Mi reputación como fotógrafo siempre ha sido la de alguien que clava el cuchillo ahí donde duele. Empiezo haciéndolo conmigo mismo y luego, lógicamente, el siguiente paso es que los demás también prueben y sientan el cuchillo.

Fue una frase leída al azar mientras buscaba fotógrafos a los que descubrir la que me llevó hasta Paulo Nozolino.  No era la primera vez que escuchaba su nombre, tenía alguna pequeña referencia suya, pero muy vaga. Para mí, era como esos artistas a los que se cita casi en susurros. Pero fue esta frase la que, definitivamente, me puso tras su pista:

“En su trabajo no hay espacio para la condescendencia. Su mirada es oscura, la destrucción es destrucción, la muerte es muerte.”

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En más de una ocasión he confesado la enorme atracción que siento en lo últimos tiempos hacia fotógrafos llamémoslos «oscuros», de esos que te hacen contener el aliento y que saben inundar la mirada de misterio, tragedia e incertidumbre. Son, para mí, como una buena novela negra: cuando los descubres sientes que no puedes soltarlos hasta descubrir el misterio que parecen ocultar, el motivo del tormento. Pero este, cuando el fotógrafo es hábil, y Nozolino ciertamente lo es, nunca se resuelve. Y es que el verdadero enigma está en el que mira, y no en el que fotografía.

Paulo Nozolino es un fotógrafo personal e inquietante, de imágenes oscuras y descarnadas, muy del estilo de Michael Ackerman y Klavdij Sluvan, por citar dos ejemplos, y de trabajos como el ‘Sizigia’ de Pako Pimienta. Es, como todos ellos, un autor de esos que devoras cuando lo descubres, a la vez que él te devora por dentro, a ti, a tus sombras y a tus miedos, sin que apenas te des cuenta. Por eso suelo decir que este tipo de fotógrafos se disfrutan más y mejor en pequeñas dosis. Su universo emocional espolea nuestras entrañas, también nuestra conciencia, demasiado adormecida por la placidez de mundos visuales en su mayoría excesivamente paternalistas y condescendientes.

Nozolino se mueve en un mundo de penumbras, de profundas sombras, en imágenes con poco espacio para una luz que, sin embargo, es la gran protagonista. Pequeños destellos que acotan las sombras, las contienen, en un intento, quizá deliberadamente infructuoso, de oponerse al dolor, al peligro, a lo desconocido… a lo que, en definitiva, viene a decirnos Nozolino, somos: destrucción, muerte, ruina, miedos, oscuridad… Perecederos. El juicio final es aquel en que lo perdemos todo porque hace tiempo que nos perdimos a nosotros mismos.

Mi fotografía trata sobre un sentimiento de pérdida. Es una búsqueda de lo puro. Me cautiva la simplicidad de trabajar con una gran economía de medios.

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Las imágenes son silenciosas, no hablan, pero las siento. El objetivo es que lleguen a las entrañas de las personas que las miran. Es como una especie de llanto, un vómito en el mundo en que vivimos hoy. Soy muy pesimista respecto a ese mundo, siempre lo he sido. Quizás porque leí demasiado Pessoa cuando era joven…

Y Pessoa, efectivamente, está muy presente en el trabajo de Nozolino. El enigma y el subjetivismo de Pessoa están presentes en la obra de Nozolino. El desasosiego del famoso libro de Pessoa, es el desasosiego de las fotos de Nozolino. También el de sus famosos poemas.

Nada queda de nada. Nada somos.

Al sol y al aire libre, un poco, nos atrasamos

Por lo irrespirable de la tiniebla que pesa sobre nosotros,

Por lo húmedo de esta tierra impuesta.

Cádaveres aplazados que procrean.

Leyes decretadas, estatuas vistas, odas ya escritas –

Todo tiene su color. Si nosotros, carne

Al que un íntimo sol brinda sangre, tendremos

Un ocaso, ¿por qué no ellas?

Somos cuentos contando cuentos, nada.

Es ahí, en esa irrespirable tiniebla que, en palabras de Pessoa, pesa sobre nosotros donde se mueve Paulo Nozolino. La fotografía es su particular forma de rebeldía ante un mundo que se revela inevitable y pesado ante sus ojos, y ante el que la cámara actúa como escudo, pero también como arma.

De joven era pintor. No acertaba a expresarme a través de la pintura así que, cuando descubrí la fotografía, me encantó su realismo: soy realista, me gusta lo que es real. Creo que la fotografía es una herramienta perfecta para eso. Todavía creo en el poder de la fotografía, y trato, a través de ella, de ir más allá, hasta llegar al hueso, y quizás aún más allá, hasta el más pequeño de los átomos. Trato de llevar mi fotografía al límite.

Es un proceso de búsqueda continua. Pero odio la palabra «proyecto», ¡no tengo proyectos! Tomo fotos, muy pocas, trabajo de manera muy intuitiva. No soy nada conceptual, en absoluto, hago fotos y luego es cuando pienso… Así es como las imágenes comienzan a hablarse entre sí, entablando un diálogo silencioso entre ellas. Ahí es donde algo comienza a surgir, algo que no entendí al principio comienza a tomar forma. Y es precisamente ahí donde todo se vuelve interesante. Es como hacer un rompecabezas … Montar un libro o una exposición son prácticas muy similares: se trata de construir un relato con imágenes.

El libro es el formato preferido por Nozolino para mostrar sus trabajos. El primero, ‘Penumbra‘, lo publicó en 1996, con fotografías tomadas en su periplo por Siria, Yemen, Jordania, Egipto y Mauritania. A ese trabajo inicial le siguieron otros como ‘Solo’, pero es a partir de la publicación de ‘Far Cry’ (2005) y los posteriores ‘Bone Lonely’ (2011), ‘Makulator’ (2011) y ‘Loaded Shine’ (2015) cuando Nozolino muestra la que es, sin duda, una espléndida madurez fotográfica.

Curiosamente, pese a estar concebidos y realizados de forma independiente, esos cuatro libros, más que cuatro proyectos independientes, parecen uno solo, el centro neurálgico y creativo de un fotógrafo que plasmar en imágenes su personalísima forma de ver el mundo. Nozolino mira, comprende, interpreta y capta fragmentos de gran crudeza poética. Observa, critica y casi escupe el resultado. Ese es su secreto, su arma, su herida, su cuchillo.

Far Cry‘, el primero de esta tetralogía, es también el más extenso de los cuatro: 76 imágenes distribuidas en 136 páginas. Las fotografías llevan título y fecha, y las últimas páginas están reservadas para el texto, una serie de fragmentos en prosa del escritor y poeta portugués Rui Nunes. Nozolino, como tantos otros fotógrafos, siente una conexión especial con la poesía.

Los poetas tienen algo en común con los fotógrafos: reducen al mínimo los sentimientos y los pensamientos.

El libro recoge fotografías de diferentes proyectos hechas en diferentes países, pero son las hechas en Auschwitz las que sostienen la tensión emocional del libro. Nozolino convierte la eterna guerra entre sombra y luz en un duelo herido entre alienación y esperanza.

Todo se complica cuando las ideas se convierten en actos violentos. Pero creo que nunca debemos olvidar que el lenguaje se inventó para dominar. Soy muy cauteloso con las palabras. Soy fotógrafo. Los poetas ya no lo son tanto, pero la imagen pura, la que no se manipula, todavía tiene una reminiscencia de realidad en mí.

Bone Lonely‘ y ‘Makulatur’, ambos publicados en 2011, son significativamente más delgados. ‘Bone Lonely’ es una reflexión en torno a la soledad, a esa condición que pesa y que va calando y carcomiéndonos poco a poco, hasta llegar a los huesos. Contiene 32 fotografías y otros tantos poemas escritos por Rui Naiao, otro gran amigo de Nozolino, distribuidos en 72 páginas. La oscuridad que representa la soledad es, para este fotógrafo, «la contaminación del alma».

Como particularidad, algunas imágenes de este libro son solarizaciones, imágenes cuyos tonos están total o parcialmente invertidos. Quería huellas sucias de un mundo sucio, explica Nozolino.

Makulatur‘ es la respuesta emocional y visual de Nozolino a la muerte de sus padres, una visión muy personal y poética de la naturaleza destructiva de la muerte. Bastan 12 fotografías y 22 páginas para crear una atmósfera opresiva, seca y contundente. Como la muerte. Una frase se encarga de cerrar el libro, como un beso doliente de despedida: «Mi madre murió un año, un mes y un día después que mi padre».

Recuerdo que estaba en Steidl imprimiendo ‘Far Cry’. Las primeras doscientas páginas se echaron a perder, se ensuciaron, se «macularon» y los impresores les pusieron una marca verde encima con la palabra ‘Makulatur’ escrita en ellas. Me gustan las asociaciones etimológicas, incluso aunque mi idea inicial se refiriera a una situación mucho más concreta.

Estos dos libros, ‘Makulatur’ y ‘Bone Lonely’, se publicaron a la vez por accidente. No fue planeado de esa manera, pero para mí mi trabajo también trata de eso, de aceptar accidentes.

En ‘Loaded Shine‘, incluye 20 fotografías, todas ellas verticales, realizadas entre 2008 y 2013 en Nueva YorK, Lisboa, París y Berlín. Nozolino sigue fiel a su película de 35 mm pero sus destinos no son ya geográficos, sino estados del alma. Poesía en blanco y negro en la que la luz es dramática, trágica, simbólica e impenetrable. Con ella y a través de ella, el portugués se deshace de todo los superfluo y vuelve a aliarse con la ambivalencia de ser capaz de crear imágenes directas a la vez que poéticas. Nozolino evoca sin ocultar, sugiere sin esconder. Está todo ahí, en el baile entre luz y sombra.

Por un momento, volvemos a Pessoa. El poeta dice:

«Soy como alguien que busca a ciegas, sin saber dónde ocultaron el objeto que no le dijeron qué es. Jugamos a las escondidas con nadie».

Nozolino ha sido y es un eterno buscador. Un nómada que, cámara en mano, capta retazos de realidad en un mundo que se le antoja extraño, decadente y violento. Destruye y es destruido. Sin piedad ni miramientos. Las sombras parecen ganar siempre la batalla a una luz que acaba iluminando aquello que más tememos. A veces, esa luz que tanto deseamos en la oscuridad, acaba siendo el más hiriente de los enemigos.

Empecé mi libro sobre el mundo árabe, ‘Penumbra’, mientras vivía en Francia. En aquella época, Jean-Marie Le Pen hablaba todo el tiempo de «los sucios árabes». Aquello me molestó, y me sentía políticamente motivado, pero no quería hacer un trabajo político, porque este tipo de trabajos envejecen muy rápido.

Estaba fotografiando Polonia cuando fui a Auschwitz. ¡Recordaré siempre ese día! Nunca volví a ser lo mismo. Regresé a París y tenía un viaje más que hacer a Yemen. Allí entré en un café junto al desierto en un día muy caluroso. En la mesa frente a mí estaba un hombre que parecía mi doble. Ambos teníamos la misma expresión en nuestros rostros. Ambos fuimos víctimas, hermanos en el sufrimiento. En ese momento supe que mi viaje había terminado. Era hora de comenzar a trabajar en Europa, y para mí la clave de Europa es Auschwitz.

La memoria es algo muy importante para mí. La fotografía de los abrigos la hice en Madrid, en casa de un amigo mío. Cuelga sus abrigos así en la pared y de alguna manera me recordó al gueto de Varsovia. La ropa es importante para mí, es la segunda piel del hombre, especialmente ropa usada, ropa de segunda mano. Las fotografías son algo parecido. Visiones de segunda mano.

Y de nuevo, las palabras de Pessoa, parecen acompañar a la imagen de Nozolino:

«A mí, cuando veo un muerto, la muerte me parece una partida. El cadáver me da la impresión de un traje abandonado. Alguien se fue y no necesitó llevar aquel traje único que había vestido.»

A Nozolino le gusta trabajar con trípticos. Las fotos, como él dice, acaban dialogando en silencio unas con otras. Y nos susurran historias de vida y muerte, de nostalgia y soledad, de horror y vergüenza, de abandono y desamparo. A veces hay en Nozolino una severidad visual que duele, pero que se transforma en una pureza que casi enternece. Su cámara vaga, como él, por el espectro visual de quien se pierde y se encuentra, pero cambiado y desorientado, desilusionado y enfadado con un mundo hostil, vacío y atormentado por los errores del pasado. El fotógrafo es, también en su caso, un flâneur, un paseante desorientado en la noche que escudriña las sombras buscando aquello que cree estar, pero no está. Fantasmas, al fin y al cabo. Seres, como él mismo, temerosos de la súbita aparición de la luz, de heridas en la familiar y envolvente oscuridad. Cuchilladas de luz.

La secuencia de las imágenes para mí es la topotografía clave. Lo importante en las secuencias, en la fotografía, la poesía o la música, no son realmente las imágenes, las palabras o las notas; ¡es el espacio entre ellas! ¡Cómo respiran! Por eso hacer un libro es tan emocionante. Las exposiciones desaparecen, los libros permanecen. Digámoslo de esta manera: las fotos se hacen, las fotos esperan en cajas y luego espero hasta que tenga algo que decir. Puedo pasar meses sin trabajar, solo pensando. La forma es siempre el libro y es previa a la exposición.

Hay autores que hablan de la imposibilidad de fotografiar el pasado; de una memoria, la histórica o la personal, que siempre escapa a la cámara. Algunos hacen frente a eso fotografiando fotos antiguas o huellas decrépitas de un pasado que se nos escapa entre los dedos y se nos difumina en la memoria.

En realidad, no fotografío otras imágenes o pantallas con mucha frecuencia. ‘Solo’, que es el proyecto que hice justo después de ‘Penumbra’, comienza con una fotografía que fue tomada de un documental sobre la juventud de Hitler que vi mientras estaba en Berlín. Tomé una foto de la pantalla porque una esvástica en un jersey tejido hecho por una madre parecía un comienzo perfecto. Unos meses más tarde tomé una foto en París, que es como un fundido entre los ojos de Hitler y la leyenda «Arbeit Macht Frei» (el trabajo te hará libre). Solo usé dos rollos de película en Auschwitz. ¡No puedes fotografiar ese lugar!

A veces ni siquiera son huellas que encuentras, ni siquiera son reales porque puedes intervenir antes de que se formen: como en el caso de la estrella judía al comienzo de este tríptico tríptico. Estaba caminando por la noche en Bucarest y vi a estos niños pintando la estrella. Todavía no sé qué querían escribir o dibujar debajo, porque salieron corriendo al verme. Entonces tomé la imagen de la Estrella de David, pero no hago estas cosas a menudo. Hay toda una moda en torno a la apropiación que yo prefiero evitar.

¡Fue Marcel Duchamp lo empezó todo con los Readymades! Pero en 1980, Sherrie Levine lo llevó al extremo absurdo al fotografiar las fotos de Walker Evans y enmarcarlas y colgarlas, al mismo tamaño, en la pared. ¡La noción del autor desapareció! ¡Se convirtió en algo guay apropiarse de las imágenes de cualquiera! Y aquello entusiasmó a tantos intelectuales …

Nozolino denuncia las interesadas ambivalencias de los seres humanos respecto a conceptos que debieran ser fundamentales e indelebles como la justicia, la compasión, la empatía y la reparación. El ser humano vive, muchas veces, bajo yugos autoimpuestos en aras de una pureza de espíritu que nunca llega a alcanzar. Porque, al igual que no hay sombras sin luz, tampoco hay espíritu sin humanidad. Cambiamos de yugo en lugar de liberarnos, adoramos ídolos en vez de amar y respetar a nuestros semejantes.

Es, de nuevo, Fernando Pessoa quien mejor construye con palabras a imagen mental de esta idea:

“Pasar de los fantasmas de la fe a los espectros de la razón no es más que ser cambiado de celda”.

Fantasmas, espectros, celdas… remiten, en este contexto, a las fotografías de Paulo Nozolino, un fotógrafo que a través de la autenticidad de sus imágenes reivindica una realidad sombría, cautiva, pero fiel a su misterio y esencia. Ahí es, precisamente, donde habita la irrespirable tiniebla del ser humano.

Me gustan las personas que son fieles a sí mismas. La verdad siempre ha sido mi gran pregunta: ¿cómo ser fiel a mí mismo? ¿Cómo lidiar con el mundo exterior? Quiero decir, estamos sentados aquí, fuera está lloviendo, estamos cómodos, pero hay personas que tiemblan de frío, que no tienen dinero ni comida, y es lamentable. Cada vez que cojo mi cámara y miro a esta gente, me pregunto: ¿Qué hago? ¿Los ignoro? ¿Los fotografío? Mi fotografía siempre ha surgido de las calles, nunca del estudio o de un concepto.

Nunca leí a Walter Benjamin, Susan Sontag o Roland Barthes; nunca quise que nadie estropeara el misterio que para mí tiene la fotografía. Pero es curioso que Barthes escribiera ‘La cámara lúcida’ después de la muerte de su madre y basándose en una foto de ella. Escribe ese libro porque la echa de menos y lo único que le queda es esa fotografía. ¡Ese es el poder de la fotografía!

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