegó, fotografiaron primero las tomas pensadas para la contraportada, con la banda jugando al cricket en la hierba alta de un campo cercano. Crier y Joseph colocaron al fondo un piano blanco de tres patas que ella había descubierto poco antes. El piano era un gran contrapunto para la escena, ya que resultaba maravillosamente incongruente en aquel entorno tan genuinamente rural, pero el fotógrafo le veía también otro atractivo añadido: su presencia allí, combinada con las fotos tomadas en el comedor, daba la sensación de que la banda había surgido la mañana después de un banquete decadente.

La última toma de la sesión era la que en principio estaba destinada para ser la portada. En ella se veía a los Rolling Stones tumbados en la hierba frente al caserón por cuyas ventanas salían grandes columnas de humo.
Poco después de poner en marcha las bombas de humo escuchamos una sirena de policía que se acercaba. Dos policías se acercaron de buen talante para decir que les había llegado el aviso de un incendio, pero que estaban encantados de que no fuera real y poder ver a los Rolling Stones posando para una sesión de fotos. Desafortunadamente, los agentes tuvieron que irse antes de tener la oportunidad de pedirles que participaran en la foto.

Pero, anécdotas aparte, todo el trabajo resultó ser en vano. Ni las fotos hechas para la portada fueron portada del disco, ni las de contraportada ocuparon su teórico lugar. Y todo ello por una serie de discusiones entre los Rolling Stones y su compañía discográfica. Los Stones querían que la portada fuera una fotografía de un baño público cuya pared estaba llena de pintadas. La imagen la había tomado el fotógrafo Barry Feinstein en Los Ángeles.
A la discográfica no le gustaba nada que entre las frases escritas en la pared pudieran leerse cosas como «Lyndon loves Mao» (Lyndon ama a Mao), en referencia a los presidentes de EEUU y China) o «Bob Dylan’s dream» (El sueño de Bob Dylan) con una flecha saliendo de la frase y señalando la manija de la cisterna. La pared fue un hallazgo de Mick Jagger y Anita Pallenger, modelo, actriz y pareja de Keith Richards. El guitarrista, acérrimo defensor de la portada, afirmaba que era «verdaderamente funky».

La discusión acabó atrasando la publicación del disco durante varios meses y provocó el enfado de los Rolling Stone. Mick Jagger habló así de todo lo sucedido:
Hemos tratado de mantener el álbum dentro de los límites del buen gusto. Me refiero a que no enseñamos todo el baño en la portada del disco. Eso hubiera sido vulgar. ¡Sólo enseñamos la mitad superior! Dos personas de la discográfica nos dijeron que esa portada era “terriblemente ofensiva”. Aparte de a ellos, no hemos encontrado a otras personas a las que les parezca ofensiva. Le pregunté a una persona que escogiera algo que le pareciera ofensivo y mencionó lo de Bob Dylan. Al parecer le ofende «El sueño de Bob Dylan» escrito en la pared… Hemos cedido todo lo que hemos podido en relación con el lanzamiento. Incluso les sugerí que pusieran el disco dentro de una bolsa de papel marrón con la leyenda «No apto para niños» y el título del álbum en el exterior. Pero no aceptaron. Ellos se siguieron con lo suyo… Era simplemente algo que nunca se había hecho antes y optamos por mostrar los mensajes en una pared de baño porque es donde se encuentran más grafitis. No hay ninguna obscenidad allí, solo la que una persona se empeñe en ver.
Al final, el disco salió a la venta en diciembre de 1968 con una portada que no era ni la de los Rolling tumbados en la hierba con el caserón ardiendo a sus espaldas, la de las pintadas del baño de Los Ángeles. La discográfica optó por una portada neutra, de fondo blanco, y con la frase «Rolling Stones Beggars Banquet RSVP» escrita a modo de invitación para el banquete al que hace referencia el título.

En la contraportada, unas letras con la misma tipografía de invitación de boda que las de la portada, adornaban los títulos de las 10 canciones que contiene el LP.

No sería hasta varios años después, en la década de los 80, cuando las diferentes reediciones del álbum comenzaron a publicarse con la portada y contraportada propuesta por el grupo: la de la pared del cuarto de baño.
Pero, ¿qué paso con la famosa foto del banquete? Pues que no fue portada del disco, ni parece que nadie sugiriera que lo fuera, aunque lo cierto es que ocupó un lugar prominente en el álbum: la doble página interior. Lo curioso es que la imagen que finalmente llegó al público no era exactamente la que el fotógrafo Michael Joseph tenía preparada, y todo por un hecho totalmente fortuito. En la noche que separó los dos días que duró la sesión de fotos, Joseph enseñó a Jagger la foto original que había tomado de los miembros de la banda alrededor de la mesa usando un carrete Kodak Kodalith, una película en blanco y negro de 35 mm y de muy alto contraste. La reacción del líder de la banda fue, cuando menos, insólita:
¡Mick se puso loco de contento! Nunca había visto algo así. Sin embargo, el blanco y negro le pareció aburrido, así que, para mi horror, la cogió y la coloreó a mano de manera muy llamativa.

Y fue así, coloreada, como la fotografía apareció finalmente en el disco. El líder de ‘Sus satánicas majestades’ no pudo elegir la portada inicial, pero acabó saliéndose con la suya en lo que respecta a la fotografía interior. Puede que después de este último detalle, Joseph estuviera más que de acuerdo en parafrasear a Hitchcock y aconsejar «no trabajar con niños, ni animales… ni estrellas de rock».
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Fabulosa historia…¡
Lo es!
Encantado de acompañarte en esta nueva etapa de tu trabajo, un saludo cordial y mucho éxitos.
Muchas gracias, Alberto! Un abrazo!