He hecho fotos como aficionada durante casi toda mi vida. Hice algunos cursos y me uní a un fotoclub, pero nunca enseñé mis fotos a nadie porque me parecía que no era lo suficientemente buena. Para mí, la fotografía es una forma diferente de comunicar mis sentimientos y emociones al mundo exterior.
Soy la más joven de una familia de 13 hermanos y no aprendí a expresar lo que sentía. Antes de la Segunda Guerra Mundial, mi padre fue el primer hombre de nuestra ciudad en tener una cámara. Mi madre se enamoró de él cuando les hizo fotos a ella y a su hermana. En nuestra casa siempre hubo cámaras, así que, siendo ya muy joven, ‘robaba’ alguna de ellas para capturar mis momentos de alegría y soledad.
Hace 10 años comencé a fotografiar mi mundo interior y la fotografía se convirtió en una necesidad para mí; a través de mis fotos puedo expresar quién soy realmente.

La fotógrafa holandesa Margaret Lansink es una de las autoras que más me ha fascinado en los últimos meses. Di con su trabajo por casualidad, mientras buceaba en el catálogo de una conocida librería online. Ahí descubrí un fotolibro que no se parecía al resto; me llamó la atención su diseño, con hojas de diferentes texturas que emulan la piel, y su título, ‘Body Maps’ (‘Mapas del Cuerpo).
Empecé a investigar y descubrí un trabajo sensible y delicado, a la vez poderoso, casi hipnótico, que habla del proceso de envejecimiento de la mujer. De nuestra relación con nuestros cuerpos y la presión que sobre él ejercemos para combatir lo inevitable: el deterioro, la vejez, el dolor… la invisibilidad.
Ese trabajo, como el resto que forman su obra, son el reflejo del universo emocional y el periplo vital de Lansink.
En 2008, decidí divorciarme y dar carpetazo a lo que había sido mi vida hasta entonces. Me marché del pequeño pueblo en el que vivía y me mudé a Ámsterdam. Allí empecé a estudiar fotografía de forma profesional. Por aquel entonces, sentía que la fotografía era la mejor manera que tenía para expresar mis emociones. La cámara me acompañaba (y aún lo hace) en cada paso que daba, y me permitía captar recuerdos y momentos de forma puramente intuitiva, llenando los vacíos que había en mi vida. Hacer fotos se convirtió en una necesidad.

Creo que las fotos que hacemos tienen que ser honestas y personales, esas son las características que guían mi trabajo, también a la hora de editarlo. Si una foto no me transmite autenticidad, la descarto. Luego veo cuáles necesitan un toque de procesado. Algunas no necesitan nada, a otras les modifico el contraste o la intensidad para conseguir la atmósfera que busco: una sensación de estar entre la realidad y el sueño.
Trabajar en analógico me ayuda mucho. El grano hace que las emociones sean más profundas. Por eso siento también que el blanco y negro es lo que mejor me funciona ahora mismo, pero eso no quiere decir que nunca vaya a hacer fotos en color.

‘Body Maps’
Este trabajo sobre el envejecimiento de la mujer y la presión de la sociedad para intervenir en este proceso natural.
El cuerpo femenino es parte importante de mi trabajo. Mostrarlo es un símbolo de amor y respeto hacia todas las mujeres del planeta. Esas mujeres, en su forma más natural, son fantásticas y hermosas sin necesidad de resultar eróticas. Hay que tener respeto a todas las mujeres.
Me interesaba fotografiar a mujeres en su transición natural por la vida, mujeres fuertes que toman las cosas como vienen sin recurrir al botox.
En cierto modo, la forma en que intervenimos nuestros cuerpos es similar a la forma en que lo hacemos sobre la madre naturaleza, algo que nos ha creado y nos crea muchos quebraderos de cabeza.
El hilo que vertebra este ‘Body Maps’ (‘Mapas del cuerpo’) es el envejecimiento y las dificultades para aceptarlo. Lansink aborda este tema interrelacionando con sutileza fotografías de figuras femeninas con imágenes tomadas de la naturaleza. El cuerpo femenino se desvela, se intuye, a través de fotos borrosas y figuras ocultas que se combinan con imágenes de campos carbonizados y árboles desnudos.
El libro es una belleza artesanal. Nos invita a hacer una lectura lenta y a diferentes niveles; no solo se trata de posar nuestra mirada en sus hojas, de centrar nuestra mente en él, hay que prestar atención al tacto de las hojas, que cambia de una a otra, y a esa sonoridad tan especial, podría decirse que visual, que transmiten las fotografías. Hay un sentimiento de huida, de desaparición, de miedo y de pudor.
Hay espacios vacíos, capas, páginas en blanco y partes ocultas que se despliegan y que nos dificultan encontrar algunas de las fotografías. Como los pliegues de la piel cuando esta pierde firmeza y transforma lo que éramos. Nos hace ocultar la mirada, nos evitamos. Es un efecto deliberado. Y funciona.
El libro está hecho a mano por Origini Edizioni, una pequeña editorial de Livorno que hace libros a mano increíblemente hermosos y me siento realmente emocionada de que se hayan inspirado en mi serie para crear algo único.
Me encantan los libros hechos a mano. Libros que sientes, hueles, hojeas y colocas cerca del corazón. Son verdaderos tesoros.

Dentro de ‘Body Maps’ hay un pequeño libro escondido. Es otra de las peculiaridades del trabajo, otra de sus sorpresas. Las fotografías que hay en él son en color y contrastan con el blanco y negro imperante en el libro, pero sin romper la línea argumental del trabajo. Se trata de un color muy sutil, a veces da la impresión de ser más sugerido que real. Algunas imágenes son monocromáticas, tenues, como si fueran un trozo de memoria, una sugerencia, un susurro. En ellas vemos campos y árboles dañados. Las propias fotos están llenas de imperfecciones que parecen provocadas por el tiempo.
La analogía con los cuerpos y su proceso de envejecimiento parece brotar por instinto o de la propia intuición del espectador. En el fondo, es mérito de la propia Lansink, prueba inequívoca de su maestría y de la forma en que su intuición conecta directamente con la nuestra. Estas imágenes, como las del resto del libro, desprenden nostalgia, pero también cierta esperanza.
Mis imágenes, puramente intuitivas, son un reflejo abierto y honesto de mis emociones personales en un momento, lugar y situación determinados. En realidad son como autorretratos; transmiten un paisaje emocional distinto pero familiar. Quiero invitar al espectador a embarcarse en un viaje con su propia e intrincada red de recuerdos, emociones, expectativas, miedos y deseos. En definitiva, mi intención es darle sentido a la vida.

Un sentido, el de la vida, al que el tiempo y sus huellas parecen retar constantemente. El miedo al cambio se desliza en nuestra consciencia porque el cambio, tal y como nos advierte Lansink, acaba asociándose al deterioro, y no al crecimiento ni al desarrollo personal. Las fotografías de la naturaleza, sin embargo, nos muestran la serenidad que se deriva del paso del tiempo y cómo el envejecimiento no es destrucción sino y transformación.
A diferencia de los árboles o el paisaje, que nace, crece, se deteriora, marchita y cambia, las mujeres combatimos el cambio intentando revertir los efectos del envejecimiento, nos negamos la posibilidad de convertirnos en algo nuevo. La transformación de nuestro cuerpo, las manchas en la piel, los cambios en su grosor y textura, y las arrugas, son las cosas que expresan nuestra experiencia de vida. Demuestran que hemos vivido y, lo que es más importante, que seguimos vivas.
El principal objetivo de mi obra en general es hacer una investigación visual de la relación entre los humanos y su entorno físico. A menudo, nuestra identidad viene determinada por nuestro entorno social y nuestra historia familiar. La forma en que construimos nuestra autoestima influye en cómo miramos al mundo exterior y cómo reaccionamos ante los demás.

A lo largo del libro, aparecen y desaparecen, de forma fragmentada, versos de la poeta Ingrid De Kok, de su obra ‘Seasonal Fires’, de 2006. Nos hablan del cuerpo como un mapa, un lugar donde el tiempo y las experiencias van dejando su huella, hasta crear una especie de máscara de la muerte.
De Kok es autora también de los versos que presentan el trabajo en la web oficial de Margaret Lansink y que recogen a la perfección la idea en torno a la cual se erige, palpita, marchita y renace este ‘Body Maps’:
La piel no miente:
es el mapa de edad de una persona;
es el papel
donde sus elecciones, fracasos, pasiones, miedos
están escritos.
El cuerpo nos define,
estratifica y cura el paso del tiempo
bajo velos, mantas y escondites.
Como el tronco de los árboles.
Cambia,
se arruga,
o se vuelve delgado y transparente,
definiendo
el mapa de un cuerpo avejentado.

‘Body Maps’ es solo uno de los proyectos de Lansink, todos ellos estrechamente ligados a su vida y reflejo de las dificultades y cambios que ha tenido que afrontar. Estamos ante una de esas autoras para las que la fotografía es terapia, su forma de exorcizar fantasmas y demonios, una especie de fusión entre la reflexión filosófica y la experiencia personal.
Convertir tu fotografía, o tu obra, en tu forma de enfrentarte a los golpes y vaivenes de la vida no siempre es sinónimo de autenticidad o de sinceramiento, tiene sus peligros: el resultado puede ser un trabajo efectista, o excesivamente afectado, o caer en un exceso de “yo”. Lansink evita todo eso y consigue que el resultado sea artístico y profesional en todos los sentidos. ¿Cómo? Por su tremenda sutileza, su capacidad para la abstracción y para evocar emociones y sentimientos que son universales a través de su propia experiencia y visión personal. Sus fotografías tienen misterio, lo transmiten y lo mantienen a lo largo de todo el trabajo.

‘Borders of Nothingness – On the Mend’
En ‘Borders of Nothingness’ (‘Fronteras de la nada’), la fotógrafa holandesa Margaret Lansink ahonda en la herida emocional que le causa la decisión de su hija adulta de suspender todo contacto con ella, y lo hace fotografiando paisajes y mujeres desnudas cuya presencia parece desvanecerse. Una pregunta planea de forma obsesiva a lo largo de todo el libro: ¿Es este el momento en que desapareciste?
Con el tiempo, Lansink y su hija volvieron a conectar para ver si su vínculo podría arreglarse. Luego, Lansink comenzó a revisar y reinterpretar ‘Borders of Nothingness’ en una práctica que reflejaba su esfuerzo emocional por curarse. Partiendo de la tradición japonesa de reparar la cerámica con resina y polvo de materiales preciosos, Lansink combina sus imágenes, las corta y repara con trazos dorados y expresar la esperanza de crear un vínculo que se rompió pero que ahora es más fuerte y más hermoso.
Durante una residencia artística que hice en Japón, apenas podía trabajar porque mi hija me había anunciado que quería romper toda relación conmigo. Sentí que tenía que hacer algo con ese dolor emocional tan lacerante y profundo que su decisión me produjo. Entonces descubrí la filosofía japonesa del Wabi-sabi, que nos invita a aceptar las cosas tal y como son y a buscar la belleza en lo imperfecto.

‘Borders of Nothingness’ plantea preguntas sobre cómo nos afecta la presencia y la ausencia de otros en nuestras vidas.
Al principio, cuando comencé a fotografiar mis emociones, fue muy difícil, porque tenía la sensación de que podía incomodar a quienes vieran mi trabajo. Recuerdo que, al mirar la serie que creé después de mi divorcio, mi familia me preguntaba cuándo iba a ponerme a hacer fotos bonitas. Les dolía ver esas imágenes en las que mis conflictos y mi lucha interna eran tan evidentes. Así que, antes de contar y mostrar la historia del contacto perdido con mi hija, me aseguré de que todas y cada una de las imágenes fueran una expresión de amor y no de culpa.
Las líneas doradas que atraviesan el libro separando a la vez que reconectando cuerpos y paisajes recuerdan a la famosa técnica japonesa de Kintsugi, el arte de reparar la cerámica rota rematando los trozos con una mezcla de resina de árbol y polvos de metales preciosos como la plata, el platino y el oro. Con esto se logra que lo que se rompió tenga una segunda vida y sea, gracias a esas grietas reparadas o “curadas” de color dorado, aún más hermoso.
Es así como ‘Borders of Nothingness’ (‘Las fronteras de la nada’) se convirtió en ‘Borders of Nothingness – On the Mend’ (‘Las fronteras de la nada – En reparación’).

En este trabajo, Lansink utiliza la estética del Kintsugi para construir una metáfora en torno a lo sucedido con su hija mayor, una relación “restaurada” tras un período de alejamiento, dolor e incomunicación.
Después de recuperar el contacto con mi hija, volví a mis imágenes originales, las revisé, las rompí y las reorganicé. Al igual que pasó con muchos recuerdos, las fotografías pasaron por un proceso de reevaluación. Esto no significa que unos fueran mejores que otros; simplemente, eran diferentes. Y con la filosofía de Kintsugi pude enfatizar la fuerza de nuestro vínculo recién restaurado. No quería ocultar las cicatrices, mi único deseo era simbolizar el poder de curar.
‘Borders of nothingness’ es mi forma de decirle a la gente que la vida no siempre es lo que esperas de ella. Puedes ser dura y despiadada como una reacción a todo lo que te hace sentirte como una víctima. Eso no es lo que me gusta ser o hacer. Mi reacción es tomar mi cámara, adentrarme en la naturaleza e intentar capturar mis sentimientos. De esta manera, puedo sentir que la pena y el dolor no solo son negros, sino que también pueden ser ligeros, pacíficos y hermosos. Es la forma en la que entiendo la decisión de una de mis hijas de romper el contacto conmigo. La extraño mucho, pero la entiendo, la respeto y la amo inmensamente. Creo que estos sentimientos y emociones son reconocibles en ‘Borders of nothingness’.
Con este trabajo, Margaret Lansink ganó el prestigioso Premio Hariban en 2019.

La influencia de la cultura japonesa en la obra de Lansink, y en el diseño y construcción de sus libros, es más que evidente.
Me inspiran mucho los fotógrafos asiáticos y el arte y el diseño japonés en general. Me atrae mucho la forma en la que transmiten esa serenidad tan característica suya y cómo utilizan el minimalismo paraconseguirlo. También soy una enamorada de la artesanía tradicional. Soy hija de carpintero, desde muy pequeña aprendí a crear cosas con las manos y sé que esta práctica se valora mucho en la cultura japonesa. Un ejemplo de esto es el del maestro impresor Osamu Yamamoto, que lleva 40 años haciendo las impresiones de fototipias más hermosas en Benrido y que todavía hoy se esfuerza por superarse y hacer su trabajo cada día mejor.
La fototipia es un procedimiento de impresión fotomecánica que fue común en el pasado siglo XX y que hoy día solo hacen un puñado de talleres en el mundo. Benrido, en Kyoto, es uno de esos talleres.

Lo artesanal, lo analógico y la profunda conexión con las emociones y estados vitales son tres de los grandes ejes que guían y sostienen la obra de Lansink.
La película analógica me ayuda a enriquecer mis imágenes creando capas más profundas. Así es como la cámara me ayuda a conectar con mi intuición y mis emociones y crear las imágenes que quiero crear. No poder ver en una pantalla las fotos que acabo de hacer, no eliminarlas demasiado rápido e intentar hacer otra, mejor que la anterior. Eso me distraería de mis sentimientos y me llevaría a hacer fotos de una manera más racional. La película me permite crear mi propio flujo interno con la cámara.
El cuarto oscuro es el lugar y el momento para los descubrimientos definitivos. Cuando estoy revelando, escaneando o imprimiendo, me siento como un niño abriendo sus regalos de cumpleaños. A veces, lo que veo no me gusta nada, pero siempre hay algunas imágenes que reflejan lo que sentí en un momento concreto. No se trata de que la imagen sea estéticamente perfecta, se trata de crear imágenes que me emocionen, sean buenas o malas. Cuando las personas ven mi trabajo, experimentan una emoción real, la sienten, sin tener que conocer mi historia.

‘The concept of Ma’
Este trabajo es otro de los ejemplos de la gran influencia que la cultura japonesa ejerce en esta autora. En ‘The Concept of Ma’ (‘El concepto de Ma’), Lansink ahonda en la idea japonesa de entender el espacio como una pausa en el tiempo. Se trata de un espacio consciente y lleno de energía que nos permite crear nuevos significados y apreciar la expansión del espacio y del tiempo.
En el campo artístico, el Ma dota de importancia a las partes respecto al todo, a lo que las une. En términos de composición, por ejemplo, la idea de desequilibrio o asimetría, y la ausencia de centro, resultan esenciales. En la pintura japonesa, el mapa está en los espacios en blanco; en música, en el silencio o intervalo entre nota y nota; en teatro, en la pausa expresiva que hace un actor en su texto.
Lansink lleva todo eso a su fotografía y lo utiliza para hablarnos del aislamiento vivido (y sentido) durante el confinamiento por la pandemia del coronavirus.
Lansink hizo las fotografías para este trabajo en Japón, aprovechando los paisajes nevados cerca del lago Kussharo, en Hokkaido, lugar de nacimiento de Masahisa Fukase y escenario principal de su legendario ‘The Solitude of Ravens’.
Lansink trabajó allí durante el invierno de 2019 y sus imágenes nos muestran una amplitud que sirve de bálsamo ante el sentimiento de confinamiento, el espacio amplía nuestra mirada, nos insuflan oxígeno y nos transmiten un sentimiento de expansión, de amplitud de horizontes.
Como no podía ser de otra forma, este ‘The Concept of Ma’ cristalizó en un fotolibro hecho a mano de inspiración y diseño inequívocamente japoneses.

‘Hesitation’
‘Hesitation’ (‘Duda’) es una de las series más conocidas de esta fotógrafa holandesa. En ella refleja el desasosiego que nos produce vivir en un mundo en el que todo parece desvanecerse con rapidez. Para ello, Lansink se sirve de fotografías en las que el protagonismo recae en espacios vacíos, mujeres desnudas y paisajes fantasmagóricos.
Aquí, Lansink fotografía habitaciones vacías, cuerpos de mujer y el mar, evocando la incertidumbre que sentimos cuando nos sentimos expuestos y, en consecuencia, vulnerables. Lansink consigue atraparnos en un mundo incierto y cambiante que nos resulta fácilmente reconocible.
‘Hesitation’ trata de lo que sientes cuando estás en una relación íntima con alguien y te entregas emocionalmente a la otra persona. Refleja ese profundo miedo que surge cuando sientes que ya no tienes el control, cuando no hay lugar para esconderse ni otro camino que abrirse verdaderamente a esa otra persona. El trabajo muestra mi lado brillante, así como el oscuro, mi bien y mi mal. Y lo hago confiando completamente en la otra persona; y eso es la cosa más aterradora que he hecho en mi vida.

El énfasis de Lansink en las sombras y en las huellas que las personas dejan en diferentes espacios habla del miedo universal de conocer a alguien y que luego desaparezca. Sus largas exposiciones resaltan la ansiedad que sentimos por la naturaleza evanescente del tiempo. El grano presente en sus imágenes alude directamente a la distorsión que a veces sentimos entre nosotros, lo que somos, y las personas y lugares que encontramos.
Al ver esta serie, mucha gente me ha dicho que le hace pensar en la vida y en la muerte. No recuerdo haber pensado en eso de forma consciente cuando hice las fotos, pero al dejarme guiar por la intuición, cuando miro atrás me doy cuenta de que no es extraño que la gente perciba eso porque en aquella época perdí a gente cercana, bien porque murieron o porque la vida nos separó. Esto me demuestra que nunca sabes a dónde te van a llevar las fotos. Por eso es tan importante para mí conservar mi independencia y mi libertad. Quiero hacer aquello que me motive en cada momento y no lo que el mercado me pida.
En toda la obra de Margaret Lansink, las fotografías se nos asemejan a pensamientos huidizos, de esos que habitan en los difusos límites que separan el mundo real del onírico. Aparecen como fragmentos crudos y dolorosos de un mundo que sentimos extraño a la vez que propio, de ahí esa sensación profunda de estar presenciando algo que pertenece a nuestra propia experiencia.
La utilización del cuerpo femenino, con sus contornos suaves y la vulnerabilidad de su desnudo nos llevan a un universo tierno, nos remiten a una especie de matria emocional, un mundo de sentimientos primarios que ni controlamos ni acertamos a expresar en palabras. Es así como las fotografías y la intuición de Lansink conectan con lo más profundo de nuestro ser.
Hay quien compara mi trabajo y mi estilo con el de Michael Ackerman. La verdad es que nunca me he sentido muy atraída por su fotografía. Aunque podríamos decir que él es la versión masculina, más cruda, de mi universo femenino. Muchas personas me comentan que mis fotos son muy femeninas y sensibles y que evocan sentimientos muy fuertes de amor, pero también de pérdida.
Muchas veces, me siento como una espectadora de una obra de teatro; mirando todo desde fuera y haciéndome preguntas sobre cómo es mi relación con el mundo. Exploro estas relaciones tratando de usar la fotografía para tender un puente entre el lenguaje personal y el universal.

Me encanta visitar diferentes museos y ver las obras de los grandes maestros del pasado. Soy una enamorada de la mayoría de las obras de Gerhard Richter y Lucian Freud. Quedé absolutamente abrumada por las primeras obras de Pablo Picasso. El Museo Picasso en París es visita obligada para mí. Pero también me inspira mucho sumergirme por completo en la naturaleza. Siento que ella, la naturaleza, es mi madre y esa sensación me conmueve profundamente.
La naturaleza y las emociones construyen y vertebran el trabajo fotográfico de Lansink, dan forma a su mirada y a su intuición. El suyo es un viaje a la intimidad y la ternura, una búsqueda de nuestro interior en el exterior. Con Lansink, los opuestos conviven en aparente equilibrio: el dolor y el amor, la pérdida y el descubrimiento. Esta artista holandesa describe y transmite como pocos todo lo que nos hace humanos: fragilidad, duda, ternura, búsqueda… vida.
NOTA:
Podéis seguir a Margaret Lansink en Instagram: @margaretlansink
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Maravilloso artículo. Muchas gracias. Existen estos libros traducidos al español?
Gracias, María del Mar! Pues no, lamentablemente no están traducidos al español, pero así y todo… créeme que merecen la pena.
Leire
Es cierto que a primera vista estamos tentados a comparar su fotografía con la de Michael Ackerman, pero creo que en la de Lansink, en último término, se respira un ambiente de catarsis que augura la esperanza, la satisfacción de que ese esfuerzo creativo va servir de terapia. Eso no lo aprecio en la de Ackerman; en la de él sólo veo a un condenado sin posible cura.
Muchas gracias por otro gran artículo, Leire.
Hola, Francisco Javier!
Coincido contigo en la comparación que haces entre el trabajo de Ackerman y Lansink. Ackerman es más oscuro, más desasosegante, más… incómodo, por así decirlo. Sin embargo, con Lansink no sucede eso. Creo que es por la influencia tan marcada que tienen en ella ciertos aspectos de la filosofía japonesa y que cito en el post, como el Wabi-sabi.
Muchas gracias por tu comentario!
Leire